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La represión a jóvenes activistas aumenta en Túnez para borrar la memoria de la revolución

Imagen difundida en el marco de la campaña #FreeAzyz/ Fotografía: Lilia Weslat

Thais Bonilla / Nacho G. Pedraza

Novact —

En 2011, Túnez se erigió como símbolo de la llamada Primavera Árabe. Ben Ali, presidente del país desde 1987, abandonó su mandato tras meses de movilizaciones populares, y se convocaron elecciones para una Asamblea Constituyente. Los primeros comicios democráticos del país. Parecía la transición perfecta. Sin embargo, “los partidos, incluidos los de la izquierda, no abren la boca. No hay ya una 'dictadura islámica' a quien culpar de las vejaciones y los abusos. Ahora, tenemos un gobierno 'técnico', fruto de un diálogo nacional y tenemos 'la constitución más bella del mundo”, apuntan con ironía desde medios de comunicación alternativos del país. Y es que ningún gran medio, ni partido político, se ha hecho eco de la detención y posterior liberación del que ya es un símbolo para los y las jóvenes que creyeron y apostaron por la revolución. Una detención, que además, se ha amparado en la famosa Ley 52, utilizada durante la dictadura de Ben Ali para silenciar a los disidentes.

“El aparato del estado es el mismo que el que teníamos durante Ben Ali. El Ministerio del Interior y la Policía son quienes tenían, y siguen teniendo, el control. El poder legislativo está sometido al aparato del Estado. Prueba de ello es la liberación, en las últimas semanas, de la mayoría de cargos del gobierno de Ben Ali, que fueron encarcelados como responsables de la represión durante la revolución. Ellos son liberados, mientras que los que ahora critican el sistema, son encarcelados”, sentencia Khaled Amami, reconocido activista por los derechos humanos y padre de Azyz.

Un símbolo activista

Azyz Amami, de 31 años, es uno de los personajes más importantes de la revolución de 2010-2011. Su blog se convirtió en el centro neurálgico de las noticias sobre represión policial y venganzas del régimen de Ben Ali contra las sublevaciones populares. De hecho, fue detenido y torturado por la policía en 2011.

Sus últimos trabajos se han centrado en reivindicar la memoria de la revolución; destacando y denunciando la falta de reparación a las familias de las víctimas. También, se ha esforzado en hacer públicas las persecuciones actuales que están sufriendo jóvenes que participaron en acciones durante los cambios políticos.

“El caso de Azyz es más visible por su abierta y conocida implicación en la denuncia de las violaciones de derechos humanos que se están produciendo en el país. Hace poco inició la campaña Yo también quemé una comisaría, aportando pruebas de la implicación de la propia policía en la quema de dichas comisarías. Su detención se produjo pocos días después de que hiciera estas acusaciones en televisión. ¿Casualidad?”, se pregunta Inés Tlili, cineasta y promotora de la campaña por la liberación de los jóvenes detenidos.

La cineasta destaca que “lo que estamos viviendo ahora, con la escalada de represión de los movimientos sociales críticos con la transición, no es sino un tanteo por parte del aparato del Estado para ver hasta dónde pueden llegar, para ver las fuerzas que tenemos”.

La detención de Azyz y Sabri produjo múltiples manifestaciones en el país pidiendo su libertad. Además, se inició una campaña online, utilizando en Twitter el hashtag #FreeAzyz #FreeSabri para reivindicar no solo la liberación, sino también para hacer pública la situación real del país árabe. Además, a través de la plataforma Change.org se han recogido firmas por el cambio en la legislación vigente en el país.

“La campaña en redes sociales y círculos políticos y activistas ha contribuido sin duda a poner en aprietos a las autoridades tunecinas”, señalan Francisco Fernández y Santiago Alba Rico en la publicación Tunisia in Red.

Finalmente, el pasado día 23 de mayo fueron liberados en un juicio de más de 10 horas de duración y bajo la atención de cerca de 800 personas, que esperaron el veredicto bloqueando la carretera principal del Tribunal de Primera Instancia de Túnez.

Sin embargo, el resultado de la sentencia es lo que menos importa. Activistas y movimientos sociales ya no confían en el actual Gobierno y están convencidos de que lo que sucede no acaba con este caso: “Es más importante lo que ocurra a partir de ahora y el cómo nos organicemos para pararlo, que el resultado del Juicio”, sentencia el padre de Azyz.

Pese a ello, la liberación es un empujón que dota de energía y fuerza a jóvenes revolucionarios que han seguido muy activos durante estos tres años en zonas alejadas de la capital, como Sidi Bouziz o Memzel Bouzain, entre otras.

Intereses económicos

Khaled Amami, padre de Azyz, señala a los intereses económicos internacionales y nacionales como gran problema de la transición actual: “el dinero para apoyar el proceso de transición está llegando desde los países del Golfo, desde Europa y los Estados Unidos. Solo Francia tiene más de 1200 empresas en el país.

Lo que a todos les interesa es que haya estabilidad para poder seguir haciendo negocios. Desde Europa, se sigue apoyando a los aparatos del Estado y siguen controlando a dónde van dirigidos los fondos de ayuda a la transición. Lo que nos hace falta es que dejen de dar dinero al mismo aparato que gobernaba en tiempos de Ben Ali“.

Inés Tlili coincide y añade que lo que sucede en Túnez no es un hecho aislado: “Es algo que está sucediendo también en España, en Italia, en Grecia, en Egipto... Cada uno con su especificidad y en su contexto. La represión de los movimientos surgidos al calor de la primavera del 2011 no es algo aislado, como tampoco han de serlo nuestras luchas”.

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