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“Esto no es amor”: los matrimonios forzados de niñas en India aumentan en pandemia

Deepika, de 17 años, junto a su madre en Maharashtra, India, en 2020

Icíar Gutiérrez

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Garima, una estudiante de 16 años que vive en un pueblo del estado de Maharashtra (India), solía reunirse durante el confinamiento tres veces a la semana con sus amigas Chaaya y Shreya y varias compañeras más en una llamada de WhatsApp. Las adolescentes comenzaron a notar que Garima ya no se unía a la reunión. Su familia había decidido casarla con un chico de 22 años. “Supimos por otras chicas que estaba a punto de casarse y sus padres le prohibieron asistir a nuestra reunión de grupo”, dice Chaaya.

Se lo contaron a Suhana, una trabajadora comunitaria que brinda apoyo a 300 hogares en cuatro pueblos de la zona. Suhana fue a casa de Garima para hablar con sus padres, acompañada por las diez niñas del grupo. Les explicaron la importancia de seguir con los estudios y las consecuencias negativas del matrimonio para una niña menor de 18 años. Los padres decían que una boda en el confinamiento era menos costosa. El grupo visitó a diario a la familia durante diez días, pidiéndoles que cambiaran de opinión. Los padres accedieron a suspenderla. Respiraron aliviadas.

Solo en el estado de Maharashtra, donde vive Garima, los casos de matrimonio infantil se han duplicado desde el inicio de la pandemia hasta noviembre de 2020 en comparación con los del año anterior, según datos oficiales. A pesar de que la legislación india prohíbe casar a menores de 18 años, la práctica continúa en muchas partes de India.

Durante los meses de confinamiento en India, el segundo país que más infecciones de COVID-19 totales ha contabilizado después de EEUU, las autoridades pudieron evitar casi 6.000 casos de matrimonios infantiles a través de la línea telefónica oficial para prevenirlo. Pero se teme que muchos casos hayan pasado desapercibidos o no se hayan denunciado. La tendencia es similar en estados como Karnataka, Tamil Nadu y Orissa, donde los casos se han multiplicado, según informan los medios de comunicación y las organizaciones de la sociedad civil.

La pandemia amenaza años de progreso

Antes de la pandemia, India ocupaba el cuarto lugar entre los países del sur de Asia en prevalencia de matrimonios infantiles. El país había mantenido un cierto progreso en la reducción de los matrimonios precoces, si se observan las estadísticas oficiales. Sin embargo, se teme que la pandemia y su efecto devastador en las familias y la economía deshaga el trabajo de una década.

“En general, si se comparan los datos del Gobierno de 2015 -2016 y 2019, antes de la pandemia, la prevalencia global del matrimonio infantil estaba disminuyendo en general”, dice a elDiario.es Guruprasad Rao, director Nacional de la ONG Educo en India. A nivel mundial, el mayor avance en la última década también se había registrado precisamente en el sur de Asia. “Lo que nos tememos es que las crecientes dificultades económicas por la pandemia van a revertir probablemente el trabajo hecho hasta ahora”.

La práctica, que constituye una violación de los derechos de las niñas, hunde sus raíces en la pobreza, las normas sociales o los estereotipos de género. “Existe la creencia común de que una niña pertenece a otras familias después del matrimonio. Una vez casada, pasa a depender de su marido”, recuerda Rao, que indica que los principales casos que detectan se dan entre niñas de las comunidades rurales y empobrecidas, así como de las castas establecidas.

Lo que ha hecho la pandemia es agudizar las causas y añadir un nuevo conjunto de factores. Uno de los principales es el cierre de escuelas para evitar la propagación, pero el repunte también se explica por el aumento de la situación de pobreza, hambre, falta de empleo y pérdida de medios de vida.

“Los trabajadores migrantes que han regresado a sus casas por falta de empleo se han visto obligados a caer en la pobreza”, dice el responsable de Educo. “No hay duda de que la crisis cada vez más profunda que ha traído la pandemia está sometiendo a un estrés increíble a las familias que, ya antes, apenas sobrevivían. Es desolador”.

