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Así es un vuelo secreto de deportación del Gobierno

Agentes de la Policía Nacional trasladan hasta el avión a un grupo de inmigrantes desde Melilla a la península (imagen de archivo).

Gabriela Sánchez

La cifra la conocimos este martes, pero poco sabemos de cada uno de ellos. El Ministerio del Interior fletó 134 vuelos de deportación en 2014, según los datos recopilados por la Defensora del Pueblo este martes. Los 134 operativos secretos, sobre los que el Gobierno se niega a informar, esconden 3.373 historias, decenas de denuncias de abusos policiales, sedaciones forzosas, familias separadas de la noche a la mañana, un adiós desde el otro lado de una mampara. Recreamos, a partir de las historias recabadas por eldiario.es, las denuncias de colectivos sociales y la normativa policial, el proceso de las repatriaciones en España.

Días/horas antes: Para la mayoría, la confirmación de su expulsión forzosa llega en los calabozos horas antes de embarcar (1.736 repatriaciones más desde comisarías que desde los Centros de Internamiento para Extranjeros en 2013, con garantías jurídicas mínimas, según los expertos). Para otros, aparece reflejada en un temido documento entregado a las personas encerradas en un CIE: la notificación de expulsión, un papel donde, en el mejor de los casos, la dirección del centro avisa de la fecha y hora que determinará el fin de su vida en España. Aunque el Ejecutivo está obligado a advertir de una deportación desde los CIE con al menos 12 horas de antelación, a veces esta carta nunca llega.

17:00 horas. Una voz comienza a citar una serie de números a través de los altavoces del Centro de Internamiento para Extranjeros de Madrid. Esas cifras corresponden a personas de nacionalidades concretas: Senegal y Mali. Les piden que acudan a una sala determinada. Todos saben de qué se trata, aunque algunos no habían sido avisados y se acaban de enterar de que a las 21:15 tomarán un vuelo a su país de origen. La ansiedad acumulada pocos días antes, tras la recepción de la primera notificación de expulsión de sus compañeros, comienza a estallar.

17:15 horas. Muchos dicen que no, que su vida está aquí, que no se pueden marchar. Los agentes acuden a recogerlos a sus celdas del CIE. En este momento, la Policía comienza a emplear la fuerza para congregar al grupo de personas que ocupará el avión fletado por el Ministerio del Interior, según testimonios recabados por este medio. Aquellos que aceptan resignados su expulsión obligada empiezan a escuchar preocupados algunos gritos de otros compañeros: “Soltadme, soltadme. No me voy a ir”, chilló Abdou (nombre ficticio) un compañero de Pape, el pasado 20 de noviembre en el CIE de Aluche. “Tiene mujer e hijos en España. Es que él no se podía ir”, contó a eldiario.es Pape días más tarde, ya desde Senegal.

17:20 horas. La desesperación de algunas de las personas que se resisten a su expulsión desemboca en ocasiones en la autolesión. Buscan conseguir más tiempo. Abdou utilizó una cuchilla de afeitar. Sandra se hizo cortes con un envase de yogur. Luis se tragó pilas. La Policía llama a los médicos del centro mientras intentan conseguir que no se hagan más daño. En ocasiones, acuden a la violencia, según las denuncias. En otras, el médico del CIE opta por la sedación forzosa, según confirmó la Policía Nacional a eldiario.es, una práctica permitida en el protocolo policial que regula los operativos de repatriación, como publicó eldiario.es.

18:00 horas. Las personas repatriadas son trasladadas a los furgones policiales. Las manos de prácticamente todos ellos están engrilletadas con una especie de cuerda negras que en ocasiones se sustituyen por esposas. La resistencia a la deportación de algunos de ellos suele multiplicarse en estos momentos, cuando ven más cerca el retorno forzoso a su país.

18:10 horas. Desde el interior de uno de los vehículos para efectuar el traslado al aeropuerto, Pape observó a su compañero Abdou agarrado en volandas por varios agentes. “Parecía una momia. Tenía amarrados los pies, hasta las rodillas; y las manos, con las palmas juntas, como si aplaudiese, hasta las muñecas”, recuerda. La 'cinta reforzada', una especie de cinta aislante, forma parte del inventario de medios antidistirbios incluido en el protocolo de repatriaciones. Fuentes policiales no oficiales aseguran a eldiario.es que la utilizan para atar “como una momía” a los inmigrantes que se resisten –casualmente utilizaron exactamente las mismas palabras de Pape–. Defienden que es un método “menos dañino”.

