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Esta pintura descontaminante que usan muchas ciudades no servirá de nada si no reducen el tráfico

Highline de Sants en Barcelona, con adoquines de hormigón descontaminantes

Analía Plaza

4 de julio de 2021 22:23 h

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Hace pocos días, Paloma García Romero, delegada de Obras del Ayuntamiento de Madrid, contó en Twitter que el nuevo pavimento usado en varias calles del centro llevaba “un tratamiento descontaminante” equivalente a eliminar la contaminación generada por 3.300 coches en un año o plantar la friolera de 250.000 árboles. En el conjunto de calles de Madrid hay, según datos del propio consistorio, 300.000 árboles, de forma que la señora García Romero estaba comparando asfaltar unos 8.000 metros cuadrados con duplicar el número de árboles del viario de la ciudad.

El tratamiento descontaminante en cuestión es pintura con propiedades fotocatalíticas. La fotocatálisis es una tecnología nacida en los años 70 en Japón y que en la última década se ha popularizado en otros países desarrollados. Aunque es posible que no hayas oído hablar de ella —no es conocida para el gran público, pero sí para empresas de materiales, ingenierías y centros tecnológicos— hay ejemplos de su aplicación en varias ciudades españolas y europeas.

En Estados Unidos también está de moda: esta misma semana, la revista Vice informó de que hay pilotos en siete ciudades que persiguen el mismo objetivo que Madrid. Esto es: mejorar la calidad del aire y reducir el efecto isla de calor, provocado porque las superficies de aceras, carreteras y edificios acumulan temperatura durante el día y la liberan por la noche.

En pocas palabras, lo que hace la pintura descontaminante es destruir los óxidos de nitrógeno: los gases contaminantes que emiten los coches —especialmente los diésel— y las industrias. Se aplica una capa sobre el pavimento y encarece, de media y según datos de la Asociación Ibérica de la Fotocatálisis (AIF), un 20% la obra.

No todos los productos fotocatalíticos son pintura (hay hormigones, lechadas, etc.), pero el que se aplicó en Madrid y nos sirve de ejemplo, de la empresa Proquicesa, sí.

“En 1972, unos japoneses se dieron cuenta de que usando dióxido de titanio, que es un semiconductor, puedes hacer la electrólisis del agua [su descomposición] para producir hidrógeno y oxígeno por separado. Además, se dan cuenta del potencial de este semiconductor para usar la energía del sol y llevar a cabo otros procesos químicos. Y aquí llegamos a la degradación de contaminantes del aire, que es lo que nos atañe”, explica Daniel González, científico en fotocatálisis de la Universidad Autónoma de Madrid. “El dióxido de titanio actúa como fotocatalizador. Es capaz de absorber la energía del sol y generar unas especies muy reactivas capaces de convertir los óxidos de nitrógeno en nitratos. Cuando llueve o cuando limpian la calle, esos nitratos se eliminan. Podrías pensar: ¿eliminas los contaminantes pero generas otros? No exactamente, porque la cantidad que genera es tan pequeña que es despreciable como contaminante de agua”.

El uso de la fotocatálisis en España ha ido en aumento. En 2009 se pusieron 20.000 metros cuadrados de material fotocatalítico, según la AIF. En 2019, 120.000. Más de la mitad de sus aplicaciones fueron en pavimentos y el 40% en fachadas, porque también se usa en edificios. Aunque no son todos los metros cuadrados que desearían —reflejan “un mercado desconocido dentro de los gestores de infraestructuras, prescriptores y sociedad”— sí hay una tendencia ascendente.

Las empresas que están dentro del negocio son fabricantes de pinturas, de cemento u hormigón e instaladores de pavimentos. “Hay empresas de asfaltos, estudios de arquitectura que son prescriptores… El arquitecto Rafael Moneo tiene obras con fotocatálisis muy renombradas. Hay grandes compañías de muebles y textiles que la aplican en sus instalaciones”, señala David Almazán, presidente de AIF. “Pero a día de hoy no es un mercado maduro. Necesita reconocerse”.

El jardín elevado de Sants en Barcelona, la plaza de Conresa en Mislata (Valencia), la fachada del Edificio Santa Lucía en Sevilla o el carril bus de la Alameda Principal de Málaga son algunos ejemplos visibles de soluciones fotocatalíticas en España. A los edificios les sirve para mantener más tiempo limpia su fachada, porque “bien formulada, tiene un efecto autolimpiante que evita que se adhiera la suciedad orgánica”, explica Almazán. En los pavimentos, más allá de su efecto sobre el aire de la ciudad, viene bien por lo mismo: al cargarse las partículas contaminantes, la superficie se mantiene mejor durante más tiempo.

“Hay aplicaciones en interiores y exteriores. En interiores hay una línea de negocio increíble debido al síndrome del edificio enfermo”, continúa. Este síndrome se asocia a la contaminación del aire en espacios cerrados, fruto de la mala ventilación o suciedad en los sistemas de calefacción y aire acondicionado. De hecho, una de las últimas aplicaciones fotocatalíticas estudiadas es la eliminación de virus y bacterias, muy pertinente en plena pandemia.

