Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.
Soy la independencia de Escocia, ¿hay alguien en casa?
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La independencia de Escocia se ha presentado sin avisar. Toc, toc. ¿Hay alguien en casa? Venimos a destruir el Reino Unido. A la Reina Madre le han amargado las vacaciones, Cameron está mirando empresas de mudanza y los laboristas dan copas gratis para que nadie abandone su fiesta.
Hasta el pasado fin de semana, el referéndum de la independencia de Escocia era poco más que un festival de lanzamiento de troncos a las afueras de Edimburgo. Puro trámite. Que quieren votar, pues que voten, total, no van a ganar. Ahora que el sí está esprintando codo a codo con el no, al primer ministro británico le están recordando aquella vieja historia de la pérdida de las colonias. Mal rollo.
Los líderes de las tres formaciones políticas que rechazan la independencia –Cameron, Miliband y Clegg– se han dado un tour sorpresa por Escocia y han ofrecido más autonomía a los escoceses. Y han llegado a izar la bandera escocesa en Downing Street como quien le pone una vela a la Virgen para que baje el paro. Pero quizás sea demasiado tarde para todo esto. O no. A una semana de la votación, las encuestas están más emocionantes que el último capítulo de Lost. Un escenario impensable hace tan sólo un mes. Nadie sabe qué ocurrirá el día 18, pero de esta puede salir trasquilado hasta Mariano.
Y hay algo en el rostro de los principales portavoces del sí y el no que explica en parte lo que ha ocurrido en el último mes. Se pudo vislumbrar en el segundo debate televisado del pasado 25 de agosto. El primer ministro escocés, Alex Salmond, sonreía satisfecho, esperanzado, burlón a ratos y molesto cuando tenía que estarlo. Sin embargo, a Alistair Darling, el laborista elegido para encabezar la campaña del Better Together, se le trastabillaban las palabras, tenía pinta de llegar tarde a algún sitio y se mostraba molesto cuando no tenía que estarlo. Salmond se adelantaba en el escenario para contestar al público durante el debate. Darling movía el cuerpo hacia atrás como un boxeador esperando el golpe final. Salmond era ese tío fanfarrón pero que sabe contar chistes en bodas y funerales. Darling el que, cuando suena el teléfono, sabes que te va a dar una mala noticia.
Los partidos de la Unión no han elegido al mejor de los suyos para representarles y han tenido que mandar a la Brigada Ligera. Y eso que habían conseguido llevar el debate al terreno en el que querían jugar. El de la inquietud por las consecuencias económicas de la independencia de Escocia. Pero algo les ha fallado.
La incertidumbre económica juega a favor de los unionistas
La incertidumbre económica juega a favor de los unionistasUno de los puntos fuertes de la campaña del no es el peligro económico que podría afrontar Escocia si se independiza, en especial, si no consigue la unión monetaria con el Reino Unido. El SNP –el partido que gobierna Escocia con mayoría absoluta- desea la independencia pero manteniendo una unión monetaria que le permita vivir con cierta seguridad bajo el cobijo del Banco de Inglaterra y sus préstamos de última instancia (los que sirven para sostener a los bancos cuando las pasan canutas). En definitiva, estabilidad financiera pero a cambio –como alertan los unionistas– de ceder a Londres el mando de la política fiscal o el gasto público. Independencia política pero con dependencia económica que, al fin y al cabo, también es política.
Londres, of course, dice que si te largas del Reino Unido, nada de compartir el coche. Si quieres irte de casa, yo no te voy a sacar del pozo cuando no puedas pagar las facturas. Así que, por un lado, el hecho de que el SNP tenga como primera opción esta alianza monetaria con el Reino Unido explica su temor a una aventura en solitario pero, por otro, la resaca económica de la independencia podría ser tan fuerte que la crisis cruzase la frontera hacia el sur y obligara al Reino Unido a negociar una unión monetaria con los escoceses.
Alex Salmond ha advertido que si les cierran la puerta del Banco de Inglaterra, Escocia no se hará responsable de la parte de la deuda que le corresponde por pertenecer al Reino Unido. Huele a farol. No pagar tus deudas no es el mejor mensaje que debes trasladar al mundo si quieres que los mercados te presten pasta.
Por si este tembleque no fuera suficiente, el Financial Times habla ya de fuga de capitales y Paul Krugman alerta de que Escocia puede acabar como España pero sin sol (España siempre como ejemplo de lo mejor).
La moneda es el flanco débil de los independentistas y los unionistas lo han explotado al máximo.
