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'Hotel explotación: las Kellys', la historia de las limpiadoras que perdieron el miedo con la crisis

Las Kellys en una protesta en Barcelona durante el rodaje del documental

Mónica Martín / Laura Olías

“¿Quién sabía quiénes éramos?”. La voz de una limpiadora de hotel, camarera de pisos como se las denomina, resuena en un pasillo plagado de habitaciones. En el medio, un carrito sin dueña cargado de sábanas y productos de limpieza. “Nadie”, afirma sin dejar tiempo de respuesta. Pero ellas, las que limpian, se plantaron ante unas lógicas empresariales que durante la crisis minaron sus condiciones laborales y, sobre todo, estaban deteriorando su salud. Se organizaron y pusieron en el mapa de la precariedad esta profesión feminizada. Ahora pocos desconocen quiénes son “las Kellys”.

Ese recorrido desde la invisibilidad individual a la lucha colectiva es el que dibuja plano a plano la directora Georgina Cisquella en el documental 'Hotel Explotación: las Kellys', que se estrenó este martes en Madrid y que verá la luz el próximo 29 de noviembre en Barcelona. La cineasta, que ya ha retratado otras reivindicaciones laborales como 'El efecto Iguazu' (2003) y Coca-cola en lucha (2016), presenta el recorrido durante dos años de algunas de las protagonistas de la Asociación Las Kellys, que se reparte por casi todo el país.

“Es una película artesana, activista, de presupuesto limitado”, reconoció Cisquella en la presentación de la película en Madrid. No esconde su objetivo: poner el foco en la precariedad que sufren estas mujeres en su trabajo diario y acompañarlas en su proceso de empoderamiento como colectivo social.

“Sostenemos al primer motor de la economía de este país: el turismo”, cuenta una de las camareras de piso del Hotel Hilton. Vive en Barcelona desde hace 23 años y evoca con una mezcla de nostalgia y desasosiego las condiciones laborales de la época de los Juegos Olímpicos del 92. “Antes limpiábamos 15 habitaciones, ahora hacemos el trabajo de dos personas limpiando alrededor de 30 y los hoteleros se enriquecen a costa de nuestro trabajo, esfuerzo y salud”.

Las trabajadoras explican que a partir de 2012 –año en que el Gobierno de Mariano Rajoy aprueba la reforma laboral– los despidos de camareras de piso de hoteles crecen al mismo tiempo que la externalización de su actividad. Las empresas multiservicios son contratadas en muchos hoteles para ocuparse de las tareas de limpieza, que conducen a la precarización de las trabajadoras, con una devaluación de sus salarios y más contrataciones a tiempo parcial y temporal. “Los turistas pagan entre 200 y 300 euros por habitación y nosotras nos llevamos 2 euros”, explica una kelly en Madrid sobre las condiciones en hoteles de cuatro estrellas.

La situación de las camareras de piso en viviendas de uso turístico no mejora con respecto a las limpiadoras de hotel. La película muestra cómo acuden a los apartamentos por sus propios medios, cargadas con todos los objetos de limpieza. A veces, en una mañana tienen que hacer tres o cuatro pisos además de cumplir con horas extras que nadie les paga.

“He venido a trabajar, no a ser esclava”, relata una limpiadora que trabaja 12 horas diarias. “No veo mucho a mis hijos y cuando los veo e intento sentarme con ellos a hacer los deberes me quedo dormida”, cuenta mientras se toma una pastilla y se aplica una pomada para el dolor de brazos. No es el único dolor que padece. Va a trabajar cada día enfundada en protecciones de varias partes de su cuerpo para paliar las molestias.

El empoderamiento de un colectivo oculto

“Queremos poner la voz en la calle y decir basta”, dice un grupo reducido de camareras de piso que se concentra enfrente de un hotel de Benidorm reclamando sus derechos. En Lanzarote, varias limpiadoras se movilizan delante de una agencia de contratación denunciando las prácticas abusivas de las empresas multiservicios que las deja fuera del convenio sectorial. Al mismo tiempo, las calles de Barcelona se tiñen de verde y morado mientras un grupo de Kellys gritan “si nos tocan a una, nos tocan a todas”.

Desde distintos suelos se organizan y se defienden a sí mismas, ante la falta de atención de los sindicatos mayoritarios, según denuncian las trabajadoras y con los que son muy críticas. El vínculo entre ellas crece al mismo tiempo que disminuye su miedo y crean las asociaciones de Kellys en distintos puntos geográficos. Luchan por un Estatuto de los Trabajadores que las proteja y reivindican la prohibición de las externalizaciones de sus tareas, que consideran parte de la actividad principal de los hoteles.

También exigen que se controle la sobrecarga de trabajo y que las inspecciones funcionen. “Es una batalla larga pero si conseguimos mejoras, podemos convertirnos en valor de ejemplo para otros sectores con casos similares”, expone una portavoz de las Kellys Barcelona sobre el escenario de la huelga feminista del 8 de marzo.

Sus voces no solo se quedan en las puertas de los hoteles, también llegan al Congreso de los Diputados y al Parlamento Europeo. Un grupo de Kellys aterriza en Bruselas para exponer en la Eurocámara la situación de las camareras de piso en España: “Nuestro trabajo es feminizado, discriminatorio y afecta a miles de mujeres en todos los países de la UE, nuestros gobernantes se empeñan en llamarlo recuperación económica, nosotras queremos soluciones ya, nos dejamos la piel y la salud”.

Los representantes de la institución europea escuchan en silencio el discurso desalentador de la portavoz de las Kellys. Tras su intervención, la eurodiputada sueca, Cecilia Wikström, asegura que la Comisión Europea revisará si en España se cumple la legislación europea en materia laboral. Las muestras de apoyo de los eurodiputados españoles del PSOE y de Izquierda Unida provocan lágrimas de emoción entre las trabajadoras. “La salida de la crisis a nivel macroeconómico no se está trasladando a la vida de las personas”, subraya la eurodiputada socialista Iratxe García.

“El grupo visible de las camareras de piso es bastante reducido porque la mayoría tienen miedo a ser despedidas”, exponía Cisquella en conversación con eldiario.es. Un año después, las Kellys de Alicante, Asturias, Barcelona, Benidorm, Fuerteventura, Gran Canaria, Lanzarote, Mallorca y Madrid han contado su historia sin miedo. “Llevamos casi dos años de lucha y esto solo es el principio”.

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