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Sobre este blog

Think Bask, quiere ser una red de pensamiento analítico donde aquellas personas que generan conocimiento en nuestra sociedad, como universidad, investigadores sociales, analistas, fundaciones, ONG’s, sindicatos, partidos políticos, blogs, etc... tengan un cauce de expresión y un lugar de encuentro. En este espacio caben todas las opiniones y el debate es bienvenido.

El territorio de la política

Antonio Rivera

La última gamberrada en la relación entre el PSOE y su sucursal navarra (PSN) ha sido suficiente, unánime y adecuadamente comentada y tildada. El caso da, trascendiendo la barrabasada, para pensar un poco acerca del espacio en que se produce el contacto con la política en nuestro tiempo.

El ciudadano establece una relación con los asuntos de todos, con la “res publica”, desde el momento en que se preocupa por una cuestión general, ya sea conformando un juicio, comentándola con otros o reaccionando ante la misma. Este hecho remitía en otros tiempos al tema de la experiencia. La conciencia al respecto de las cosas comunes se forjaba mediante la experiencia vivida directamente. El individuo no tenía más criterio que el que había construido con las cosas que personalmente le afectaban y, como mucho, se adhería a los que ideológicamente consideraba de “los suyos” para hacer propios otros sobre cuestiones mucho más alejadas de su existencia.

La revolución en los medios de comunicación nos ha permitido acceder a espacios mucho más amplios, tanto en temáticas como en territorios. Ahora sí, nada humano nos es ajeno. Podemos establecer opinión al respecto de situaciones bien lejanas e indignarnos con la injusticia producida a miles de kilómetros de nuestra casa con gentes a las que nunca veremos. Abarcamos más, pero diferimos más el juicio, dependemos más de los intermediarios, así como de las culturas políticas (o de los marcos de pensamiento general) en su función de filtros interpretativos entre nosotros y todo lo que nos es conocido.

La posición al respecto de la 'res publica' se establecía antaño por experiencia personal. Era limitada y profunda. Ahora se forma por contacto diferido. Es temáticamente universal, pero epidérmico y muy dependiente de los intermediarios que proporcionan y nos seleccionan la información o contribuyen a forjar(nos) el juicio. Hemos pasado de la experiencia del espacio local inmediato a los grandes medios de comunicación como escenarios e instrumentos de creación, confirmación o rectificación de nuestra conciencia y de nuestros juicios. El gran sueño ultraindividualista que alumbraran Hegel o los posteriores creadores de distopías (Orwell y demás), la sociedad del uno más uno más uno, se hace posible. Yo soy yo… y mi televisor.

Así piensan que pensamos los dirigentes de los partidos políticos. Consideran que el criterio que tenemos sobre las cosas se crea básicamente en nuestro contacto con los grandes medios de comunicación que reiteran desde su particular ubicación ideológica las consignas emanadas por esos mismos partidos. En el caso que nos ocupa, la dirección socialista de la calle Ferraz de Madrid ha concluido que hacía más daño a su posición general (nacional) la prevista resolución del entuerto navarro que el que haría a éstos el envainársela dos veces en el corto lapso de siete años y quedar para el inmediato futuro como lo peor que puede quedar un partido político: como un instrumento irrelevante para la política.

Supongamos que sea razonable ese criterio, que las cosas particulares deban subordinarse a las generales. Los partidos más importantes de este país (o de otros) estarían construyendo una referencia superior, abstracta, de sí mismos… a partir de un cúmulo de experiencias (nefastas) a nivel local que conocen sucesivamente solo una pequeña parte de los ciudadanos totales. En ese supuesto, cabe preguntarse: ¿cómo se estará construyendo la percepción ciudadana de ese partido? ¿Por la suma de muchas pocas percepciones locales que acaban generando una síntesis negativa o por la decantación desde arriba de una trayectoria inmaculada y nunca contradictoria capaz de competir y vencer a la idea que esos muchos grupos de ciudadanos se habían construido a partir de su experiencia particular? ¿Quién mandará más a la hora de opinar sobre ese partido (o sobre otro, es solo un ejemplo): la experiencia local del individuo en un proceso de abajo arriba o el efecto de la formación de opinión de arriba abajo con la sola ayuda de los grandes medios de comunicación?

La cercanía en el tiempo del ejemplo navarro nos llevaría a optar por la mayor fuerza de la experiencia en el plano local, pero no está demostrado que esto funcione así. Al menos, eso es en lo que confían los manejadores de los partidos para dejar con el culo al aire a los suyos cada poco tiempo. Una parte mayoritaria de los ciudadanos no aspira a tener experiencias de relación con lo público y sí que forja su opinión con el cómo le va a él y cómo se lo cuenta su televisión. Un dominio de medios parece asegurar la reacción favorable o contraria de esa mayoría silenciosa. El problema es que en momentos de crisis se produce un incremento de la movilización motivada por el descontento social. El ciudadano asiste a más conflictos, que se producen más cerca de él y que tienen efectos más inmediatos y más negativos. Responder políticamente a esa realidad en el plano más local es lo que contribuye a la generación de afectos y adeptos a una cultura política. Además, la experiencia personal cercana resulta más sólida y perenne cuando construye criterio y base para la ideología que la reiteración de mantras a través de los circuitos propagandísticos. Finalmente, la propia revolución comunicacional que propician las nuevas tecnologías (internet) permite como nunca dar a conocer a otros esa experiencia privada que en otro tiempo empezaba y terminaba en ese corto espacio de lo personal y lo local.

Vivimos un tiempo de nuevo contradictorio donde pugnan fortalezas encontradas: la penetración hasta lo más íntimo de los hogares del discurso vacio y uniforme, y la difícil articulación de respuestas sociales comunes, amplias, alimentadas de experiencias personales interpretadas con dificultad por filtros ideológicos capaces de ir sumándolas. Frente a lo que en apariencia parezca, determinar cuál de las dos resulta más eficaz y determinante, relevante, no es asunto sencillo. O al menos, como digo, en eso creen en las salas de mando de los partidos.

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