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La inestabilidad política achicharra un verano más los brotes verdes del sur de Europa

El desempleo en Grecia alcanza el 26,9 por ciento de la población activa

Belén Carreño

Los brotes verdes no son para el verano. Desde que comenzó la crisis, en el poco caluroso verano de 2008, todos los estíos han pasado a convertirse en una auténtica parrilla para las economías europeas. Pese a que los grandes paquetes de recortes se han aprobado antes del comienzo de la época estival, los veranos de la crisis han estado marcados por sobresaltos, quiebras de bancos, primas de riesgo por las nubes y hasta una reforma de la Constitución española en pleno mes de agosto.

El verano de 2013 pintaba tranquilo en lo económico. Pero también predijeron algunos meteorólogos que no haría mucho calor. Las predicciones no solo fallan en economía. Al mismo ritmo que han ido subiendo los termómetros del sur de Europa, también se han recalentado sus economías, que han tenido que afrontar en las últimas semanas nuevos hitos en los rescates de la troika, como la renovación de los últimos tramos o los informes sobre su situación.

Las exigencias de profundizar los recortes en Grecia o Portugal para continuar con el programa de ayudas pactado con la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI han desencadenado nuevas crisis de Gobierno que amenazan los frágiles acuerdos políticos con las que siguen adelante estas economías. Hace escasas tres semanas, el Gobierno de coalición de Grecia estuvo a punto de perder la mayoría (y de hecho se quedó sin uno de sus tres socios) ante el inaudito apagón de la radio televisión pública, una exigencia de la troika en línea con los recortes en el sector público que se ha comprometido a realizar en los próximos meses.

El Ejecutivo de Samaras sigue adelante, pero los griegos han vuelto, por enésima vez, a las calles. Con la histórica cifra de paro próxima al 27%, el anuncio por parte del Ejecutivo de que han pactado nuevos recortes en los empleados públicos ha vuelto a desbordar el vaso del descontento, tantas veces vaciado y vuelto a llenar en estos tres años de rescate.

“Los griegos tienen un 13% menos de ingresos y la deuda pública ya ha superado el nivel de cuando se realizó la quita”, recuerda José Carlos Díez, de la ICADE Business School. “Solo se están poniendo parches y al final, la presa estallará algún día”, predice este economista autor del libro “Hay vida después de la crisis”.

Periferia parcheada

Pero como es habitual ya en la crisis de la deuda soberana, aún no se ha apagado un foco cuando la atención se desvía a otra llama que ha comenzado a arder. El Gobierno luso entraba en crisis con la renuncia de su ministro de Hacienda a abordar el último plan impuesto por la troika. El todavía presidente Anibal Cavaco Silva, intenta que se forme un Gobierno de concentración nacional, algo rechazado por los socialistas, con el que que resistir al menos hasta el próximo verano, la teórica fecha de salida de la troika del país.

Pero los expertos no esperan que ni Grecia ni Portugal puedan cumplir la cronología del rescate prevista por la troika. La fecha inicialmente prevista para que Grecia volviera a los mercados es 2016, pero casi nadie apuesta por esa posibilidad. Portugal, que ha sido un alumno disciplinado en los designios de los organismos internacionales, está también con el agua al cuello, y con más visos de pedir un segundo rescate que de acabar de pagar el primero.

Los grandes enfermos

Al negro panorama de estas dos economías intervenidas hay que sumar la de los dos gigantes del euro que están rescatados de facto: Italia y España. Italia, que tras el marasmo político de sus elecciones se sentía en parte a refugio, acaba de sufrir una rebaja en su calificación crediticia por parte de la agencia Standard and Poor's que la deja a solo dos pasos del conocido como “bono basura”. Pese a este descalabro, la emisión de la deuda ha sido mejor de lo esperado. Además Italia, con un sistema político imprevisiblemente volátil, no acaba de arrancar con la bataría de reformas estructurales que dictó Bruselas y que apenas pudo esbozar el tecnócrata Monti.

