Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
El aeropuerto de Euskadi
Estos últimos meses tanto el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz como la Diputación Foral de Álava y sus responsables políticos, así como representantes de partidos políticos, sindicatos y otras organizaciones sociales están pidiendo la implicación del Gobierno Vasco y de Aena para que Foronda sea considerado el aeropuerto vasco de referencia. Recordemos que en su día Foronda fue un referente en todo el norte de España, pero solamente para los vuelos de carga. Hoy incluso ha perdido ese papel y se limita a funcionar a media jornada mientras ve como otros aeropuertos como el de Zaragoza le come la tostada, con lo que supone de revés para la economía vasca y alavesa.
Hoy en día, el aeropuerto que se inauguró en 1980 con la pretensión de convertirse en la pista de referencia de toda la cornisa cantábrica, se ha convertido prácticamente en un aeropuerto fantasma y en materia de controversia entre partidos políticos. El recorte del horario operativo de Foronda ya ha costado muchos puestos de trabajo que no parece que se vayan a recuperar a medio plazo. Y el futuro brillante con el que soñaban quieren impulsaron en su día el proyecto del aeródromo vasco se ha desvanecido con el paso de los años.
Y es que no es cuestión de seguridad ni de la calidad del aeropuerto en sí. La mayoría de la población de Euskadi está más cerca de Loiu u Hondarribia y por tanto es más cómodo usar estos aeropuertos que pillan a los pasajeros mucho más cerca de sus domicilios. Una ciudad como Vitoria-Gasteiz no genera la demanda suficiente como para que haya líneas regulares que operen desde Foronda. Además, la crisis ha hecho que el número de viajes en avión se reduzcan, por lo que los números no cuadran a unas compañías aéreas que cada más tienen que ajustar costes hasta límites insospechados.
Y, como esto es Euskadi, aquí nadie quiere renunciar a “su aeropuerto”, ni a su puerto (menos mal que Álava no tiene costa), ni a su museo de renombre, ni a su palacio de congresos y exposiciones de postín, ni a cualquier otra infraestructura que puedan tener los de la ciudad vecina. Y la lógica es lo de menos: la burbuja y el pelotazo inmobiliario lo soportaba todo y las ciudades vascas se han modernizado, plagándose de infraestructuras más o menos absurdas condenadas a languidecer ahora que han llegado las vacas flacas. La demagogia localista de los partidos políticos en sus feudos ha contribuido a esta absurda situación. En el caso de los aeropuertos, ¿cómo va la Diputación de Bizkaia a obligar a los ciudadanos de ese territorio a ir hasta Vitoria-Gasteiz para coger un vuelo? Ni hablar, eso podría restar votos en casa y no compensa. Es preferible que sigan utilizando un aeropuerto que hace las delicias de los pilotos cuando sopla fuerte el viento sur.
No quiero decir con esto que prefiera que todo el tráfico aéreo vasco se centre en Foronda. Particularmente, no soy muy amigo de volar y no me afecta especialmente el tener que desplazarme a Loiu para tomar un vuelo. Lo que creo, y considero que es algo muy preocupante, es que no existe una política seria en materia de comunicaciones por parte del Gobierno Vasco y las Diputaciones, que cada institución es incapaz de ceder en una materia que debería regularse de forma racional y mediante el consenso. Tantos aeropuertos, superpuertos, trenes de alta velocidad y autopistas de peajes son un despilfarro que hoy por hoy no nos podemos permitir.
Es labor del Departamento de Medio Ambiente y Política Territorial el impulsar un plan de consenso sobre el futuro del transporte en Euskadi, tanto de mercancías como de pasajeros. Y debe ser un plan basado en la realidad y no en fantasías localistas. El progresivo encarecimiento de los combustibles fósiles está ya afectando a nuestra manera de viajar y a la forma en que tenemos de transportar los bienes de consumo a través de nuestro territorio. Y esta tendencia se irá agravando, salvo que se produzca un descubrimiento tecnológico que nos permita sustituir a los combustibles fósiles en muy poco tiempo, algo que no parece muy probable a medio plazo. Por tanto, corremos el riesgo de malgastar un tiempo precioso en absurdos debates en lugar de afrontar el reto de diseñar un modelo de transporte realmente sostenible y con futuro.
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