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400.000 estudiantes vascos esperan los detalles de una vuelta a las aulas en plena segunda ola del coronavirus

Dos profesores miden las distancias entre pupitres en el centro concertado Urkide de Vitoria

Iker Rioja Andueza

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“¿Con cuánta fiebre activo el protocolo?”, se pregunta un directivo de un centro concertado de Euskadi. Los centros, los sindicatos, los docentes y las familias -y también los estudiantes- se hacen ésta y otras muchas preguntas a menos de dos semanas de la fecha prevista para el regreso a las aulas, en pleno pico de la segunda ola de la pandemia. En muchos casos, no tienen todavía respuestas claras. Los Departamentos de Educación y de Salud del Gobierno vasco están trabajando con intensidad en las últimas horas con el objetivo de presentar el viernes el plan definitivo para la vuelta a las aulas no universitarias en Euskadi, según garantizan desde el Ejecutivo. El lehendakari, Iñigo Urkullu, ya enfatizó que el objetivo es un retorno presencial al 100%, aunque las medidas ya diseñadas harán que cualquier parecido a cómo eran las clases en marzo sea casual.

Este jueves se celebra también una reunión entre la ministra de Educación, la exconsejera vasca Isabel Celaá, y las comunidades autónomas. Euskadi participa en ese foro -Urkullu ha apelado a la “colaboración leal” con el Estado- aunque consciente de que tiene plenas competencias para establecer su propio modelo. Una de las opciones que se barajan es hacer un calendario diferenciado en función de los niveles para evitar un regreso de golpe de todo el alumnado -casi 400.000 personas- más los profesores y el resto del personal.

El de la Educación no es un problema menor. En Euskadi, según los datos de matriculación del curso 2019/2020, había 84.327 estudiantes en Educación Infantil, 129.920 en Primaria, 86.447 en Secundaria, 31.180 en Bachillerato, 42.482 en las distintas modalidades de Formación Profesional, 20.120 en Educación para Adultos y 1.529 en ciclos especiales de todas las edades. En total son 396.005 personas, casi tantas como habitantes suman Vitoria y Donostia juntas. O las mismas que personas que han tenido que hacerse una PCR durante la pandemia. Un brote en la enseñanza podría tener importantes consecuencias epidemiológicas.

Desde los agentes educativos -y también desde la oposición política- se ha urgido al Gobierno de Urkullu a dar unas pautas claras para la vuelta a las aulas. Educación redactó un primer protocolo en junio y en julio lo actualizó. Ese documento (43 páginas) ya prevé medidas para escalonar accesos, salidas y recreos, evitar aglomeraciones en zonas comunes, separar a los alumnos dentro de las aulas, crear burbujas con los niños más pequeños -aunque a la vez se considere más seguro mezclarlos en el autobús escolar-, llenar los centros de puntos con gel, regular el uso de los aseos o prohibir que se comparta material. Recoge exigencias en cuanto a limpieza regular y ventilación.

El objetivo declarado, según se lee en el documento, es “garantizar la asistencia presencial de todo el alumnado”. Eso sí tiene ‘plan B’: “Si fuera preciso priorizar la asistencia de parte del alumnado, por la evolución de la pandemia, se mantendrá la presencia en los niveles y etapas Educación Infantil y hasta el 2º curso de Educación Primaria”. De hecho, se pide a los centros que preparen un “plan de evolución del aprendizaje a metodologías de trabajo educativo telemático”.“ Es preciso tener una planificación que facilite la educación aun cuando se presenten dificultades para la presencia en los centros, y el paso de una situación a otra en esta pandemia”, se indica. Y también que “los alumnos que por su especial vulnerabilidad o en situación grave transitoria no deban acudir al centro serán tenidos en cuenta para facilitarles si fuera necesario las ayudas necesarias para su formación de manera no presencial”. No obstante, fue un modelo diseñado en pleno valle de la pandemia, que en agosto se ha disparado en Euskadi.

Pero en el escenario de presencialidad al 100%, en lo que se tendría que incidir es una “reorganización” de los espacios para preservar las distancias. ¿Cómo? Habilitando gimnasios, salones de actos o incluso edificios públicos de fuera del recinto como ludotecas, centros cívicos o polideportivos, que serían transformados en aulas. En este sentido, el alcalde de Vitoria y presidente de Eudel (principal asociación de municipios de Euskadi), ha pedido a todos los ayuntamientos que hagan una relación de espacios que puedan ceder para garantizar la escolarización. Incluso “se recomienda fomentar las actividades al aire libre, utilizando los patios […] o parques cercanos al centro educativo”. En todo caso, no se descarta “sectorizar o compartimentar” las aulas con mamparas u otros elementos para ganar en seguridad, al estilo de como se han separado los escaños en el Parlamento Vasco o algunos edificios públicos. La regla es que haya “2,25 metros cuadrados por persona”. Más complejas se presentan las gestiones del comedor o de los gimnasios y de los recreos, hasta el punto de que se recomienda si no son seguros los patios la “permanencia en el aula”. Con el ánimo de minimizar los movimientos, en Secundaria el 95,4% de los centros ha optado por la jornada continua.

