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La pandemia trastoca la lucha contra el VIH, la malaria y la tuberculosis en países pobres: “El riesgo es retroceder años”

Trabajadores sanitarios distribuyen un tratamiento de prevención de la malaria en Uagadugú, Burkina Faso, en una imagen tomada en octubre.

Icíar Gutiérrez

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La COVID-19 ha tenido un enorme impacto en los sistemas sanitarios y en los servicios para el VIH/sida, la tuberculosis y la malaria en decenas de países de ingresos bajos y medios de África y Asia durante 2020. La pandemia “está creando una tormenta perfecta de crisis económicas, sanitarias y sociales” y amenaza con revertir años de progreso en esta lucha, según un informe recién publicado por el Fondo Mundial contra el sida, la tuberculosis y la malaria, tres de las enfermedades infecciosas más mortales del mundo.

“La incidencia de estas enfermedades va a incrementarse a raíz de las interrupciones, y se teme que derive en más muertes. El riesgo es retroceder varios años de progreso. Es difícil prever cuántos, porque la pandemia de COVID-19 es de por sí impredecible”, dice a elDiario.es Françoise Vanni, directora de relaciones externas de la organización internacional, que canaliza donaciones para financiar programas contra estas tres enfermedades.

El documento arroja una instantánea sobre cómo los programas sanitarios se han visto afectados por la COVID-19 en 502 centros de salud de 32 países de ingresos bajos y medios de África y Asia de abril a septiembre de 2020, y sobre el alcance de esta interrupción, que se traduce en que las personas no están siendo tan ampliamente sometidas a pruebas, diagnosticadas o tratadas para estas tres enfermedades.

El estudio incluye 24 países de África (Burkina Faso, Camerún, República Centroafricana, Costa de Marfil, República Democrática del Congo, Eswatini, Etiopía, Ghana, Guinea, Kenia, Madagascar, Malawi, Malí, Mozambique, Namibia, Níger, Nigeria, Ruanda, Sierra Leona, Sudáfrica, Togo, Uganda, Zambia y Zimbabue) y siete países de Asia (Bangladesh, Camboya, India, Indonesia, Laos, Pakistán y Filipinas). También se hicieron controles en instalaciones de Ucrania.

A medida que el coronavirus se extendía, las consultas externas en los centros de salud disminuyeron considerablemente en comparación con 2019. Todos los centros encuestados describen cambios en la asistencia y la principal razón por la que los pacientes dejaron de acudir fue el miedo a contagiarse de COVID-19, según el 85% de los centros. También tuvieron que ver la interrupción del transporte público, así como los confinamientos.

“En general, los centros parecen haber hecho un esfuerzo considerable para mantener los servicios abiertos, a pesar de las difíciles circunstancias”, dice el texto. Cuando no fue posible, redirigieron a los pacientes y algunos servicios específicos se redujeron o dejaron de ofrecerse. Otros factores que influyeron fue el aumento de los pacientes que presentaban síntomas de infección respiratoria y la reducción de las campañas de comunicación.

Menos prevención en VIH

En cuanto al VIH, el pilar que se vio más afectado es el de la prevención, lo que significa que es posible que las personas no conozcan su estado serológico y, por tanto, no accedan al tratamiento que necesitan, además de correr el riesgo de infectar a otras personas sin saberlo. En todos los centros encuestados, las pruebas del VIH descendieron un 41%. El Fondo Mundial explica que un gran descenso en el número de personas que se someten a las pruebas podría conllevar un aumento de las tasas de infección. También cayeron un 37% las derivaciones –cuando los pacientes que necesitan un diagnóstico y tratamiento son derivados a los siguientes pasos–.

“En VIH no hubo tanta interrupción en cuanto a tratamiento, lo cual sería muy grave, pero eso no quiere decir que nos podamos dormir en los laureles. Lo que cayó es la prevención, y eso es una bomba de tiempo. Podemos proyectar que este año va a haber más casos y que la incidencia de VIH va a repuntar, haciéndonos retroceder en la lucha, y a su vez va a derivar en un incremento de las muertes más adelante. Es una cuestión de tiempos y es importante identificar estas brechas ya”, dice Vanni.

Caen los cribados para la tuberculosis

Muy similar es lo que ha ocurrido con la tuberculosis, que antes de la COVID-19 era la principal enfermedad infecciosa del mundo y se cebaba en las comunidades empobrecidas y marginadas. Los cribados –en los que los pacientes sospechosos de tenerla son remitidos al siguiente paso del diagnóstico y el tratamiento– disminuyeron en un 59% en el segundo y tercer trimestre de 2020.

“Es decir, si en 2019 se remitía al siguiente paso a 100 personas, en 2020, solo fue a 40. Una de las principales preocupaciones con la tuberculosis es que hay millones de personas que son portadoras pero no lo saben y transmiten la enfermedad sin saberlo, lo que hace muy difícil erradicarla. Es algo que se da principalmente en Asia, en India en particular. Se había logrado progreso, pero la COVID-19 nos ha llevado otra vez para atrás”, indica la responsable del Fondo Mundial. La alianza Stop TB Partnership calcula que 12 meses de COVID-19 han borrado 12 años de avance en la lucha mundial contra la tuberculosis.

