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“Tenemos trabajos basura y alquilan zulos por 900 euros, ¿cómo nos vamos a independizar los jóvenes?”

Imagen de archivo de un joven frente a una inmobiliaria en Madrid.

Laura Olías

Miguel quería dejar la casa de sus padres a “los 23 o 24 años”. Cuando se fue acercando ese limbo en su cabeza se dio cuenta de que “ni de coña, no era viable”. De eso hace más de dos años. “Tengo 26 y aquí sigo”, aunque ahora ya está tanteando el mercado del alquiler en la capital porque desde febrero tiene un contrato indefinido. “Antes era falso autónomo, el problema es que tenemos trabajos basura, con condiciones leoninas y así ¿cómo nos vamos a independizar?”, cuestiona el joven. Conseguida una mayor estabilidad laboral, ahora enfrenta una segunda barrera: el elevado precio de la vivienda. “Lo que están haciendo con el alquiler es vergonzoso, en Madrid alquilan zulos por 900 euros”, denuncia.

La historia de Miguel, que pide utilizar un nombre ficticio para relatar su situación, es la de miles de jóvenes en España. La edad media de emancipación en el país es una de las más tardías de Europa: los 29,3 años, según los datos de Eurostat correspondientes a 2017. En Suecia la cifra cae ocho años, hasta los 21, como el país de la UE donde los jóvenes salen antes del nido.

Esta semana el INE ha publicado la Encuesta Continua de Hogares de 2018, que muestra un nuevo retraso en la edad a la que los jóvenes abandonan el hogar familiar. Más de la mitad de las personas entre 25 y 29 años, un 53,1%, vive con sus padres. Supone un aumento de cuatro décimas respecto a 2017, año en el que el porcentaje cayó por primera vez desde 2013 (primer ejercicio para el que el INE aporta datos). Entonces, la tasa era del 48,5%.

Crece también el porcentaje de personas entre 30 y 34 años que viven con sus progenitores. El año pasado suponían casi uno de cada cuatro (24,7%) jóvenes en este grupo de edad, seis décimas más que en 2017. En 2013 la tasa era del 20,5%.

Empleos que no dan para vivir

Detrás de estas cifras que sitúan a España a la cola de Europa, influyen sobre todo tres factores, explica Eulalia Alemany, directora del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD: “El empleo, las política públicas del Estado y las pautas culturales y familiares”. El organismo elabora el “Índice de Desarrollo Juvenil”, que mide cuestiones como la emancipación, la educación, la vida y salud, el empleo y el uso de las TIC, y con el que comparan a España y sus comunidades autónomas con otros países y regiones de la UE.

“¿Qué ha pasado durante la crisis? Que la brecha en la emancipación de los jóvenes en España y otros países europeos se ha ensanchado. Emancipación y empleo van de la mano, cuando el trabajo aumenta se adelanta la emancipación y al revés. Tras la crisis, el empleo ha aumentado, pero es muy precario y dificulta la emancipación”, añade Alemany. Todos los principales indicadores de la precariedad en el empleo se ceban con los menores de 30 años: mayor pérdida de salario desde la crisis, más trabajo temporal, jornadas parciales y rotación en puestos de trabajo.

Antes de encontrar su actual trabajo, Lucía (historiadora del Arte, 28 años) “estaba un poco desesperada, sentía 'necesito trabajar', en el McDonald's o donde sea”. Terminó sus estudios universitarios con 23 años y antes de comenzarlos creía que ese sería el momento de dejar la casa de sus padres. “Pensaba en independizarme cuando acabara la carrera y consiguiese un trabajo, a los 24 años o así. Luego vi que eso no era así”, relata la joven. Desempeñó algunos trabajos temporales y proyectos con amigos, con los que se sacaba algo de dinero, “pero vamos, nada de nada”.

Hasta hace dos años Lucía no ha logrado un empleo estable, en una editorial pequeña, pero en la que solo tenía jornada a tiempo parcial hasta hace unos meses. “Mi jefa me ha ido ampliando la jornada cuando ha podido, ha cumplido siempre con lo que me ha dicho, pero claro, a media jornada ni de broma me podía independizar”. Ahora, con jornada completa, es cuando ve la posibilidad real de independizarse.

Alquileres que se comen los sueldos

La solución para salir de casa no llega cuando los jóvenes logran al fin un trabajo fijo, sino que aun así muchas veces las cuentas no salen para llegar a fin de mes. “Yo podría irme a un piso de alquiler, pero es que no me compensaría, porque todo mi sueldo iría para cubrir gastos prácticamente”, explica Luis (nombre ficticio), de 28 años y residente en Córdoba. Trabaja en la cafetería de su madre, con la que también vive en un hogar monomarental. “Estoy muy bien con ella, la verdad, estamos los dos solos, mis dos hermanos se han ido y de momento no me planteo marcharme”, explica. 

El joven cuenta que sus amigos “están peor que yo, muchos estudiando, que no ganan nada”. Los sueldos entre las personas de su entorno “son muy bajos, si ganas 1.000 euros puedes estar contento”, cuenta el joven, que hizo la carrera de Derecho. 

Tanto Lucía como Luis admiten que no sienten una gran necesidad de abandonar su hogar familiar. Eulalia Alemany recuerda que en España hay un gran componente cultural en el retraso de la edad de emancipación, dado el concepto de familia más cercana “típico de los países del sur de Europa”. Aunque la especialista señala que ese factor cultural permanece más o menos fijo, antes y después de la crisis, por lo que adjudica sobre todo el retraso en la salida del hogar de los padres a “la precariedad del empleo y la escasez de políticas públicas de apoyo, como ayudas a la primera vivienda o rentas básicas para jóvenes que existen en otros países europeos”.

Otro elemento más vinculado a concepciones culturales subyace en la espera de algunas personas de dar el paso de la independencia cuando tienen una pareja estable. “Supongo que si tuviera pareja, sí se me pasaría por la cabeza irme. Es el momento más próximo en el que pueda independizarme ahora mismo”, sostiene Luis. Del mismo modo, Lucía se propone ahora dejar la casa de sus padres “porque, al tener pareja, sí tengo más ganas”. ¿Y vivir con amigos? “En la carrera sí me habría apetecido, pero ahora mismo la verdad es que no. Para eso creo me quedo en mi casa”, responde la joven. 

Luis apunta que este planteamiento se sostiene en parte en un hecho: los salarios de los jóvenes no dejan opción a independizarse en solitario. “Es que ni me lo planteo. El alquiler es mucho dinero y tirarse todo el día trabajando para que se te vaya todo en eso y los gastos, creo que no compensa”. En el caso de Miguel, sus amigos se están mudando casi todos con amigos y él es la opción que baraja, “porque solo es imposible en Madrid”. Su idea es intentar vivir en el centro de la capital, pero “la cosa está fatal, ves anuncios y dices 'qué ser humano puede vivir ahí'. Si no encuentro algo aceptable, me acabaré marchando a Vallecas o así”, explica.

Alemany subraya que posponer cada vez más la salida de los jóvenes de los hogares familiares “trunca sus proyectos de vida, la emancipación hace que madures, que adquieras responsabilidades y te desarrolles como persona”. Una de las consecuencias es el retraso de la maternidad y la paternidad, que también puede suponer tener un número de hijos inferior al deseado. “O no tenerlos”, reflexiona Luis, “con la emancipación tan tardía, al poco tiempo que se tiene, las condiciones laborales, el poco sueldo...”. 

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