18:20. Traslado al aeropuerto. En ocasiones, surgen manifestaciones de pánico a la repatriación en el interior de los vehículos, según algunos de los repatriados consultados.

“Un amigo rompió con su mano la luz interior del coche para cortarse la mano e intentar evitar así su deportación. Y empezó a sangrar. Entonces, un agente se giró y me dio en la cabeza. Me preguntó quién lo había roto, pero después de pegarme. Yo le dije que si me lo decía así no le iba a responder y que, además, no era un chivato. Después observó la mano ensangrentada de mi compañero. No me pidió perdón”.

18:45. Llegada al aeropuerto. Muchos testimonios mencionan una larga espera en el interior de los vehículos, no suelen permitir que las personas repatriadas permanezcan en zonas públicas. Por lo general, pasan de furgón al avión.

20: 00. La Policía continúa empleando la fuerza para lograr subir al avión a aquellas personas que se niegan a hacerlo. El despliegue policial de agentes en los vuelos de deportación, como mínimo, iguala en número a las personas deportadas, según su normativa interna. Al operativo debe acudir un médico y un enfermero, pero ambos son funcionarios de la Policía que pueden decidir sedar a los pasajeros del vuelo que se resistan, siempre por “motivos de seguridad”.

21: 10. Suben al avión con destino a Dakar (Senegal) y escala en Bamako (Mali). Las personas deportadas continúan engrilletadas y son escoltadas al menos por un agente. Nunca juntan a dos repatriados: al menos un asiento los separa. A su lado, al menos un policía antidisturbios vestido de paisano –aunque con un chaleco identificativo– por persona. Según los testimonios, las fuerzas de aquellos que mostraban resistencia flaquean una vez que están en el interior de la nave. Muchos se rinden, pero otros no. Algunas de las personas expulsadas por esta vía mencionan gritos, vómitos provocados, golpes policiales.

Este ciudadano dominicano utilizó los minutos anteriores al despegue para intentar frenar su expulsión en un vuelo comercial, donde los pilotos pueden decidir negarse a volar con un pasajero en contra de su voluntad. Así reaccionó el dispositivo policial a bordo:

21:20. Despega el avión. A pesar de estar en el aire, los golpes continúan si los pasajeros muestran resistencia, según los testimonios recabados. Si tienen ganas de ir al baño, tendrán que decírselo al agente. No pueden acudir al servicio sin escolta policial.

“Estábamos en el avión. Llevábamos un rato. Yo veía que los policías a veces pegaban a mis compañeros; pensaba que estaban protestando. Tenía ganas de ir al baño y me levanté. El agente me dio en la espalda de forma inmediata. No es un golpe normal, duele mucho porque llevan unos guantes con hierros o algo parecido, parece que se te rompen los huesos”.

22:20. Según los relatos de los repatriados consultados, a medida que el vuelo avanza la resistencia de aquellos que se negaban a regresar se apaga. Ya está.

01:00. Llevan varias horas de vuelo, pero no les permiten acceder a sus objetos personales, que permanecerán requisados por la policía hasta pisar el suelo de su país de origen. Así también evitan la realización de fotografías. Los policías, cuando el ambiente ya está más calmado, ven películas en su ordenador para entretenerse. Los repatriados no pueden.

5:00. Llegada a Dakar tras la escala en Mali. Después del aterrizaje, los agentes que custodian el vuelo reparten los paquetes con las pertenencias de cada uno, aquellas que les habían requisado durante su internamiento en el CIE. También reciben 50 euros para poder viajar un lugar donde pasar la noche. A su llegada, a algunos les espera la familia que se quedó allí, otros no tuvieron tiempo de avisar. O no tienen nada ni a nadie, todo lo dejaron en España. También están los que prefirieron no llamar, para no agachar la cabeza antes de tiempo. Así le pasó a Babacar. Se resistía a reconocerlo, pero lo acabó haciendo días más tarde, desde Dakar.

“No he querido dar muchos detalles. No cuento mucho. Me duele. También me alegro mucho de volver a verlos... Es difícil. Ahora he vuelto sin nada. Estoy en la misma situación por la que arriesgué mi vida por llegar a España. Pero tengo que tener la cabeza alta”.

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