Otro de los cartuchos de los unionistas es el petróleo del Mar del Norte. Se trata de una fuente de ingresos extraordinaria para Escocia (aproximadamente un 15% del PIB), pero precisamente por ello expone al país a una excesiva dependencia de un petróleo volátil y con expectativas a medio plazo nada halagüeñas. Independentistas y unionistas llevan tiempo cruzándose acusaciones por sobreestimar o infravalorar la cantidad del petróleo que queda en el Mar del Norte. Finalmente ha sido Ian Wood, un magnate de la industria elogiado tanto por Cameron como por Salmond, el que le ha dado la puntilla a los independentistas. Según Wood, las cuentas de Salmond están más engordadas que una rueda de prensa de Soraya y Escocia no tardaría más de 15 años en sufrir las embestidas económicas por la reducción de las reservas de petróleo.
Y los unionistas inciden también en la deslocalización de empresas o el riesgo para el sistema de pensiones. Pero, ¿entonces por qué han visto reducida a la nada su ventaja en las encuestas?
El voto del miedo da tanto miedo que espanta a los votantes
El voto del miedo da tanto miedo que espanta a los votantesHay un poco de todo para explicar lo que ha ocurrido estos meses. Stephen Noon, el jefe de estrategia de la campaña del Yes Scotland, da alguna pista: “La campaña del no gasta buena parte de su tiempo diciéndonos que Escocia sería un fracaso. Eso no demuestra demasiado respeto o confianza en la gente que vive aquí. Mucho mejor es el enfoque del sí, basado en una creencia absoluta en el pueblo de Escocia”.
Dicho de otra manera, la coalición de los partidos que rechazan la independencia ha cruzado esa resbaladiza línea que separa el argumento sobre los riesgos de la independencia del argumento del miedo, que de tanto azuzarlo termina espantando a los votantes (pregunten a Mayor Oreja y su campaña para ser lehendakari en 2001).
Al cuadro catastrófico de una Escocia independiente, le ha faltado entusiasmo, esperanza, vida, mensajes positivos. Eso que Obama tenía en sus primeras elecciones o Zapatero la noche que dijo no os fallaré. Eso que sí tienen los independentistas: una sonrisa en la cara cada vez que pronuncian yes.
Se lo decía Salmond a Darling: “Ustedes son los únicos que consideran el petróleo una maldición”. Una forma como cualquier otra de llamarte cenizo. Y los cenizos no es que tengan mucho futuro electoral que se diga.
La mejor forma de escapar de los tories y dar una patada al ‘stablishment’
La mejor forma de escapar de los tories y dar una patada al ‘stablishment’Los independentistas también tienen sus razones económicas para abandonar el Reino Unido. Una de las más apetecibles es la posibilidad de desembarazarse de los conservadores que gobiernan en Londres. Un ‘tory’ en Escocia es como un libro en el despacho de Mariano. Algo muy raruno. Pero son los que mandan en Londres así que son los que te mandan a ti si eres escocés. Y digamos que no es algo que entusiasme a la mayoría de los escoceses viniendo como vienen de una tradición laborista a la que en 2007 le sucedió el nacionalista (y también socialdemócrata) SNP.
Esta es la veta que ha sabido aprovechar el independentismo. La mejor forma de eludir la privatización de la Sanidad Pública y los recortes sociales es largarse del Reino Unido, dicen. Nosotros, que vivimos aquí, somos los más indicados para decidir qué es lo que nos conviene. Por supuesto, en esto también hay una guerra de cifras sobre si el Reino Unido discrimina o favorece a Escocia, pero el argumento tiene su pegada. Cuando Darling –que es laborista y está viendo como muchos votantes laboristas se están pasando al sí– le dice a Salmond que él tampoco comparte los recortes, Salmond le responde que “you´re in bed with the tories” (tú estás en la cama con los tories). La gente aplaude. Darling se echa, de nuevo, hacia atrás. Y fin de la historia.
De fondo late además un deseo de patear al ‘stablishment’, a las élites del poder británico. Lo que por aquí llamamos ahora casta. El otro día escuché en la BBC que la campaña del sí había conseguido acercar a la política a gente nada interesada en el sistema tradicional de partidos políticos. Algo a lo 15-M pero sin acampadas ni Podemos. No son la mayoría del movimiento pero ese sentimiento está ahí. Irvine Welsh, el de Trainspotting, lo explica así: “La independencia de Escocia es mucho más que la autodeterminación de un país: es la modernización de los sistemas políticos de las islas, por medio de la restitución de la democracia participativa”.
Sobre este blog
Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.