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El BCE pide medidas económicas y fiscales que contrarresten sus “agresivas” subidas de tipos de interés

La directora de operaciones de mercado del BCE, Imene Rahmouni-Rousseau, a la izquierda, recibe al Rey Felipe VI, junto a la presidenta de la institución, Christine Lagarde, la economista del Comité Ejecutivo, Isabel Schnabel, y la vicepresidenta Nadia Calviño.

Daniel Yebra

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Primera gran disensión pública en el Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE) desde que en julio comenzara a subir los tipos de interés para luchar contra la inflación. La semana pasada, la alemana Isabel Schnabel aseguró que “no es el momento de que la política monetaria se detenga”. Este lunes, la voz italiana del principal órgano de decisión de la institución, Fabio Panetta, ha avisado de que no se deben “ignorar los riesgos de un ajuste excesivo” y pidió a los gobiernos medidas económicas y fiscales que contrarresten los daños que el propio BCE está causando al crecimiento y a las familias.

“Tendremos que aumentar aún más las tipos [...] para que la inflación regrese a nuestro objeitvo [el 2%]”, destacó Isabel Schnabel el jueves pasado. Su discurso, el más agresivo dentro de la institución, asume el riesgo de recesión y admite que “la política monetaria es más un machete de pescadería que un bisturí”, como gráficamente la describió recientemente el español Óscar Arce, director general de Economía del BCE.

Este lunes, Panetta ha ofrecido una visión matizada sobre la estrategia de “enfriar” la economía con el encarecimiento de la financión (hipotecas y peréstamos) para dañar el consumo de las familias y la capacidad de inversión de las empresas y conseguir así moderar las subidas de precios. “La calibración de nuestro ajuste de la política monetaria debe tener en cuenta la incertidumbre sin precedentes del mundo posterior a la pandemia”, ha advertido el italiano.

“Si nos apresuráramos demasiado y nos equivocáramos al concluir que los shocks de oferta [escalada del petróleo, cortes del suministro del gas ruso, cuellos de botella en el comercio mundial...] han deprimido el crecimiento potencial de manera duradera, podemos someter a la economía a un endurecimiento excesivo”, ha explicado.

Mientras, ha reconocido que no hay evidendicas de “efectos de segunda ronda” en esta crisis de inflación. Es decir, que las subidas de salarios no están siguiendo al IPC (Índice de precios de consumo) desbocada, con lo que se está produciendo una pérdida histórica de poder adquisitivo de las familias.

“La política monetaria se ha vuelto significativamente más compleja”, ha insisitido. “Si comprimiéramos la demanda de manera excesiva y persistente, también correríamos el riesgo de empujar el crecimiento del PIB [Producto interior bruto] permanentemente por debajo de la tendencia, independientemente de si los shocks iniciales fueron temporales o no (es decir, incluso si una reacción severa de la política monetaria fue innecesaria). Y eso no podría revertirse fácilmente con una relajación posterior, sobre todo porque las expansiones no reconstruyen tanto las contracciones destruyen”.

“Una recesión severa y prolongada”

“Esto sugiere que las políticas macroeconómicas actuales deben diseñarse para evitar aumentar el riesgo de que la contracción de la actividad cada vez más probable en los próximos meses se convierta en una severa y prolongada”, ha añadido.

“Esto requiere que las políticas energéticas y fiscales sigan siendo específicas y contribuyan a amortiguar las presiones de la inflación, ayudando a mantener ancladas las expectativas y preservando la capacidad productiva. Pero también requiere que la política monetaria no ignore los riesgos de un ajuste excesivo”, ha incidido.

Tras la tercera subida de los tipos de interés oficiales consecutiva a finales de octubre, desde el 0% a 2%, el BCE volvió a endurecer su discurso. “Nuestras previsiones contemplan la posibilidad de una recesión suave en la eurozona, pero no creemos que esa recesión sea suficiente para domar la inflación”, avisó la presidenta de la institución, Christine Lagarde.

No ayudó que a principios de este mes de noviembre la Reserva Federal (Fed), el banco central de Estados Unidos, mantuviera la agresividad y llevara sus tipos de referencia al 4%. Un aumento que vuelve a abrir la brecha con la eurozona, donde están ya en el 2%.

Este diferencial se traduce en la debilidad del euro, lo que todavía encarece más las importaciones de petróleo y gas, que en los mercados internacionales se comercian en dólares.

Todas las previsiones apuntan a que Alemania o Italia sufrirán una contracción “leve” de la economía este invierno (y que España librará por poco). Que el BCE considere que “no será suficiente” para moderar las subidas de precios implica que el organismo se prepara para hacer más daño. Es toda una amenaza.

“Lo que dijo Lagarde es el eco de lo que adelantó de la verdadera ideóloga del BCE, Isabel Schnabel, en representación de Alemania en el Comité Ejecutivo de la institución. Ella ya argumentó que estaban obligados a provocar una recesión todavía mucho más profunda”, recalcó a elDiario.es Carlos Martín Urriza, profesor y director del Gabinete Económico de CCOO.

La institución ha decidido ignorar que el encarecimiento de las hipotecas y de los préstamos no influye en los cortes del gas ruso o en la producción de petróleo en las dictaduras de Oriente Medio. O, al menos, no lo hará hasta que no ahogue definitivamente la demanda de familias, la actividad de las empresas y la capacidad de gasto de los estados.

De hecho, las decisiones de la institución restan espacio de respuesta a los gobiernos de la eurozona, pese a que medidas de choque como el tope al gas o los descuentos al transporte público han demostrado su eficacia para moderar la inflación. Incluso, el BCE ha cuestionado esta misma semana el diseño de un impuesto a los beneficios extraordinarios de la banca con el argumento de que puede impactar en la concesión de crédito de las entidades cuando la política monetaria de subida de tipos está dirigida a reducir la concesión de préstamos de los bancos.

Mientras, la mayoría de expertos coincide en que la revalorización del Ingreso Mínimo Vital (IMV), del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), de las pensiones o las ayudas directas a los hogares y a las empresas más vulnerables son las mejores actuaciones para aliviar el daño de las subidas de precios. Y para todo esto es necesario que no sufra la recaudación, ni el mercado laboral, ni el poder adquisitivo...

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