¿Las mascarillas las ponen las familias?

Parece clara la obligatoriedad del uso de mascarillas en clase, salvo en los ciclos en los que los alumnos son más pequeños y en educación especial. La recomendada es la quirúrgica o higiénica. ¿Pero ese material lo llevarán desde casa o lo pondrá el centro? Solamente se indica en el protocolo que “debe explicarse el uso correcto de la mascarilla ya que un mal uso puede entrañar más riesgo de transmisión”. Un responsable de un centro de Vitoria indica que, en su caso, las mascarillas para el profesorado las pone el colegio pero las del alumnado tendrán que costearlas las familias. Por otro lado, la idea es crear una “sala de aislamiento” por centro para llevar allí un posible contagiado, sea un alumno o un docente.

¿Y qué hay de la opción de contratar más personal para crear grupos más reducidos? El 18 de agosto, la consejera de Educación, Cristina Uriarte, adelantó que no consideraba necesario incrementar el profesorado. Según sus datos, las ratios de alumnos por clase son adecuadas. Dijo que de 333 centros de Primaria 121 tienen menos de 17 estudiantes por aula, aunque también hay 36 con 23-25. En Secundaria, manifestó que la media es de 21,5 cuando el tope son 25. En Bachillerato, la ratio es de 24,6 sobre 30, aunque también hay 17 centros saturados.

Los sindicatos de la enseñanza consideran que Euskadi va tarde con la preparación de la vuelta a las aulas, a la vuelta “segura” a las aulas. En un comunicado conjunto, ELA, LAB, CCOO y UGT lamentan la “incertidumbre” que se ha extendido en “trabajadores, alumnado y familias” e instan a Educación a que consensúe las medidas con los agentes sociales y deje de adoptar “decisiones unilaterales”. La central mayoritaria, Steilas, también se ha mostrado muy crítica estas semanas, pero poniendo el acento en la situación de la pública. El matiz no es menor ya que la red privada en Euskadi casi acoge al 50% del alumnado, mucho más que la media española por la suma de ikastolas y centros religiosos concertados.

Steilas ve “sin rumbo” al Gobierno de Urkullu. Demanda como medida más efectiva la reducción de los grupos, lo que supondría la necesidad de, como mínimo, 3.000 docentes. Y si hay que cumplir los protocolos marcados por Educación en su propuesta de julio -que no les parece negativa-, cada centro debería incorporar cinco personas de refuerzo, es decir, otras 3.000 en toda la red. “6.000 personas en listas sí hay. Pero lo que no hay tiempo es tiempo. Es prácticamente imposible hacerlo ya. Es un tren que ha pasado”, se lamenta Aitor Idigoras, portavoz de Steilas, que tiene claro que “el único modo de garantizar el derecho a la educación es la escuela presencial, todo lo demás es otra cosa”.

Ya fue polémica la vuelta a las aulas por la que optó en mayo. El Gobierno vasco quiso un retorno en plena fase I de la desescalada y finalmente tuvo que posponerlo a la fase II y de manera muy limitada. Regresaron parte de quienes completaban cursos clave como 4º de Secundaria o 2º de Bachillerato, así como alumnado de FP. Aquella ya fue una prueba de lo que suponía establecer circuitos, tener pupitres distanciados o combinar la presencialidad con lo telemático. La Selectividad también se celebró, aunque con retraso. Ahora bien, las distancias y medidas durante los propios exámenes desaparecieron al acabar y algunas celebraciones posteriores de los jóvenes generaron importantes brotes de contagios, sobre todo en Gipuzkoa. El de Eibar ha alcanzado los 600 positivos en estos meses, como ha confirmado la consejera de Salud, Nekane Murga, esta misma semana.

Se da la circunstancia de que la vuelta a las aulas coincide con el relevo en el Gobierno vasco, que lleva meses en funciones y que se constituirá nuevamente entre el 3 y el 8 de septiembre una vez el Parlamento reelija por tercera vez a Urkullu como lehendakari. Uno de los cambios de caras en el Ejecutivo que más se ha comentado es el de Uriarte al frente de Educación -la segunda cartera con más presupuesto detrás de Salud-. Uriarte lleva los ocho años de Urkullu al frente de la enseñanza vasca.

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