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Comer carne de bajo precio es “decisión política”, según una experta en Paraguay

Comer carne de bajo precio es "decisión política", según una experta en Paraguay

EFE

Asunción —

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Comer un plato de carne producida industrialmente acarrea unas implicaciones de las que el consumidor no es consciente, como fomentar la desaparición de las ganaderías tradicionales o contribuir al agotamiento del agua de áreas del Cono Sur, donde están algunos de los mayores productores de ganado.

Es por ello que el hecho de comprar en un supermercado un corte de carne de bajo precio es una “decisión política”, dijo a Efe la alemana Ingrid Wehr durante la presentación en Asunción del Atlas de la Carne, un análisis de los modos de alimentación y producción ganadera elaborado por 21 expertos de todo el mundo.

“Es una decisión política porque la producción industrializada de carne tiene un impacto territorial, puede provocar pueblos desplazados de sus tierras y migraciones hacía centros urbanos”, dijo Wehr, representante en el Cono Sur de la Fundación Heinrich Böll.

Wehr, quien insistió que no aboga por la dieta vegetariana, sino por potenciar el consumo de carne orgánica y criada con los modos tradicionales, hizo hincapié en el negativo impacto que tiene en el medio ambiente de los países productores y exportadores de ganado el sobreconsumo de carne industrial en el mundo.

“Lleva a un agotamiento del agua porque exige un gran consumo de agua para el cultivo del ganado y además el consumo de carne sigue creciendo en el mundo”, indicó ya durante la presentación del informe, en el Teatro Municipal de la capital paraguaya.

Wehr señaló además el riesgo que supone para el consumidor alimentarse con una carne que, al estar producida de forma intensiva, requiere de hormonas y otras sustancias no saludables.

También se refirió a la composición de los piensos y forrajes que come el ganado, en muchas ocasiones elaborados a partir de soja o maíz transgénico, que según ella son perjudiciales para la salud, a lo que se añade el uso de pesticidas para fumigar esos cultivos.

Según ella, se trata de los “costos ocultos de la carne”, en el sentido de que los precios del producto no revelan los daños que ocasionan en el medio ambiente, la biodiversidad y el clima.

Otro de esos “costos” que no están a la vista del consumidor, serían, según la experta, los salarios de los trabajadores de los frigoríficos y mataderos de los grandes productoras, como Brasil o India, que son los que permiten los bajos precios de la carne que luego se vende en las grandes superficies comerciales.

Agregó que la alternativa que proponen es impulsar la ganadería orgánica, de bovinos y ovinos, con menos paquetes tecnológicos y proyectos de incentivos para la Conservación de Pastizales en regiones productoras como el Cono Sur.

Mencionó así que en 2012 Argentina tenía unos 3 millones de hectáreas de superficie y más de 67.000 cabezas de ganado bajo el sistema de ganadería orgánica.

En cuanto a Paraguay, que es el sexto productor de ganado del mundo, Wehr indicó que este se alimenta principalmente en pastizales, aunque comentó que el auge de las plantaciones de soja en el país sudamericano, que luego se transforman en pienso para ganado en Europa, contribuyen a preservar la misma cadena.

En ese sentido, Elias Días, coordinador general del grupo ecologista Sobrevivencia, indicó que en Paraguay la producción de soja es un negocio que requiere de grandes zonas de monocultivo y la utilización de agrotóxicos que perjudican la salud de la población.

De acuerdo con Díaz, el cultivo intensivo de soja en Paraguay “destruye los bosques y la diversidad, desplazando a los campesinos y a las comunidades indígenas a las áreas rurales y acaba con el trabajo rural y la agricultura familiar y campesina”.

El Atlas de la Carne se publicó en inglés en 2013 y el pasado año se presentó en la versión en español y ahora en adaptaciones para cada país del Cono Sur.

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