“También se aplica en tratamiento de aguas y en producción de nuevos combustibles y fármacos”, continúa González. “Es lo que yo investigo en la universidad. La fotocatálisis ha crecido exponencialmente en los últimos años”.

Demostrada en laboratorio, pero no del todo en el exterior

En España hay varias investigaciones sobre el efecto de la fotocatálisis en la calidad del aire. En general, los investigadores dan por hecho dos cosas: que los estudios de laboratorio arrojan resultados positivos (es decir, que estas superficies destruyen la contaminación), pero que su efectividad en el mundo real está aún por demostrar. El proyecto LIFE MINOx-STREET, cofinaciado por la Unión Europea y desarrollado por INECO, el CIEMAT, el CEDEX y el Ayuntamiento de Alcobendas, partía de esa premisa.

“Su aplicación sobre fachadas, pavimentos o aceras podría complementar a las tecnologías convencionales para disminuir o mitigar la contaminación del aire. Sin embargo, su eficiencia como sumidero de los óxidos de nitrógeno presentes en la atmósfera a escala real sigue siendo un tema controvertido”, explicó el CIEMAT en la jornada de cierre de proyecto.

Los investigadores de este centro estudiaron una calle concreta de Alcobendas: el Paseo de la Chopera, en el que se aplicó producto fotocatalítico sobre una parte. El estudio, publicado el pasado mes de enero en la revista científica Atmospheric Environment, concluyó que no se observaba ninguna “mejora significativa” en la calidad del aire del área con pavimento fotocatalítico. La reducción del óxido de nitrógeno fue inferior al 1%.

“En laboratorio está demostrado que funciona. Pero al hacerlo en una calle en el exterior, la cantidad de variables que hay que tener en cuenta son muchísimas”, indica González. “Que la radiación, la humedad, el flujo de tráfico y demás sean iguales antes y después de aplicar el pavimento. Otra conclusión a la que llegaron es que no son capaces de demostrar si la reducción fue debida a la acción fotocatalítica o a otros factores. Ese estudio tiene una segunda parte en la que hacen un estudio teórico, simulando que hubiera cuatro o cinco calles con pavimento y todas sus fachadas fotocatalíticas. Y concluyen que la disminución de contaminación también sería muy baja. Ahí está la polémica. La fotocatálisis está completamente demostrada, pero si lo que queremos es que baje la curva de contaminación la única solución es dejar de usar combustibles fósiles”.

El libro blanco de la AIF recoge más experiencias. Algunas negativas —como la del distrito de Villaverde, en Madrid, donde se aplicó en varias calles con resultados “despreciables”— y otras positivas. En la plaza barcelonesa de Can Róses, la empresa instaladora financió un estudio que concluyó que los productos fotocatalíticos resultaron en una disminución del 42% de los contaminantes atmosféricos respecto a la zona no tratada.

La empresa que ha cubierto las calles del centro de Madrid (y más sitios en Cádiz, Alicante, Praga, Bélgica, Dubai y Panamá, según sus propios datos) ha enviado a elDiario.es el informe que le solicitó el Ayuntamiento y que certifica una eliminación del 58% del NOx con sus baldosas. Pero es un ensayo hecho en laboratorio, no en condiciones reales. Y ese es, como hemos visto, el quid de la cuestión.

En general, indica González, lo que sucede es que hay tanta contaminación en el aire que el efecto de la pintura descontaminante en la calle siempre será mínimo. Compararlo con “eliminar la contaminación de 3.300 coches” o con “plantar 250.000 árboles” es exagerado. “Los datos no son mentira, pero es muy ventajista. Si la empresa dice que un litro de pintura elimina 200 miligramos de NOx al año, el ayuntamiento habrá multiplicado por los litros que ha puesto y hecho un cálculo”, continúa. “Hay que entender que la fotocatálisis mejorará el aire cuando eliminemos los combustibles fósiles, porque eliminará otros contaminantes, virus y bacterias”.

El ingeniero de caminos Samir Awad tiene una opinión similar. “Este tipo de soluciones son un poco engaño si se orientan a algo peor. En el caso de Madrid, no se elimina el tráfico transversal y encima se delimita el espacio para el tráfico. Para combatir la contaminación, es mejor retirar coches”, dice a elDiario.es. “Es un parche para una política de movilidad que no es la que tendría que ser. Este tipo de firmes podrían ser un extra. Tú reduces el número de coches y como extra haces estas cosas. Esa es la idea que habría que trabajar”.

Cuando hace un par de años la ciudad de Los Ángeles pintó el asfalto de blanco contra el calor, los expertos apuntaron en la misma dirección. Disminuir la contaminación requiere abandonar un urbanismo en el que el coche es el rey, no mantener el modelo y buscar soluciones tecnológicas que lo parcheen. “La idea utópica de la gente que investiga sobre fotocatálisis y la aplica en construcción es muy prometedora. Un futuro sin combustibles fósiles en el que además todas las fachadas y aceras tengan pinturas fotocatalíticas. Esa es la idea”, concluye González. “Pero si la gente está pensando que va a eliminar toda la contaminación actual, se equivoca”.

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