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Explotación pesquera en Senegal: “Si ya no puedo usar mi cayuco, lo haré para ir adonde se llevan los peces”

Un hombre descansa en una piragua en  Thiaroye-sur-mer, comuna de Dakar desde la que salieron a principios de los 2000 cayucos hacia Canarias.

María Rodríguez

Dakar (Senegal) —
21 de diciembre de 2018 21:12 h

En Thiaroye-sur-mer, una comuna situada a la periferia de Dakar, la capital de Senegal, diez pescadores están reunidos a pie de playa tomando té y cacahuetes. A su alrededor, decenas de pequeñas piraguas utilizadas desde la antigüedad para la pesca tradicional. En el suelo, algunas redes que cubren la arena blanca y fina de esta playa, llena de trapos, plásticos y otros objetos.

Varios hablan un poco de español. Trabajan en o con los barcos españoles que, desde hace decenas de años, navegan en aguas senegalesas en busca de pescado, principalmente atún.

Entre té y té, aseguran que, antes de que llegaran las embarcaciones extranjeras, se pescaba mucho más que ahora. Y que mucha gente decidió y decide migrar a Europa por la vía clandestina por este motivo. En los años 2000, las islas que veían a lo lejos desde sus piraguas, las Canarias, se convirtieron en una posible solución a sus problemas. Uno de ellos cuenta que intentó llegar dos veces, sin éxito.

Senegal, al igual que sus países vecinos, es un país muy rico en pescado. Sus costas han sido tradicionalmente un paraíso para los pescadores y se dice que el nombre del país procede de las palabras 'sunu gaal' que en wolof significa 'nuestra canoa'. Pero en los últimos decenios, la canoa se está vaciando. La sobrepesca ha puesto en peligro el ecosistema y el medio de vida de muchas personas. Según datos de Greenpeace, en los últimos años la explotación y regulación inapropiadas en aguas de África occidental, donde se encuentra Senegal, han ocasionado la sobreexplotación de más del 50% del stock, una de las tasas más elevadas del mundo.

Desde hace unas dos décadas, los jóvenes de las zonas costeras de Senegal y candidatos a migrar a Europa aseguran que estos problemas relacionados con la pesca les empujan a marcharse. El mensaje que acaba calando, dicen quienes han visto a decenas de jóvenes migrar, se resume en dos frases escuchadas en repetidas ocasiones: “Si ya no puedo utilizar mi cayuco para pescar, lo usaré para ir a donde se llevan los peces”; “si ya no hay suficiente pescado, ganaré más dinero llenando mi piragua de gente que quiera ir a las Islas Canarias”, 

La vigilancia que hay en las costas senegalesas por parte de la Agencia europea de fronteras (Frontex), la marina senegalesa y la Guardia Civil española, han disminuido considerablemente las salidas en cayuco desde Senegal y en la actualidad son pocos los que logran esquivar tantos controles. Los pescadores aseguran que, si hoy alguien preparara una piragua para salir a Canarias y tuvieran el dinero para pagarla, lo intentarían.

“Ya no hay pescado en nuestro océano, los europeos han venido, han hablado con el Estado y han firmado contratos con ellos. Han vendido todo nuestro producto”, se lamenta el expescador Matar Samb. “Si hubiera mucho pescado en Senegal, con todo el material de pesca que tenemos, los jóvenes no cogerían las piraguas para irse a España. Es la pobreza lo que los ha llevado a esa migración clandestina, han perdido la esperanza en su país, se van por la fuerza”, asegura.

Ahora, la ruta habitual desde Senegal es tomar un avión hasta Marruecos y desde allí cruzar por Tánger a España. Quienes viven en zonas del interior del país toman la ruta terrestre que cruza el desierto del Sáhara y llega hasta Libia y Argelia.

“Es como si África alimentara a Europa”

El primer acuerdo de pesca entre Senegal y la Unión Europea data de 1979. Se trata de unos acuerdos que autorizan a arrastreros y atuneros españoles, portugueses, franceses, italianos y griegos a operar regularmente en sus aguas territoriales. “Las pequeñas piraguas senegalesas y los grandes barcos europeos no pueden rivalizar. Pero las aguas son nuestras”, dice Moustapha Diouf. Es pescador y presidente de la Asociación de Jóvenes Repatriados de Thiaroye-sur-mer. En 2006 llegó a las Islas Canarias y fue traído de vuelta a Senegal en un vuelo de deportación. 

