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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Un faro para la convivencia

Mural del 3 de marzo en Zaramaga

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3 de marzo de 1976. Una niña de apenas 5 años mira con temor desde una ventana las calles del barrio de Zaramaga. Ve personas correr, policías, gritos… La Policía apunta hacia arriba, hacia las ventanas… Los grises bajan de los autobuses con pañuelos de colores al cuello…  “No os asoméis; meteos para adentro”…  

Su casa está a apenas cien metros de la modernista iglesia de San Francisco de Asís. La niña no comprende nada, pero intuye que está sucediendo algo que no es normal. Ama y aita no saben qué va a pasar, pero no tienen duda de que algo muy grave está sucediendo. Ama sigue asustada desde que ha ido a buscar a las niñas al colegio y la Policía Armada no quería dejarle pasar hasta el cercano centro de las Hermanas Mercedarias de la Caridad. Ignacio y Maite forman una de las muchas familias emigrantes que han llegado a finales de los años sesenta a este barrio gasteiztarra para forjar un nuevo proyecto de vida. Llegaron de Soraluze y aquí han nacido sus hijas Beatriz y Elena.

Se escuchan disparos muy cerca… 

Aquellas imágenes han quedado grabadas para siempre en la retina y en la memoria de aquella niña. Hoy, casi 45 años después, aquella gasteiztarra es la actual responsable de las políticas vascas de Memoria y del Instituto Gogora, como consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno Vasco. Y aquella niña de Zaramaga ha tenido este jueves la inmensa satisfacción de anunciar el acuerdo interinstitucional para impulsar la creación de un Centro Memorial de las Víctimas del 3 de marzo. Por ello he querido que mis primeras palabras estuvieran dedicadas a las víctimas de la masacre del 3 de marzo. Mi pensamiento está con todas ellas, con las familias de Pedro María Martínez, Francisco Aznar, Romualdo Barroso, José Castillo y Bienvenido Pereda, y también con los centenares de personas que fueron heridas. Un sentido abrazo para todas ellas.

Es, sin duda, un día histórico para Vitoria-Gasteiz, para Araba y para Euskadi en general. Es cierto que tenemos tendencia a abusar de la palabra 'histórico' y de atribuir este calificativo a prácticamente cualquier hecho relevante. Pero hoy, sin embargo, el apelativo cobra más sentido que nunca, porque, aunque a lo largo de estos años hemos impulsado numerosas iniciativas en relación a los sucesos del 3 de marzo, es ahora cuando comenzamos a saldar la deuda pendiente con lo ocurrido y con sus víctimas. Son sucesos grabados con sangre en la memoria y en el imaginario colectivo de esta ciudad, de este territorio y de este país.

Desde que soy consejera responsable de las políticas de Memoria, lo he repetido en más de una ocasión: la memoria no es solo pasado; la memoria es, sobre todo, futuro. La pregunta, la verdadera pregunta, es: ¿memoria para qué? Para mí, la respuesta solo es una: memoria para la verdad, memoria para el futuro, memoria para la convivencia. Nadie va a devolver la vida tan injustamente arrebatada a las víctimas, pero sí podemos devolverles algo de muy especial valor: su memoria, la verdad y el reconocimiento, porque el derecho a la memoria, a la verdad y al reconocimiento no prescriben.

Toda expresión de violencia y toda vulneración de derechos humanos merece nuestra más firme condena. Y somos radicales en la exigencia de la necesaria autocrítica como punto de partida para la reparación de esa vulneración. El Estado es responsable de la utilización indiscriminada e ilegítima de la violencia por parte de la Policía Armada aquel 3 de marzo en Vitoria-Gasteiz. El Estado español, además de reconocer el daño causado, ha de ser firme en su autocrítica y en su reconocimiento de que fue injusto, radicalmente injusto.

Vivimos tiempos de inflación de polémicas políticas, las más de las veces interesadas y artificiales. Por eso, hoy quiero poner en valor la colaboración institucional. El Gobierno Vasco, la Diputación Foral de Álava y el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz queremos una vez más poner el acento en lo que nos une, que no es otra cosa que el bien público y el mejor servicio a nuestro país, a nuestro territorio y a nuestra ciudad. Bien público y mejor servicio simbolizados en algo tan sentido por todos y todas como la memoria del 3 de marzo. Y a este propósito se suma el Obispado de Vitoria, con la cesión de uso de la Iglesia de San Francisco de Asís, escenario de los acontecimientos y único lugar donde la memoria del 3 de marzo podía adquirir su verdadera significación. Mi más sincero agradecimiento, y también a todas las personas que integran el Patronato de la eclesiástica Fundación San Francisco de Asís, en especial a su principal impulsor, Luis María Sánchez Iñigo.

Junto a esta firme y decidida voluntad de colaboración interinstitucional, quiero hacer un reconocimiento también al trabajo que viene desarrollando la iniciativa social en relación con la memoria del 3 de marzo. Auzolana es nuestro lema; auzolana desde el liderazgo institucional y el reconocimiento y la participación de la iniciativa social. Con estas dos premisas, la memoria del 3 de marzo está asegurada.

Este proyecto nace con la vocación de dar respuesta a un sentir social y de hacer justicia y honrar la memoria de las víctimas del 3 de marzo. Las víctimas son la centralidad de nuestra política de memoria. También en el Memorial del 3 de marzo. El camino que vamos a recorrer a partir de hoy solo puede y debe ser compartido con las víctimas, con todas las instituciones, con la Iglesia, con los agentes sociales, con las entidades memorialistas, con Memoria Gara, con los sindicatos en que militaban o simpatizaban las víctimas... Solo así alcanzaremos el objetivo de, entre todos y todas, hacer realidad el memorial que las víctimas y la ciudad de Vitoria-Gasteiz se merecen.

La Iglesia de San Francisco de Asís ha sido durante muchas décadas un lugar de culto religioso. Lo he vivido de primera mano, porque he crecido junto a ella y he asistido en ese templo a infinidad de ceremonias. ¡Ahí hice mi Primera Comunión! Un 3 de marzo de 1976 esta iglesia fue escenario de unos trágicos y luctuosos sucesos. Ahora ponemos la primera piedra para que, a partir de ahora, sea un lugar de memoria y un faro para la convivencia.

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