“Muchas han casado a sus hijas durante esta época, ya que se ven obligadas a liberarse de la carga de asumir la responsabilidad de la seguridad de sus hijas”, dice Rao. Además, “muchas de ellas aprovecharon el confinamiento como oportunidad para concertar el matrimonio, ya que había menos gente vigilando y el sistema gubernamental estaba centrado” en gestionar la crisis sanitaria. “Desde un punto de vista práctico, el matrimonio durante la pandemia era económicamente más barato, ya que asistían muy pocas personas. En un escenario normal, una boda es costosa y la gente pide préstamos enormes y se esfuerza por devolverlos”.

“Es difícil detener los matrimonios”

Detrás de las cifras hay historias como la de Garima, pero también como la de Jagriti, Deepika o Vinaya, una chica de 16 años que ya había abandonado los estudios para cuidar de sus hermanos y también dejó de acudir a las reuniones del grupo de adolescentes en un pueblo de Maharashtra. Durante el confinamiento, un chico siete años mayor que ella le propuso matrimonio. Waida, la organizadora comunitaria, se enteró del plan y habló con sus padres, que se ganan la vida en el campo. “Me dijeron: 'Tenemos cuatro hijas. No tenemos ningún hijo y somos pobres. Si casamos a Vinaya, tendremos menos carga”.

Waida acabó persuadiéndolos. Junto a su equipo, consiguió parar los matrimonios ilegales de dos o tres niñas, pero no logró detener otros cuatro o cinco. “Es difícil saber cuándo se está produciendo un matrimonio infantil y es difícil detenerlo, ya que se hace todo lo posible por ocultarlo”, dice Waida, que trabaja para la organización local Kalapandri, socia de Educo, que ha recopilado todos los testimonios.

Las líderes comunitarias también fueron fundamentales para detener la boda de Adya, cuya madre, agricultora y víctima de violencia machista, pensó que no había otra salida para su hija que casarla. Además, el pretendiente no quería dote y, con el confinamiento, no era necesario organizar un banquete. Tras varias visitas, lograron convencerla de que dejara seguir estudiando a Adya, que tiene 14 años.

La pandemia ha perturbado la lucha contra la práctica, principalmente por las limitaciones a la movilidad. Rao explica que en India la mayoría de los matrimonios infantiles se producen durante el verano, especialmente en Akshaya Tritiya, una fiesta anual hindú. “Las organizaciones de la sociedad civil suelen organizar sus campañas de prevención, pero esta vez no pudieron hacerlo debido a la pandemia. Nuestro equipo no pudo llegar a las zonas más propensas al matrimonio infantil”, dice. “La limitación de movimientos durante la pandemia también puede haber impedido que las niñas y otros ciudadanos afectados den parte a las autoridades”.

El problema, dice, “es cualquier cosa menos personal”, por lo que cree que es necesario actuar desde todos los frentes, desde la aplicación estricta y la inversión por parte del Gobierno hasta la respuesta inmediata a nivel hiperlocal. Ellos trabajan con un sistema a nivel de aldea que hace un seguimiento de los progresos de todos los niños, estén o no escolarizados que permite a los trabajadores comunitarios anticiparse. “Las propias niñas y miembros de la comunidad han tomado medidas para detener los matrimonios. La prevención debe implicar no sólo a los padres y familiares, sino a los vecinos, amigos...”.

Coincidiendo con el día de San Valentín, la ONG ha lanzado una campaña en el país, 'Esto no es amor', para pedir al Gobierno que tome medidas concretas, como que la educación sea obligatoria de los 14 a los 18 años, que existan medidas punitivas contra los agresores o que se organicen actividades de concienciación en las comunidades.

Impacto en todo el mundo

Según los datos de Unicef previos a la pandemia, el sur de Asia era la zona del mundo con mayores niveles de matrimonio infantil, con casi un 30% de las mujeres jóvenes que se casaron antes de los 18 años. Le supera solo África subsahariana, con el 35%. En América Latina y el Caribe, este dato era del 24%. Le sigue Oriente Medio y el Norte de África (17%) y Europa del Este y Asia Central (12%).