“Los barcos de la UE vienen aquí a coger nuestro pescado, es como si África alimentara a Europa. Esto no es normal”, agrega Diouf. Este tipo de acuerdos de la UE con terceros países, según explican expertos a eldiario.es, estuvieron pensados para abastecer el consumo interno. Aunque los pescadores hacen especial alusión a los barcos españoles y los acuerdos con la Unión Europea, también pescan en sus aguas naves de otros países como Francia, China y Corea del Sur y, en el resto de África occidental, de Rusia y Japón.

Ibrahima Cissé, responsable de la campaña océanos de Greenpeace en Senegal, asegura que la relación entre la migración y la “disminución” de la pesca está “muy clara cuando los grandes barcos pescan en zonas ilegales, se comete fraude de toneladas o se conceden licencias a los barcos industriales en detrimento de los pescadores artesanales”.

“Cuando la seguridad alimentaria no es una prioridad para el Gobierno, los recursos dejan de estar disponibles para las poblaciones más pobres”, prosigue. Además de afectar a pescadores, esta disminución de los recursos pesqueros impacta en toda la cadena de valor del pescado –producción, transformación y comercialización–, que es un sector clave de la economía senegalesa y emplea a un 17% de la población activa, unos 600.000 empleos.

Según Greenpeace, mientras la venta de derechos de pesca a extranjeros aporta 400 millones de dólares en los países costeros de África occidental, invertir en la explotación pesquera local podría generar 3.300 millones de dólares. Además, estiman que si se controlara la pesca ilegal se podrían crear 300.000 empleos.

Más riesgos y dificultades para sobrevivir

La sobreexplotación pesquera ha ocasionado que los pescadores tengan que adentrarse más en el mar para lograr pescar, lo que también les supone más riesgo. Badou Ndoye, presidente del Colectivo Nacional de Pescadores Artesanales de Senegal recuerda que antaño se podía llenar la piragua de pescado a pocos kilómetros de la costa y en un día. Ahora, dice, hay que irse 15 días a alta mar e incluso salir de Senegal, rumbo a aguas de países vecinos como Guinea-Bissau o Mauritania. Este cambio ha supuesto que al menos 226 personas hayan perdido la vida en los últimos años.

Cissé explica que, debido a que los pescadores no tienen acceso al pescado, se sienten obligados a buscar otros medios para sobrevivir y entre las alternativas se encuentra la migración irregular. Pero también existe otra posibilidad menos arriesgada y que, aunque salva la economía de las familias de pescadores a corto plazo, está contribuyendo a esa sobreexplotación. Para sobrevivir, muchos pescadores colaboran con los barcos industriales europeos. Algunos son contratados dentro de los atuneros, pero otros, según explican, colaboran capturando peces pequeños con sus cayucos que usan para pescar atún con caña.

Por una piragua llena de pescado les suelen pagar unos 250.000 CFA, es decir, 380 euros, que se reparten entre quienes van en la pequeña embarcación. En esta actividad no se vigila si estos peces son tallas pequeñas, por lo que este “descontrol”, como señala Cissé, “impacta en los recursos pesqueros e impide que se reproduzcan afectando al ecosistema”. 

“Los barcos industriales saben que lo que hacen no es normal, que las piraguas les van a traer todo lo que puedan encontrar. Y luego la Unión Europea viene a darnos lecciones, pero son ellos los mismos que están promoviendo esta situación. No es sostenible”, remarca. En su web, la Comisión Europea publicita estos acuerdos como “de asociación sostenible”.

“Estamos obligados a hacerlo, no es la culpa de los pescadores, es la culpa del Estado”, opina Samb. “El Estado sabe muy bien lo que pasa. Los europeos no han hecho nada, han venido a trabajar, es nuestro Estado el que es débil, no conoce nada sobre la pesca y no hablan con quienes están en la base. El ministerio de Pesca no conoce nada sobre la pesca, el ministro es del interior del país, no de la costa, no sabe ni nadar. Hemos discutido sobre muchas cosas, pero el Gobierno no escucha a nadie”, agrega.

Diouf sí apunta a la Unión Europea. “¿Quién se comprometerá a parar esto? ¿El Estado de Senegal? No. ¿La UE? No. Es sobre todo la Unión Europea quien nos empuja a migrar. Si la UE quiere que dejemos de migrar tiene que dejar de firmar este tipo de acuerdos que interesan al Estado de Senegal pero no a la población”, sentencia.

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