Disminuye el diagnóstico y tratamiento de malaria

La pandemia también ha trastocado la lucha contra la malaria, según el informe. Los datos de las instalaciones sanitarias indican que las actividades de vigilancia para el seguimiento de la propagación de los casos en los países, el diagnóstico y el tratamiento han disminuido en 2020 con respecto a 2019. “Es una preocupación grave e inmediata, que tiene consecuencias significativas especialmente para los niños, ya que la gran mayoría de las muertes por malaria se producen en niños menores de cinco años”.

En los centros encuestados en Asia, los diagnósticos de malaria cayeron un 56%, y los servicios de tratamiento se desplomaron un 59%. En los centros africanos se produjo un descenso del 17% en el diagnóstico y del 15% en el tratamiento. Además, en el 21% de los centros de África se agotaron las dosis de medicamentos antipalúdicos para niños menores de cinco años. Cualquier interrupción o disminución de los servicios sanitarios en el continente puede afectar a un gran número de adultos y niños en riesgo, ya que África registra más del 90% de los casos y muertes por malaria en el mundo.

“Los centros de salud fueron capaces de mitigar los peores escenarios”

Los resultados también revelan la necesidad de pruebas, tratamientos y equipos de protección necesarios para combatir la COVID-19. Solo el 45% de los centros analizados tenían suficientes elementos esenciales de protección para sus trabajadores sanitarios, incluyendo mascarillas, desinfectantes, guantes y gel hidroalcohólico para las manos. En los 24 países de África encuestados, solo el 11% de los centros pudieron efectuar pruebas de diagnóstico rápido de antígenos y solo el 8% pudo hacer pruebas PCR.

Según explica Vanni, la parte positiva es que la mayoría de los centros de salud adaptó sus respuestas para mitigar el impacto negativo en los servicios de VIH, tuberculosis y malaria. Más de dos tercios adoptaron al menos una medida, incluso en la gestión de los trabajadores sanitarios o comunitarios o en los cambios en las estrategias de prestación de servicios sanitarios no relacionados con la COVID-19. “Como resultado, estos centros experimentaron un menor descenso, y a veces incluso un aumento, en la utilización de los servicios”, dice el informe.

“Los centros de salud y los trabajadores fueron capaces de innovar y mitigar los escenarios más sombríos. Los modelos nos decían que el número de muertes por estas tres enfermedades se iban a multiplicar por dos y afortunadamente no se dio, la capacidad adaptativa ha permitido mitigarlo. Esto muestra que con apoyo sabemos cómo responder. Los centros de salud lo saben hacer siempre y cuando se les brinde las herramientas”, dice Vanni.

El riesgo de retroceder en los progresos, insiste, es “enorme”, “pero no tiene por qué ser así”. “Las comunidades, los sistemas y los trabajadores han sabido adaptarse. Un ejemplo es la distribución de mosquiteras [esenciales para la lucha contra la malaria]. Se pensaba que las campañas previstas no se iban a poder hacer debido a los confinamientos porque no se podía congregar a la gente en la plaza del pueblo para recibir su mosquitera. Se hizo puerta a puerta, y eso permitió que casi todas las campañas se hicieran a pesar de la COVID”.

En algunos casos, las medidas de adaptación ha sido un catalizador para el cambio positivo. Un ejemplo es que los avances en COVID-19 también pueden beneficiar a los programas de tuberculosis como ocurre en India, donde se está utilizando una nueva tecnología para las pruebas de ambas enfermedades. En Nigeria, los centros están proporcionan suministros a largo plazo de antirretrovirales para los pacientes con VIH.

El Fondo Mundial pide más financiación

Las tendencias indican que los servicios se están reanudando progresivamente, pero la responsable del Fondo Mundial dice que el mecanismo necesita más financiación para continuar apoyando la respuesta. La organización ha destinado casi 1.000 millones de dólares para combatir la COVID-19 y mitigar su impacto sobre el VIH, la tuberculosis y la malaria en más de 100 países. El Fondo Mundial forma parte ACT-Accelerator, la herramienta global para acelerar el desarrollo, la producción y el acceso equitativo a las pruebas, el tratamiento y las vacunas contra la COVID-19.

A través de él, el Fondo Mundial da subvenciones a países de ingresos bajos y medianos para test, EPI y el fortalecimiento de los sistemas sanitarios. Hasta la fecha, en 2021, solo han recaudado 3.700 millones de dólares de los 10.000 millones que calculan que necesitan. Si se suman todos los pilares, el ACT-Accelerator, que cumple un año estos días, afronta un déficit de financiación de 19.000 millones de dólares para 2021, según ha anunciado la OMS este viernes.

“Hay planes de recuperación del terreno perdido que las comunidades epidemiológicas han elaborado para recuperar el tiempo perdido en las tres enfermedades, con las actividades que hay que hacer. Es una cuestión de voluntad política, financiación, distribución equitativa de todas las herramientas de lucha contra la COVID y proteger, lo primero, al personal sanitario”, dice Vanni.

En su última Conferencia de Donantes para movilizar recursos, celebrada en Lyon en octubre, el Fondo Mundial logró recaudar 14.000 millones de dólares. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, anunció entonces que España regresaría al mecanismo, al que nuestro país llevaba ocho años sin donar un solo euro. Sánchez se comprometió a aportar 100 millones de euros en tres años al mecanismo.

De acuerdo con datos del Fondo Mundial, creado en 2002 los programas de salud apoyados por el mecanismo han salvado 38 millones de vidas, incluidas seis millones solo en 2019. Las muertes causadas por el sida, la tuberculosis y la malaria cada año se habían reducido en casi un 50% desde el pico de las epidemias en los países en los que invierte el mecanismo.

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