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Nueve errores comunes al ponerte la mascarilla

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Eva San Martín

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Nos la ponemos en la cara a diario; reímos, charlamos y estornudamos. La mascarilla se ha convertido en un icono forzoso de la pandemia, de uso obligatorio tanto para salir a la calle, como en espacios cerrados y en el transporte público.

Aunque han sido diseñadas para cubrir por completo tanto la nariz como la boca, y capturar las gotas respiratorias que expulsamos, no es raro verlas colgadas de las orejas o reposando como si fueran una barba en el cuello o en la barbilla. Recogemos algunas de las formas erróneas más comunes de colocarnos la mascarilla, y la explicación del epidemiólogo Joan Caylà de por qué no funcionan.

1. Mascarilla con agujero

Hacerle un agujero a la mascarilla para poder beber con pajita puede parecer una solución ingeniosa cuando te encuentras en una terraza o en un sitio público con otras personas y no quieres quitártela para mantenerte protegido. Incluso la diseñadora norteamericana Ellen Macomber comercializa mascarillas de tela con agujero, y ha agotado las existencias en su tienda online.

Pero el agujero reduce su eficacia, advierte Caylà. “El agujero queda, y después irás por la calle o te reunirás en un local cerrado y la mascarilla ya no protegerá porque no está íntegra”. En su opinión, no tiene ningún sentido; sobre todo, si vas a utilizarla después en otro sitio y con diferente propósito.

2. Las equis en las gomas

Mucha gente hace una cruz en la goma porque la mascarilla le queda grande. El problema es que esta técnica suele dejar espacio a ambos lados de la mejilla; y, para hacer su función, es importante que la mascarilla se ajuste bien para que las gotitas no puedan salir por los laterales.

“Hay que tapar tanto la nariz como la boca, pero sin dejar espacios libres: de lo contrario siempre habrá alguna gotita o microgota que se puede escapar”, señala el médico. Y hay que revisar también nuestro tapabocas: hay mascarillas de poca calidad que no acaban de cubrir bien.

3. No te pongas la mascarilla por debajo de la nariz

Bajarse la mascarilla por debajo de la nariz es una práctica frecuente, sobre todo, para evitar el calor o la sudoración excesiva; por ejemplo, al practicar deporte. También recurren a ella quienes intentan evitar que las gafas acaben empañadas.

Pero no sirve. “Hay gente que va por la calle y solo se tapa la boca. Esto es insuficiente”, advierte Caylà. El principal objetivo de ponerte la mascarilla es proteger a otras personas de tus gotas respiratorias. Pero si solo cubres la boca, aún exhalas gotas pequeñas por la nariz.

4. Parche para la nariz

Una estrategia más frecuente en sitios ruidosos, cuando queremos hacernos entender, y dejamos la boca descubierta para que nuestro interlocutor pueda leernos los labios. Pero esta estrategia probablemente resulte aún más peligrosa que la mascarilla por debajo de la nariz; sobre todo, si se hace con el fin de gritar y de hacerse escuchar, porque lo más probable es que, además, esa persona se nos acerque.

Todos deberíamos asumir que los no convivientes deberían estar siempre a dos metros de nosotros; y con mascarilla correctamente colocada. “Si todos cumpliéramos esta recomendación de forma estricta no tendríamos el problema con la covid-19 que tenemos en este momento”, incide el médico.

5. Mascarilla pendiente (en la oreja)

Sucede mucho: es agradable quitarse un momento la mascarilla y tomar una bocanada de aire. Y la oreja parece el lugar perfecto para sostenerla durante un rato. Si alguien siente esta necesidad de forma imperiosa, hay que hacerlo en un lugar donde no haya nadie cerca. Pero cuidado: si la mascarilla cae al suelo, estarás añadiendo gérmenes y suciedad que pueden acabar en tu cara.

6. La mascarilla barba

Otra técnica muy frecuente: colocarse un momento la mascarilla en el cuello o en la barbilla. Como sucede con la mascarilla en la oreja, tampoco proporciona protección, ni para quien la lleva ni para quienes nos rodean.

De nuevo, si la superficie de la mascarilla alberga suciedad, gérmenes o partículas con coronavirus, nos las estaremos acercando de forma peligrosa a la cara. Y cada vez que te bajes o subas la mascarilla, estas pueden acabar en tus dedos y, después, en tu nariz. Por eso, lo más seguro es quitárnosla del todo y guardarla ese rato (si no hay nadie).

7. La bufanda o fular

Prendas como bufandas o fulares no resultan una alternativa fiable. “Aunque seguramente sea mejor esto que nada, lo ideal es usar la mascarilla apropiada”, anota. [Mascarillas contra el coronavirus: cuáles protegen, cuáles no y cómo usarlas.]

8. ¿Y la pantalla facial?

Las pantallas de plástico están diseñadas, sobre todo, para el uso de aerosoles y otro tipo de pinturas similares. Por eso, protegen exclusivamente de las gotas muy grandes. Y solo tiene justificación si tenemos que hablar con una persona sordomuda, que se guía por los movimientos de la boca.

9. La mascarilla eterna

La mascarilla tiene una vida útil; y cuando esta se agota, pierde eficacia. Sin embargo, Caylà avisa de que el principal problema es el uso excesivo; porque hay quien las utiliza muchos días seguidos. Por eso, “la administración debería aprovechar la bajada del IVA de las mascarillas para recordar cómo usarlas, y que hay que cambiarlas con frecuencia”, concluye.

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