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Sobre este blog

Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.

El certero análisis de los problemas de las ciudades de un extremista llamado Francisco

Ahí va un radical antisistema

Pedro Bravo

Esta semana he decidido que escribe otro por mí. Así que, abro comillas:

“Advertimos el crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades que se han hecho insalubres para vivir, debido no solamente a la contaminación originada por las emisiones tóxicas, sino también al caos urbano, a los problemas del transporte y a la contaminación visual y acústica. Muchas ciudades son grandes estructuras ineficientes que gastan energía y agua en exceso. Hay barrios que, aunque hayan sido construidos recientemente, están congestionados y desordenados, sin espacios verdes suficientes.

En algunos lugares, la privatización de los espacios ha hecho que el acceso de los ciudadanos a zonas de particular belleza se vuelva difícil. Suele encontrarse una ciudad bella y llena de espacios verdes bien cuidados en algunas áreas ‘seguras’, pero no tanto en zonas menos visibles, donde viven los descartables de la sociedad.

Junto con el patrimonio natural, hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado. Es parte de la identidad común de un lugar y una base para construir una ciudad habitable. No se trata de destruir y de crear nuevas ciudades supuestamente más ecológicas, donde no siempre se vuelve deseable vivir. Hace falta incorporar la historia, la cultura y la arquitectura de un lugar, manteniendo su identidad original. Es la cultura no sólo en el sentido de los monumentos del pasado, sino especialmente en su sentido vivo, dinámico y participativo, que no puede excluirse a la hora de repensar la relación del ser humano con el ambiente.

Dada la interrelación entre el espacio y la conducta humana, quienes diseñan edificios, barrios, espacios públicos y ciudades necesitan del aporte de diversas disciplinas que permitan entender los procesos, el simbolismo y los comportamientos de las personas. No basta la búsqueda de la belleza en el diseño, porque más valioso todavía es el servicio a otra belleza: la calidad de vida de las personas, su adaptación al ambiente, el encuentro y la ayuda mutua. También por eso es tan importante que las perspectivas de los pobladores siempre completen el análisis del planeamiento urbano.

Hace falta cuidar los lugares comunes, los marcos visuales y los hitos urbanos que acrecientan nuestro sentido de pertenencia, nuestra sensación de arraigo, nuestro sentimiento de ‘estar en casa’ dentro de la ciudad que nos contiene y nos une. Es importante que las diferentes partes de una ciudad estén bien integradas y que los habitantes puedan tener una visión de conjunto, en lugar de encerrarse en un barrio privándose de vivir la ciudad entera como un espacio propio compartido con los demás. Así los otros dejan de ser extraños, y se los puede sentir como parte de un ‘nosotros’ que construimos juntos.

La falta de viviendas es grave en muchas partes del mundo. No sólo los pobres, sino una gran parte de la sociedad sufre serias dificultades para acceder a una vivienda propia. La posesión de una vivienda tiene mucho que ver con la dignidad de las personas y con el desarrollo de las familias. Es una cuestión central de la ecología humana. Si en un lugar ya se han desarrollado conglomerados caóticos de casas precarias, se trata sobre todo de urbanizar esos barrios, no de erradicar y expulsar. Al mismo tiempo, la creatividad debería llevar a integrar los barrios precarios en una ciudad acogedora: ¡Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo! ¡Qué lindas son las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro!

La calidad de vida en las ciudades tiene mucho que ver con el transporte, que suele ser causa de grandes sufrimientos para los habitantes. En las ciudades circulan muchos automóviles utilizados por una o dos personas, con lo cual el tránsito se hace complicado, el nivel de contaminación es alto, se consumen cantidades enormes de energía no renovable y se vuelve necesaria la construcción de más autopistas y lugares de estacionamiento que perjudican la trama urbana. Muchos especialistas coinciden en la necesidad de priorizar el transporte público. Pero algunas medidas necesarias difícilmente serán pacíficamente aceptadas por la sociedad sin una mejora sustancial de ese transporte, que en muchas ciudades significa un trato indigno a las personas debido a la aglomeración, a la incomodidad o a la baja frecuencia de los servicios y a la inseguridad.

No todos están llamados a trabajar de manera directa en la política, pero en el seno de la sociedad germina una innumerable variedad de asociaciones que intervienen a favor del bien común preservando el ambiente natural y urbano. Por ejemplo, se preocupan por un lugar común (un edificio, una fuente, un monumento abandonado, un paisaje, una plaza), para proteger, sanear, mejorar o embellecer algo que es de todos. A su alrededor se desarrollan o se recuperan vínculos y surge un nuevo tejido social local”.

En efecto, el que me ha quitado el puesto esta semana es Jorge Mario Bergoglio. A estas alturas, ya todo el mundo sabe que el Papa Francisco ha sacado una encíclica tan ecologista como una lancha de Greenpeace desafiando a un petrolero pero no se ha hablado tanto del enfoque urbano de muchas de los argumentos de Laudatio Si’, que así se llama su carta sobre “la casa común”. No sé si he infringido alguna norma de copyright católico, pero me he tomado la libertad de resumir y juntar más o menos todo lo dicho sobre ciudad en el texto papal. Y, visto así en conjunto, es como si al hombre le hubiese inspirado una santísima trinidad formada por Jan GehlAntanas Mockus y Ada Colau. El Papa trata en su encíclica muchos de los fregados esenciales de las ciudades del mundo: desigualdad, urbanismo social, transporte y movilidad, gestión de residuos, vivienda y hasta gentrificación y política de lo común. Y lo hace, parece que muy bien asesorado desde la Universidad Católica Argentina y por más de 200 colaboradores, con conocimiento y criterio.

Lo que dice Francisco en su encíclica es lo evidente, lo que muchos ya sabemos desde hace mucho, lo que construye mejores ciudades y mejores sociedades. Pero es, al mismo tiempo, lo que muchos otros se niegan a aceptar y a hacer, lo opuesto a las políticas, economías y mensajes de tantísimos mandamases de todo el mundo. De hecho, son esas políticas, economías y mensajes los que han provocado que este señor que dirige una organización tan importante y tan cómplice hasta hace nada con mucha cosa fea, haya dado este golpe encima de la mesa. Sus ideas sobre cómo debe ser una ciudad decente, por ejemplo, están muy cerca de las que han propuesto las candidaturas de confluencia que se han presentado, y ganado en algunos casos, en las municipales españolas. Ideas, por tanto, que lo convierten automáticamente en populista, extremista y radical a los ojos de Rajoy y el resto de la clase política tradicional, pero también para buena parte de los medios de comunicación de aquí, desde La Razón a El País.

Vamos, que últimamente no hay dios que entienda lo que pasa en este mundo. Y amén.

Sobre este blog

Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.

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