Al igual que en India, a nivel global la prevalencia del matrimonio precoz también estaba disminuyendo antes de la crisis de la COVID-19, con avances desiguales por regiones. En el último decenio la proporción de niñas que contrajeron matrimonio antes de los 18 años bajó de una de cada cuatro a aproximadamente una de cada cinco. Aún así, el número total de niñas casadas durante la infancia era de 12 millones por año y había que acelerar la lucha para poner fin a la práctica para 2030, como establece la meta recogida los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). 

De hecho, las estimaciones prevén que, para esa fecha, los efectos de la pandemia generen 13 millones de casos adicionales de matrimonio infantil y forzado que de otro modo podrían haberse evitado, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas.

En noviembre, la tercera comisión de la Asamblea de Naciones Unidas aprobó un proyecto de resolución sobre el matrimonio infantil y los riesgos que entraña la pandemia. El documento reconoce que el ritmo actual no es suficiente para eliminar la práctica. Y señala que es probable que los efectos de la pandemia y “las medidas de contención conexas”, incluidos los cierres de escuelas y las restricciones del derecho a la libertad de circulación, “aumenten los riesgos a que se enfrentan las niñas, incluidas las casadas, así como las mujeres afectadas por esta práctica nociva”. Afirma que los efectos de la COVID-19 agudizan las causas del matrimonio antes de los 18, desvían recursos y dificulta los esfuerzos, incluso de la sociedad civil, para eliminar esta práctica.

En un informe, la ONG Save The Children ha alertado de que hasta 2,5 millones de niñas más serán obligadas a casarse en los próximos cinco años por culpa de la pandemia. El mayor número de matrimonios infantiles se prevé en el sur de Asia, seguido de África Occidental y Central y América Latina y el Caribe.

“Un riesgo creciente de violencia y explotación sexual combinado con un aumento de la inseguridad alimentaria y económica lleva a que muchos padres y madres sientan que no tienen otra alternativa que obligar a sus hijas a casarse. Estos matrimonios violan los derechos de las niñas y las dejan en mayor riesgo de depresión, violencia de por vida, discapacidades y riesgo de muerte, incluso durante el parto, dado que sus cuerpos no están preparados para dar a luz”, dice David del Campo, director de Cooperación Internacional de Save the Children.

No solo son los matrimonios, también son sus consecuencias. Las mujeres que se casan cuando son niñas tienen más probabilidades de abandonar los estudios, sufrir violencia machista o morir debido a complicaciones durante el embarazo y el parto. La ONG calcula que, debido a la COVID, más de un millón de menores corren el riesgo de quedar embarazadas durante la adolescencia. Es probable que el mayor número de niñas afectadas se encuentre en África oriental y meridional y África occidental. En Sierra Leona, por ejemplo, estimamos que por cada seis meses de confinamiento se podrían producir hasta siete millones de embarazos no deseados y 31 millones de casos más de violencia de género.

Del Campo lamenta que las crisis económicas derivadas de la pandemia han provocado que “muchos de los programas de prevención de esta terrible lacra” hayan sufrido retrasos o hayan desaparecido en algunos países. “A todo ello hay que sumar el confinamiento y el cierre de las escuelas, algo que ha aislado aún más a muchas niñas y adolescentes, lo que dificulta acceder a ellas, informarlas y protegerlas”. Por esta razón, Save the Children pide que se continúe invirtiendo en programas contra el matrimonio forzoso de niñas.

Pero en este año tan difícil también ha habido algunos avances. República Dominicana ha aprobado una ley que prohíbe el matrimonio infantil, en el país que tenía la tasa más elevada de uniones tempranas en América Latina y el Caribe. Ahora, nadie podrá contraer matrimonio en ninguna circunstancia antes de haber cumplido los 18 años. En octubre, con el apoyo de varias organizaciones, niñas y adolescentes compartieron en las redes sociales sus planes y proyectos de vida bajo el hashtag #NoMeCasen. “No me casen, porque sueño con conocer otros países, ser profesional y vivir mi vida con plenitud”, dijo una de ellas.

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Nota: Los nombres de las menores que aparecen en este artículo son ficticios para preservar su anonimato.

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