El grito de auxilio de la Nobel de la Paz 2023 desde una prisión iraní: “Durante meses solo vemos a nuestro verdugo”
“¿Cómo se puede llegar a sospechar que, por ejemplo, no ver el sol o no sentir la brisa sobre la piel o entre los cabellos, o la imposibilidad de oír un sonido o de romper el silencio pueden afectar tanto a la voluntad de luchar y continuar viviendo?”, se pregunta la activista iraní Narges Mohammadi desde la cárcel donde lleva encerrada desde noviembre de 2021. Sus palabras resumen la experiencia de la propia autora y de tantas otras mujeres iraníes en las prisiones de su país, plasmadas en su libro 'Tortura Blanca', cuyo título hace referencia a la práctica carcelaria llevada a cabo en Irán, que consiste en la privación de todo estímulo sensorial durante largos periodos de tiempo y se aplica, junto con el aislamiento y los interrogatorios, a presos políticos y de conciencia.
Narges Mohammadi, que ha hecho campaña por los derechos de las mujeres y la abolición de la pena de muerte, recibió este octubre de 2023 el Premio Nobel de la Paz por su “valiente lucha por los derechos humanos, la libertad y la democracia en Irán”, según el Comité Noruego. En estos momentos se encuentra en la cárcel y es su marido, Taghi Ramani, quien acude a la rueda de prensa organizada por Reporteros Sin Fronteras para presentar este libro, que llegará a las librerías españolas el 7 de diciembre, y quien recogerá el galardón por ella en Oslo el 10 de diciembre.
La activista ha sido detenida hasta en 13 ocasiones por las autoridades iraníes y en total ha sido condenada a más de 30 años de prisión y 154 latigazos. La última detención se produjo el noviembre de 2021, precisamente, por escribir el libro que ahora su marido presenta mientras ella sigue en prisión. “Narges está cumpliendo una condena de 10 años, pero por sus posturas recientes en contra del régimen, que cada vez son más activas, tiene cinco expedientes nuevos. Hace unos días que el contacto telefónico con ella ha sido prohibido, pero sabemos que tiene buen espíritu y goza de fortaleza mental”, cuenta Ramani, que lleva 22 meses sin hablar con su mujer, al igual que sus hijos, de la que tiene noticias por “vías indirectas”.
Aislamiento
La obra recoge 14 entrevistas realizadas en prisión por Mohammadi a mujeres encarceladas, cuyos testimonios muestran la crudeza de la “tortura blanca”, una práctica generalizada por el régimen islámico.
Tanto ella como otras de sus compañeras, cuenta, han estado encerradas en celdas de dos por tres metros en las que no hay nada, sólo una bombilla que no se apaga nunca, durmiendo sobre una manta en el suelo y con otra como almohada, obligadas a cubrirse los ojos cada vez que abandonan la celda para ir al baño o a un interrogatorio, sin la posibilidad de tratamiento médico o de hacer llamadas con sus hijos y familia…
Al encarcelamiento sin juicio previo y a la insalubridad del encierro, se suma el aislamiento total. “El tiempo no transcurre en la celda”, dice en su entrevista Nigara Afsharzade, ciudadana de Turkmenistán que llegó a pasar el primer año y medio de su condena en celdas de aislamiento. Cuenta que estaba sola y que no se oía ningún sonido: “Rebuscaba en toda la celda por si encontraba algo, como por ejemplo una hormiga; y cuando encontraba una tenía cuidado de no perderla. Hablaba con la hormiga durante horas, lloraba y sollozaba”. Afsharzade explica cómo cuando le traían comida, la desmenuzaba y esparcía por el suelo con la esperanza de encontrar algún insecto para poder entretenerse y hablar con él: “Deseaba tener algo vivo en mi celda”.
La soledad está presente en todos los testimonios. Meses e incluso años en los que las presas sólo pueden hablar con sus carceleros o interrogadores, escuchando acusaciones sobre supuestos delitos de los que muchas no saben nada. También detallan humillaciones. La propia Mohammadi cuenta en el libro cómo en mitad de los interrogatorios los carceleros le preguntaban por sus hijos. “La única persona a la que ves es tu verdugo y te mantienen meses y meses en esa situación, hasta que tú llegas a unas condiciones [físicas y mentales] en las que quieres hablar con tu verdugo y quieres decirles lo que ellos quieran. Estás dispuesto a firmar la sentencia de tu propia muerte o de tus compañeros”, asegura Ramani.
Derechos humanos y represión en Irán
“Los habitantes de Oriente Medio, sobre todo quienes vivimos en Irán y Afganistán, no aprendemos la importancia de la libertad, la democracia y los derechos humanos en los libros de texto, sino mediante nuestra experiencia personal de opresión y discriminación”, dice Narges Mohammadi en su carta de agradecimiento al Comité Noruego del Nobel, escrita desde la presión de Evin (Teherán) en octubre de 2023.
En el libro la activista explica la situación dentro las cárceles del país, pero también es un reflejo de la realidad fuera de esas paredes, de la situación de la situación de las mujeres y de los derechos humanos en Irán y de la represión del régimen. Sobre eso, Ramani recuerda el movimiento “Mujer, Vida y Libertad”, que lideró las protestas por los derechos en Irán tras la muerte de joven kurda Masha Amini en 2022: “Mientras pasaban las protestas en las calles el régimen detuvo a unas 20.000 personas, ha habido entre 400 y 500 personas que perdieron su visión o un ojo, entre 400 y 500 personas que perdieron su vida, y muchos que siguen estando todavía en la cárcel”.
Desde la prisión, Mohammadi da voz al dolor y hace un retrato de la injusticia en Irán. No lo hace desde el pesimismo, sino la resistencia. “Durante mis tres etapas de detención en celdas de aislamiento conocí a grandes hombres y mujeres, que a pesar de soportar presiones demoledoras, se mantenían en pie con firmeza y fe sólidas; aun perdiendo su salud física y mental, y sufriendo maltratos, ellos y ellas mantuvieron imperturbables sus convicciones”, escribe la activista.
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