El recorte en la valoración de la solvencia de Italia ha puesto todos los ojos sobre España, que solo se aleja en un escalón de perder el grado de inversión. Si España entra en la categoría de bono basura (donde están Grecia y Portugal), se saldría inmediatamente del abanico de bonos en los que los inversores más potentes pueden invertir. Es una expulsión casi automática de las cestas de la compra de los grandes inversores internacionales.

Pero la consecuencia podría ser aún más grave, ya que en la actualidad el BCE no contempla comprar bonos de países con calificación “basura” salvo si están rescatados (como Grecia). España, cuya banca está rescatada, no es oficialmente una economía intervenida. Con todo, sobre la marcha se volverían a cambiar las normas de juego porque si no es así, la economía española tocaría realmente el abismo.

A esta sospecha de una inmnente rebaja del rating se une que la política española no está para grandes alardes a nivel internacional. La mayoría absoluta de Rajoy ha sido un auténtico bálsamo para los mercados. Despejar cualquier género de dudas sobre los recortes ha contrarrestado en el ánimo de los consumidores las tristes señales de recuperación de la economía española. La prensa internacional ha comenzado a reflejar la posibilidad de una caída en el Gobierno de Rajoy a cuenta del escándalo de Luis Bárcenas. La posibilidad de unas elecciones generales anticipadas en España (desde fuera no conocen la resistencia numantina al cambio de Rajoy) trastorna mucho los planes de los mercados con España.

Banca y política

Para aderezar toda esta ensalada de tormentas políticas, la troika emitió esta semana un informe sobre el estado de la banca española. Sin ser malo, no se puede considerar tampoco que sea del todo bueno, ya que tras cumplirse justo un año del rescate, los propios salvadores de la banca reconocen que la situación del sector sigue siendo muy frágil. De Guindos no se cansa de repetir que la banca española no necesitará más capital, pero a fuerza de reiterarlo solo logra fortalecer las suspicacias.

Uno de los principales peligros que encuentra la troika para el sector financiero español es el de evitar el contagio de una economía estancada o en rampa de declive. Aunque el Gobierno insista en que hay que ver “las cosas importantes”, los organismos internacionales hablan de que la recuperación no se iniciará hasta 2015, por lo que a la banca le quedan aún dos años por delante de subida de la morosidad y menor negocio para sobrevivir sin más inyecciones públicas.

Cabe recordar además, que a excepción de Irlanda, cuya economía tiene vida propia, los otros países europeos que han llegado a estar en el punto de mira de los mercados internacionales tampoco pasan por sus mejores momentos. Chipre sufre un corralito silente, que iba a durar unas semanas y ya va para meses, y el Benelux va de susto en susto, con continuas crisis de Gobierno.

No hay líderes

En conjunto, la sensación es de nuevo de desconcierto y falta de rumbo en la Europa del euro. Santiago Carbó, catedrático de Economía y Finanzas de la Bangor Business School (Reino Unido), lo tiene claro: “En Europa faltan verdaderos líderes proeuro y proeuropeos y sobran paternalismos. Las posiciones más especuladoras contra el euro tienen una apuesta a largo plazo a que existe una falta de cohesión que hace que la moneda única esté, como proyecto, llena de agujeros que la debilitan. Esos agujeros se llaman falta de solidaridad, desconfianza y falta de voluntad para ceder soberanía”, concluye.

Además, las continuas discusiones por la unión bancaria han dejado al descubierto el flanco débil de Alemania, que se revuelve como gato panza arriba antes que ceder la soberanía sobre su sistema finaciero. “Lo que se está constatando cada vez más es que cuando países como Alemania solicitan que otros cedan soberanía luego resultan ser ellos los que menos voluntad tienen de ceder poder”, matiza.

Con todo, de cara a los mercados, España está algo mejor que cuando hace un año se formalizó el rescate financiero y la prima de riesgo (el diferencial entre el bono español y el alemán) estaba entonces próxima a los 550 puntos, frente a los 320 de los últimos días. Esta mejora, eso sí, es gracias en gran parte al repunte del bono alemán, que está ofreciendo una de las rentabilidades más altas de la crisis, con casi un 1,65% de interés por su bono de diez años.

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