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Francia quiere acabar con la ropa barata de Shein: “Cuando compras, contribuyes a contaminar de forma masiva”

Prenda en una tienda temporal de Shein en una tienda efímera en Barcelona.

Cristina G. Bolinches

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Camisetas a dos euros, vestidos a tres, toallas que no llegan a cinco euros por unidad y donde los gastos de envío no disuaden a la hora de hacer un pedido. Los precios de venta de las prendas y artículos de hogar y decoración que se venden en tiendas online como Shein o Temu están en el punto de mira de los legisladores tanto en Estados Unidos como en Europa. Prendas de bajo coste y consumo rápido que pueden tener sus días contados, al menos, en algunos países.

En Francia, la Asamblea Nacional está tramitando y va a debatir en los próximos días un proyecto de ley para tratar de poner freno a las compras en este tipo de tiendas online poniendo algún tipo de canon o coste adicional para que las empresas no vendan tan barato.

 “Cuando compras en estos sitios, tienes que saber que contribuyes a una contaminación masiva del medio ambiente”, justificó a los medios Anne-Cécile Violland, diputada del partido Horizons —que forma parte de la coalición de Gobierno—, que ha presentado el proyecto en la Asamblea. “La sobreproducción de ropa que nos llega desde Asia, que contraviene las normativas medioambientales, es dramática. Necesitamos abordar el problema con medidas concretas”, justificó Violland en declaraciones recogidas por Le Figaro, donde apunta que no se va a por cadenas de origen chino, sino a modificar un modelo acelerado de producción y venta online.

¿Quién paga el daño medioambiental?

El ministro para la Transición Ecológica, Christophe Béchu, ha dado oxígeno al proyecto de ley, bajo la premisa de que quien contamina, paga. “Estas empresas obtienen beneficios pero dejan que los daños causados por su modelo de producción corran a cargo de los recursos públicos”, aseguró el lunes Béchu, que forma parte de la misma formación política. Al mismo tiempo, abogó por algún tipo de bonificación para las empresas que sí desarrollan un modelo productivo responsable.

En este caso, el Gobierno habla de pasar de la moda de consumo rápido a otro modelo que sea más sostenible. Pero el proyecto también tiene otro componente: defender a la industria local. “El problema se limita a unas pocas plataformas, que no tienen presencia en Francia, y cuyo número de referencias es alarmante”, destacó el ministro Béchu. “Es una cuestión de soberanía económica y de reconstrucción de una industria textil francesa”, argumentó.

La formación política que defiende la propuesta, que aún está en sus primeros pasos parlamentarios, asegura que no se trata de poner el foco en unas empresas en concreto. Sin embargo, el proyecto de ley sí pone ejemplos ligados a compañías a las que señala con su nombre. Por ejemplo, indica que Shein comercializa en su web, cada día, 7.200 artículos nuevos y que la oferta comercial total que pone a disposición de sus clientes alcanza las 470.000 referencias. Shein ya ha contestado a este proyecto de ley y ha enviado un comunicado a la agencia AFP en el que asegura que su modelo de negocio es “fundamentalmente diferente al de la fast fashion” y que sigue “las mejores prácticas internacionales en materia de desarrollo sostenible y compromisos sociales”.

En cuanto a ese canon que el proyecto plantea imponer —en teoría a las empresas, no a los clientes— la propuesta justifica que serviría para compensar el impacto medioambiental de las prendas. También, que serían progresivas y que el año que serviría como disuasorio no es inmediato, porque fija en el calendario 2030 como el momento en el que ese canon podría llegar a alcanzar los 10 euros por artículo o alcanzar hasta el 50% del precio de venta. “Se trata de proceder como lo hacemos en otro campo, el del automóvil, (...) para cambiar verdaderamente las prácticas de los productores, así como el comportamiento de compra de los consumidores”, indica el texto, según las informaciones publicadas por los medios franceses.

Además, el proyecto señala a la publicidad, que también se intentaría regular. Algo que afectaría a los anuncios de productos realizados por influencers, según indicó el ministro Béchu en la red social X.

Presión a uno y otro lado del Atlántico

La presión sobre el fast fashion no solo se da en Francia. Shein está sondeando salir a bolsa como vía para generar ingresos y seguir creciendo. En un primer momento barajó saltar al parqué de Wall Street, según la información publicada por la agencia Reuters. Estaría valorada en cerca de 84.000 millones de euros. Sin embargo, el escrutinio que le puede suponer tanto a sus cuentas como a su modelo y estrategia de producción le puede llevar a cambiar Nueva York por Londres, donde tendría menos presión por parte de la Administración. 

En Estados Unidos las críticas desde los poderes políticos hacia estas empresas se concentran en dos aspectos diferentes. Por un lado, por el modelo de producción de sus prendas y las acusaciones que señalan casos de trabajos forzados en la región de Xinjiang. Por otro, el coste fiscal. 

La Cámara de Representantes estadounidense analizó el modelo de producción de las cadenas de retail online, de consumo rápido y en cómo logran operar a escala global sin tener grandes centros de distribución y de logística, a través de envíos constantes desde China. “Temu y Shein están construyendo imperios alrededor de un vacío legal”, criticó el congresista republicano por Wisconsin, Mike Gallagher. “Están eludiendo impuestos”, aseguró. En concreto, habrían logrado esquivar una ley arancelaria, que data de los años 30 del siglo pasado, que exime de pagar aranceles si los envíos no superan los 800 euros.

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