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El alarmismo sobre los efectos en el empleo del aumento del salario mínimo no se sustenta en datos

Imagen de archivo de una camarera en una terraza.

Laura Olías

La subida del salario mínimo interprofesional (SMI) recogida en el acuerdo presupuestario entre el Gobierno y Unidos Podemos acaparó la mayoría de los titulares. No es para menos: el aumento ascendería al 22,3% en un año, el mayor de la democracia. El alza ha revitalizado un histórico debate entre economistas sobre los efectos en el empleo de las subidas del salario mínimo. También el alarmismo de algunos sectores conservadores que auguran la destrucción de puestos de trabajo. Varios expertos que advierten de las posibles consecuencias negativas reconocen, no obstante, que por el momento no hay evidencias empíricas contundentes sobre ellas en la práctica del mercado laboral en España.

Tras el anuncio de la subida pactada hasta los 900 euros mensuales en 14 pagas, las alarmas sobre la destrucción de puestos de trabajo saltaron desde la patronal y otros gabinetes de estudios liberales, como suele ser habitual en estos casos. El candidato a suceder a Joan Rosell al frente de la CEOE, Antonio Garamendi, ha afirmado que “puede llegar un momento en el que las empresas no puedan pagar ni contratar a la gente” y desde el Instituto de Estudios Económicos (IEE, think tank de la patronal) han lanzado el mismo mensaje: “Ralentizará la creación de empleo a tiempo completo, fomentará la contratación temporal y la economía sumergida y elevará el paro estructural de los jóvenes y de los trabajadores menos cualificados”.

Esos mensajes ya se han difundido con anterioridad, con la subida del 8% del SMI en 2017 –de las más contundentes de los últimos años–, pero el incremento se compaginó con una fuerte creación de empleo. La ministra de Economía, Nadia Calviño, ha reconocido que la literatura económica da cuenta de un “impacto mixto” de las subidas del SMI, con efectos negativos y positivos, pero que “a ella le gusta reflexionar sobre los hechos”.

Calviño ha subrayado además que “la creación de empleo no se resintió, sino que aceleró en los grupos de edad más bajos”, uno de los colectivos que según la teoría económica resultaría más afectado por la destrucción de empleo según los críticos a la subida del SMI. En los dos últimos años –con subidas del 8 y del 4% del salario mínimo– el crecimiento del número de asalariados menores de 25 años ha sido muy superior al del conjunto de empleados: por encima del 10% y en torno al 3%, respectivamente. Aun así la tasa de paro juvenil en España se mantiene muy elevada (33,6%), la segunda más alta de la UE solo por detrás de Grecia (39,1%).

Sin estudios concluyentes sobre los efectos negativos

“Con los estudios que tenemos de momento, dadas las evidencias del mercado laboral español, no podemos llegar a conclusiones muy contundentes, porque no se han dado circunstancias como las de ahora”, afirma a este medio Florentino Felgueroso, economista investigador de Fedea. En un artículo junto a Marcel Jansen en el blog 'Nada es Gratis', los dos especialistas en el funcionamiento de los mercados de trabajo defienden aun así que el incremento del SMI acordado es “arriesgado, por no decir imprudente”.

Felgueroso y Jansen subrayan el “brusco” aumento, para el que no ven justificación posible “en que no existe evidencia suficientemente consistente de impactos negativos de las subidas recientes del SMI”. Felgueroso explica a este medio que la subida del 8% de 2017 se dio en circunstancias distintas: con varios años previos de congelación salarial y con una cobertura del SMI (o porcentaje de asalariados perceptores del salario mínimos sobre el total) muy baja.

Si se cumple el incremento hasta los 900 euros en 2019, apunta el investigador de Fedea, la cobertura aumentará notablemente: de entre un 3,2% y 3,8%, en 2018 (según el mes) hasta una tasa del 7,6 a 8,9% en 2019. Dentro de los trabajadores que perciben el SMI, además de los jóvenes y los empleados poco cualificados del sector servicios, destaca la mayor presencia de mujeres que de hombres. El 17% de los trabajadores en España tiene ganancias bajas, esto es, por debajo de 12.900 euros al año aproximadamente. De ellos, el 64% son mujeres, según la Encuesta de Estructura Salarial.

En cualquier caso la baja tasa empleados que perciben el sueldo mínimo ha limitado mucho hasta ahora los posibles efectos de esta medida. El Banco de España analizó la subida del 8% del pasado año con un modelo de “probabilidad de perder el empleo” en los siguientes doce meses tras la subida del SMI. El resultado apuntaba a “un impacto potencial relativamente reducido para la economía en su conjunto”: un descenso del empleo del 0,1% en el caso de la subida del SMI aprobada en 2017, que llegaría al 1,4% con una simulación de 950 euros mensuales en 2020.

Un aumento del 22% en un año

José Moisés Martín, miembro de Economistas Frente a la Crisis, sostiene que “los estudios que tenemos no permiten asegurar que una subida del SMI tenga un efecto negativo en el empleo”, aunque sí reconoce que existe un reto en comprobar qué ocurriría ante un incremento tan fuerte de golpe del salario mínimo: “No hay evidencias sobre qué es lo que pueda ocurrir, los estudios analizan subidas graduales”. El economista, así como Felgueroso, no encuentra un ejemplo a nivel internacional que pueda servir de referencia a España en este sentido.

El World Economic Forum destacaba recientemente que Corea del Sur ha pasado de ser uno de los países del mundo que menor reducía la desigualdad a convertirse en uno de los mejores en este sentido. El organismo enumeraba tres medidas que ha tomado el país asiático en el último año, entre las que figura un aumento del salario mínimo del 16,4%.

Florentino Felgueroso precisa que lo que sí ha quedado probado empíricamente es que el aumento del SMI “no es mejor instrumento para reducir desigualdad” y recomienda abordar cuestiones como la baja intensidad del trabajo (trabajadores empleados durante menos tiempo del que están disponibles para trabajar). Expertos en desigualdad y precariedad laboral, como Raül Segarra y Luis Sanzo González, coinciden en esta idea y señalan la necesidad de abordar otras medidas complementarias más allá de incrementar los salarios.

José Moisés Martín indica como posible efecto positivo el aumento del consumo privado de los beneficiarios de la subida del SMI, aunque sea limitado por su pequeña proporción respecto al total de trabajadores, y subraya también que España tiene margen para incrementar su salario mínimo dada su productividad, en comparación con otros países europeos, como Países Bajos y Portugal.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que, aunque el debate sobre las consecuencias del SMI en el empleo es controvertido, “son cada vez más numerosos los autores que consideran que los efectos de los salarios mínimos en el empleo suelen ser reducidos o incluso insignificantes (y, en algunos casos, positivos)”. En un estudio de 2017 sobre las subidas del salario mínimo en varios países de América Latina, la OIT concluye que “no es posible anticipar efectos determinísticos sobre el empleo a partir de aumentos del salario mínimo”.

De cumplirse el aumento del 22%, España comprobará sus efectos en la práctica y los analistas deberán esperar para estudiar sus efectos. Flotentino Felgueroso destaca que “la preocupación está ahí” de cara a un “cambio tan brusco” en un momento en el que se aprecia el inicio de una cierta desaceleración económica, mientras que José Moisés Martín considera que por el momento “no se puede adelantar nada” y advierte que los que ahora anticipan una “hecatombe del empleo son los que hubieran dicho lo mismo con un subida del 5%”.

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