Una ola histórica de inversiones en startups de 280.000 millones lleva al capital riesgo a romper todos los récords
Hay un hambre atroz por la inversión en capital riesgo. Inmenso. Histórico. Mientras que empresas de sectores golpeados por la pandemia tratan de subsistir con un respaldo público que siempre llega tarde, el capital privado mueve miles de millones de dólares en busca del nuevo dorado corporativo. El segundo trimestre de 2021 fue el de mayor actividad de capital riesgo de la historia en el mundo: 156.000 millones de dólares, según la consultora CB Insights. Con 280.000 millones recaudados por las startups globales en los dos primeros trimestres de este año ya se ha igualado a lo conseguido en 2020. Este calentón inversor contrasta con la frialdad, cuando no rechazo, de los emprendedores españoles de la Ley de Startups que el Gobierno acaba de aprobar.
Es una ola inversora que llega a todos los países. Las startups europeas captaron el 20% del capital global en el primer semestre de 2021, frente al 13 por ciento de los seis primeros meses de 2019, según la empresa de datos Crunchbase. En total se han invertido en las compañías europeas 41.400 millones de dólares, lo que supone un incremento de más del 300% respecto al año anterior. La mayor parte de la inversión fue en rondas de financiación de última etapa y en capital privado en startups respaldadas por empresas.
España no se ha quedado atrás en esta avalancha inversora. En los tres primeros meses del año, las empresas emergentes recabaron 1.080 millones de euros. “Ha sido el trimestre que mayor volumen de inversión se ha captado en la historia de España”, según un informe de la Fundación Innovación Bankinter. Se ha dado un récord histórico de inversión extranjera, con 683,7 millones de euros invertidos en un solo trimestre (lo que supone un incremento del 611,6% respecto al trimestre anterior). Los más de mil millones equivalen prácticamente a la financiación que consiguieron los emprendedores españoles en el conjunto de 2020: 1.104 millones.
Los analistas de Bankinter señalan que el motivo de este crecimiento “se debe buscar en un muy notable incremento de las denominadas 'megarrondas', operaciones de más de 50 millones de euros”, en las que se han visto inmersas compañías como Idealista, Wallapop y Job and Talent.
“El actual auge de las inversiones en capital riesgo no tiene precedentes. Esto impulsará las salidas a bolsa de más empresas, afianzará el dominio del sector tecnológico y aumentará las valoraciones. Las compañías de capital riesgo han invertido en lo que va de año 280.000 millones de dólares a nivel mundial en el primer semestre, más que el conjunto del 2020. A su vez, esto ha llevado a un récord de empresas privadas valoradas por primera vez en más de 1.000 millones de dólares: los llamados 'unicornios”, según explica Ben Laidler, estratega de mercados globales de eToro.
En la actualidad hay 166 empresas en Europa valoradas en más de 1.000 millones de dólares, según explica la consultora GP Bullhound, en su informe anual Titans of Tech 2021. “El número de unicornios europeos ha aumentado en más de cinco veces y la valoración agregada del ecosistema en nueve veces desde nuestro primer informe sobre los titanes en 2014. El ecosistema de estas empresas está valorado en 801.000 millones de dólares en la actualidad”, señala la consultora en su informe. Uno de estos unicornios es la compañía española Idealista.
Es un apetito que no conoce fronteras, pero en el que juega un papel fundamental la geopolítica. India aprobó a finales del año pasado una ley que exigía a las inversores chinos un permiso del Gobierno indio si querían entrar en cualquier compañía del país, según publicó el Financial Times esta semana. La normativa ha acelerado la llegada de capital europeo y estadounidense en busca de nuevos unicornios indios es un mercado que los analistas apuntan que está recibiendo inversiones entre tres o cuatro veces mayores que el año pasado.
Por ejemplo, Flipkart, una web india de comercio electrónico similar a Amazon, anunció el pasado 12 de julio que había recaudado en una sola ronda de financiación 3.600 millones de dólares, con la perspectiva de alcanzar 300 millones de clientes en 2025, según estimaciones de Bain & Company, en uno de los mercados de comercio electrónico de más rápido crecimiento del mundo. Nunca una empresa india había logrado una inyección de capital semejante en una sola ronda.
