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De las 'puertas abiertas' de Merkel a los controles fronterizos de Scholz: Alemania, ante una nueva crisis de acogida de refugiados

Refugiados frente a los barracones que utilizan como casas en el antiguo aeropuerto de Berlín-Tempelhof, el 19 de septiembre.

Aldo Mas

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La paulatina llegada a Alemania de cientos de miles de solicitantes de asilo en los últimos meses ha supuesto un desafío para el Ejecutivo que muchos comparan con el que asumió en su momento la canciller conservadora Angela Merkel con su célebre y voluntarioso: “Podemos hacerlo”. Una afirmación que hizo a finales de agosto de 2015 poco antes de anunciar su política de 'puertas abiertas'. A lo largo del año siguiente, más de un millón de personas solicitaron asilo en el país.

Las peticiones de asilo han aumentado un 78% en los primeros siete meses de 2023 (150.000 solicitudes en el primer semestre) respecto al mismo periodo del año pasado, según los datos oficiales. Además, en el último año el país ha acogido a alrededor de un millón de refugiados ucranianos que no se incluyen en los datos de petición de asilo porque se les concede de manera automática. En cuanto a los cruces ilegales de frontera, en agosto se dispararon un 66% respecto al mismo mes de 2022.

Pero la Alemania de 2015 y 2016 no es la misma que la de hoy. Hace ocho años, con la llegada de más de un millón de demandantes de asilo –en su mayoría procedentes de la guerra civil de Siria–, Merkel sorprendió liderando un país que mostró su capacidad, esfuerzo y solidaridad al acoger a esos refugiados. Ahora, sin embargo, la posición del Gobierno liderado por el socialdemócrata Olaf Scholz es diferente.

Esta semana, el Ejecutivo de coalición –formado por socialdemócratas, verdes y el Partido Democrático Libre– ha endurecido su posición y ha introducido nuevos controles fronterizos con Polonia y la República Checa, según anunció la ministra de Interior, Nancy Faeser. “Si no protegemos mejor las fronteras exteriores, entonces las fronteras abiertas dentro de la UE están en peligro”. La explicación oficial es la lucha contra los traficantes de personas: “Queremos prevenir los movimientos evasivos de los traficantes con controles flexibles y móviles en distintos puntos”.

El Gobierno alemán también ha anunciado este viernes un acuerdo con Polonia y República Checa para realizar patrullas conjuntas con la policía federal en territorio de estos dos países. “Además, estamos formando un grupo operativo conjunto para garantizar la máxima presión investigadora sobre las bandas de traficantes”, ha dicho la ministra.

Al margen de lo que puedan hacer organizaciones humanitarias, la élite política de 2023 quiere cerrar las “puertas abiertas” que dejó Merkel. “Son muchos los que vienen a Europa y a Alemania, los números han crecido de forma dramática”, decía Scholz hace unos días. “Quien llega a Polonia debe ser registrado allí y, allí, llevar a cabo el proceso de demanda de asilo”, decía el canciller sobre los nuevos controles.

Andrea Schlenker, responsable del área de inmigración e integración de la ONG Cáritas Alemania, señala a elDiario.es que la respuesta que se ha dado al drama de los ucranianos ha estado marcada por “muchas soluciones pragmáticas”. Pero eso no ha supuesto que el debate público se haya llevado a un terreno “constructivo”. “El debate es desolador. Muchos se dejan llevar (de nuevo) por ruidosos populistas de derechas que no ofrecen soluciones reales”, lamenta Schlenker.

El diario Bild, el periódico más leído del país, lleva semanas hablando de que el país vive una “crisis de refugiados” como la de 2015 y 2016. La situación es tal para las administraciones locales que ya son habituales las quejas de responsables de Interior de estados federados sobre las carencias con las que se está haciendo frente a la situación migratoria.

En el Land de Brandenburgo, el estado federado que envuelve a Berlín, según estimaciones de Interior, en agosto entraron en centros de acogida 35 migrantes al día. En septiembre han llegado 57 diarios.

La migración irregular es otro de los temas que viene a complicar el debate sobre el asilo en Alemania. Se suele describir como otro problema acuciante. Las cifras sobre migración bailan por su propia naturaleza. Pero, según fuentes policiales citadas por el diario conservador Die Welt, en los primeros ocho meses del año se han contado 71.000 entradas “no permitidas en el país”. En 2022, fueron casi 92.000.

Otras medidas

Scholz y la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU) han acercado posiciones de un tiempo a esta parte en materia migratoria. Por lo visto, el canciller no quiere lanzarse a tomar medias así sin el principal partido de la oposición.

Además de los controles “flexibles y móviles”, otras medidas contra la migración comienzan a tener cierto peso en el debate público. Por ejemplo, en Sajonia, estado federado del este alemán, se ha escuchado al presidente, el democristiano Michael Kretschmer, apostar por reducir los 410 euros de ayudas mensuales que reciben los demandantes de asilo.

Este verano, el político de la CDU Thorsten Frei, responsable del grupo parlamentario democristiano en el Bundestag, plantea incluso la abolición del derecho individual de asilo y su sustitución por una “garantía institucional”. “Resulta aterrador cómo incluso políticos pertenecientes a partidos cristianos abogan por medidas inhumanas”, lamenta Schlenker, de Cáritas.

“Ofensiva de expulsiones”

En el FDP, socio tradicional de la CDU que actualmente integra el Gobierno de Scholz, los hay que han propuesto una “ofensiva de expulsiones” de inmigrantes, empezando por los que “hayan cometido delitos” y “los que no tengan motivos para quedarse”. “Nuestras capacidades son limitadas y muchos municipios ya están muy sobrecargados para alojar y atender a los solicitantes de asilo”, ha declarado al diario Rheinische Post el secretario general de la formación liberal, Bijan Djir-Sarai, político alemán de origen iraní.

En la coalición que lidera Scholz, Los Verdes tienen la imagen de partido más comprometido con las causas humanitarias. Sin embargo, esa imagen parece estar desvaneciéndose con declaraciones que preparan a su electorado y militantes para “decisiones moralmente difíciles”, según la expresión utilizada por una de sus principales figuras en el Gobierno, Robert Habeck, vicecanciller y ministro de Energía.

Habeck, Scholz y compañía están empeñados en que no se piense en otra cosa que difiera de lo que prometieron cuando firmaron el acuerdo de coalición tras las elecciones de septiembre 2021. En ese documento se lee: “Reduciremos la migración irregular y posibilitaremos la migración regular”.

La población alemana, por otro lado, parece apoyar todo esfuerzo que vaya en esa dirección. Hasta el 83% de los alemanes piensa que los políticos deben tomar medidas para reducir el número de migrantes en el país, según una reciente encuesta publicada en el Der Spiegel. Esa influyente publicación ha dedicado su portada y páginas centrales del penúltimo número de septiembre a la política de asilo en Alemania. “¿Podemos hacerlo otra vez?”, se lee en su primera página.

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