“Las empresas tecnológicas dominan, atrayendo la mitad de la inversión de capital de riesgo en el primer semestre, con la tecnología de la salud en un distante segundo lugar. La mayor financiación del primer semestre por el capital riesgo la han conseguido Waymo, la división de conducción autónoma de Google, y el software empresarial Celonis, en Estados Unidos; mientras que en Europa han sido la compañía sueca Klarna y el fabricante de baterías NorthVolt”, comenta el analista de eToro.
En el apartado sanitario, espoleados por la pandemia, los inversores de capital riesgo destinaron 14.700 millones de dólares en empresas de salud digital en el primer semestre, superando el total de 14.600 millones de dólares de todo el año 2020, según Rock Health, un fondo de riesgo de tecnología de la salud.
¿A qué se debe esta fiebre inversora? Según un informe de JPMorgan Asset Management, el alto rendimiento de operaciones de venta que han aportado mucha liquidez, los bajos tipos de interés y un ambiente político que refuerza este tipo de inversión ha movido a los inversores a cambiar los mercados de acciones por el mercado privado, donde el fuerte atractivo del capital riesgo se ha consolidado: la mediana de los rendimientos anualizados a 10 años del capital riesgo es superior a los de la compra de acciones, el inmobiliario y los fondos de crédito privado. Aunque en este informe se destaca que el sector del capital privado sigue superando en rentabilidad a la renta variable de acciones, este rendimiento “se redujo a medida que todos los mercados se benefician de un estímulo monetario y fiscal ininterrumpido, y a medida que los múltiplos de adquisición del capital privado aumentan”.
Estos múltiplos se han dislocado completamente. Un veterano de la inversión en capital riesgo como Keith Rabois (PayPal, Linkedin, Square, Yelp o Xoom, entre otros) mandaba un tuit hace solo unos días avisando del nuevo paradigma: “El mayor cambio en el panorama del capital riesgo ahora: No hay fondos de capital riesgo con disciplina de precios. Todos han cedido”.
Cada vez hay más actores tratando de entrar en diferentes empresas. “Hay un ritmo de inversión más rápido, con empresas como Tiger Global que invierten más dinero, en más empresas, más rápidamente. Estados Unidos ha visto el 60% de los unicornios nuevos recientes, pero los mercados internacionales también han visto unicornios importantes, liderados por Canadá, China, India, Alemania e Israel”, señala el estratega de mercados globales de eToro.
ARR son las siglas en inglés de Annual Recurring Revenue (Ingresos Recurrentes Anuales en español) que indica los ingresos que ha tenido una empresa un año y que se espera que vuelva a tener el año siguiente. Es una métrica muy utilizada por los inversores de capital riesgo para valorar a las startup. ¿Qué ocurre? El hambre de inversiones con una competencia feroz ha hecho saltar por los aires esta valoración, especialmente en las rondas posteriores, cuando ya la startup ha comenzado a volar. “El mayor aumento en la financiación por el capital riesgo se produce en empresas en ”etapa avanzada“, que representan el 60% del total”, añade Ben Laidler. Así se están dando inversiones en empresas con una valoración que equivale a 40 ó 50 veces su ARR.
¿Burbuja? Nadie se atreve de momento a utilizar una palabra maldita en el mundo de las inversiones y, de momento, se justifica la avidez inversora con la nueva normalidad de tipos bajos y el salto tecnológico que ha impulsado la recuperación de la pandemia. Es cierto que el mercado ha cambiado mucho pero también que no se quiere recordar la burbuja digital de 2001.
Ley de Startups
En este contexto ha sorprendido la frialdad y el rechazo con el que se ha respondido a la Ley de Startups por parte del universo patrio emprendedor. La vicepresidenta primera de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, presentó el pasado 5 de julio el anteproyecto de Ley aprobado en Consejo de Ministros, que recogía medidas fiscales para atraer a este tipo de empresas –pagarán un 15% de impuesto de sociedades, frente al 25% que venían pagando hasta ahora–, o eleva de 60.000 a 100.000 euros la cuantía máxima de deducción por inversión, donde el tipo de deducción pasa del 30% al 40%, entre otros puntos.
Sin embargo, la el anteproyecto de Ley no ha sido bien acogido. Todos los actores del sector han coincido en la necesidad de que hubiera una Ley dedicada exclusivamente a este sector. España está en el puesto número 20 en una clasificación de 125 países, tras escalar siete puestos desde 2015, según el Índice de Países más atractivos para el capital riesgo y el capital privado que elabora cada año el Centro Internacional de Finanzas del IESE. Según este informe el avance se debe “al aumento de la actividad del mercado de capitales y a la profesionalidad de su comunidad financiera, así como a una cultura más emprendedora”.
Las principales asociaciones del sector, Adigital y la Asociación Española de Startups, ya han anunciado que en el periodo de consulta pública tratarán de hacer más ambiciosa la norma. Las principales críticas han llegado de emprendedores y expertos en el mundo de las startups como el abogado David Miranda que señala que “para obtener el ”titulín“ (y los teóricos beneficios) de Empresa Emprendedora no pueden haber pasado más de 5 años (7, en startups de biotech, energía o industriales) desde la fecha de constitución de la empresa, por lo que Glovo, Wallapop, Cabify, Travelperk, Red Points, Jobandtalent, Jeff… (por citar algunos paradigmas del ecosistema emprendedor español) no cualificarán como Empresa Emprendedora ni podrán beneficiarse de sus teóricas ventajas”.
Iñigo Juantegui, CEO y cofundador de Ontruck, apunta que “es una ley insuficiente” y “desincentiva un aspecto clave para un ecosistema emprendedor sano: el volver a intentarlo. Es aberrante que si ya has creado una startup no puedas acogerte a la Ley si creas otras”. Por su parte, Juan Filiberto Martínez, socio de Athos Capital, señala que con este anteproyecto de Ley “no se han cumplido las expectativas. Una vez más el regulador parece ir detrás de la realidad”. Además, añade que “introduce incentivos fiscales, como la rebaja del tipo impositivo del Impuesto de Sociedades, que no son interesantes para compañías que no suelen tener beneficios los primeros años de vida” y puntualiza que se “echan de echamos de menos dos aspectos fundamentales: beneficios por la contratación de nuevos empleados (el principal coste de estas compañías es el de personal, y no se ha introducido ninguna medida que ayude a reducirlo, como una reducción temporal del coste de Seguridad Social) y un programa ambicioso para fomentar la coinversión privada y apoyar a las startups (como el anunciado en Francia en 2018, con más de 5.000M€ en medidas de apoyo)”.
En su caso, Johanna Gallo, CEO y cofundadora de Aplanet, resalta que “en cuanto a la definición de startup, hay aspectos que me chocan. ”Con carácter innovador acreditado por ENISA“: quizá no se haya solicitado un ENISA por no estimarlo necesario, pero eso no implica que el proyecto no sea innovador. ¿Es un requisito? Entonces tal vez no debería estar ligado a un préstamo”.
La emprendedora también recela del párrafo de la norma que especifica el “porcentaje mayoritario de la plantilla con contrato en territorio nacional”, ya que “en un mundo cada vez más global y competitivo por el teletrabajo, deberíamos estar más abiertos a buscar talento diverso, venga de donde venga”. Tampoco está de acuerdo con “que no sea fruto de una escisión de otra compañía”, ya que se puede convertir en “un handicap a la I+D dentro de empresas, o intra-emprendimiento”.
“¿De qué va todo esto? ¿De generar un marco legal, fiscal y administrativo que sea propicio para que las startups puedan nacer y crecer de forma competitiva con respecto a otros países? ¿O de sustituir nuestro ecosistema actual, que funciona a pesar de las instituciones, por otro intervenido y subvencionado por esas mismas instituciones?”, se pregunta el emprendedor Luis Gosálbez, que en su blog hace un análisis bajo el título El anteproyecto de la ley de startups, para dummies.
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