Toda fiesta se encuentra anclada en una sociedad, no puede disociarse entre sí, el tiempo extraordinario, que eso en definitiva es el tiempo de fiesta, evoluciona y cambia en la medida en la que evoluciona y cambia la sociedad en la que se inserta. Esta realidad objetiva no implica que los cambios que experimente la fiesta han de olvidar la tradición. Si analizamos los “Sanantolines” de Lekeitio observaremos que se han producido cambios en uno de los actos centrales de las mismas durante el “Antzar Eguna”; si la sociedad se muestra cada vez más sensible con respecto al maltrato animal es lógico que se produzcan cambios, pero los mismos no han hecho sino readaptar la tradición y conservar su espíritu actualizado. Así en la actualidad los gansos están previamente sacrificados o se utilizan gansos sintéticos.
La solución mezcla de forma brillante pasado tradicional con futuro respetuoso para con la eliminación del sufrimiento animal.Radicalmente distintas habían sido las consecuencias derivadas de prohibir esa representación simbólica de un pueblo volcado hacia la mar y eliminar el escenario del puerto repleto de barcas y público. En este sentido el cambio realizado, que casa perfectamente tradición y modernidad (o, quizás, debiéramos decir postmodernidad), ha sido un modelo de éxito.
Bien, esto mismo se está buscando en este momento en Vitoria-Gasteiz con respecto a los escenarios más tradicionales de sus fiestas, conocidas como “La Blanca”. Se han eliminado elementos centrales de las mismas: las corridas de toros, la exhibición de fieras en el circo, la carrera de burros, el “paseíllo” de blusas y neskas al coso taurino, etc. y todo ello unido a las discrepancias surgidas en varias cuadrillas de blusas y neskas entorno al papel de la “comisión de cuadrillas ”y a las iniciativas de movimientos feministas o animalistas, han provocado que las fiestas de 2017 se hayan iniciado con un ambiente un tanto enrarecido.
Es evidente que no se ha conseguido, no hemos conseguido, aunar el recorrido diacrónico de nuestras fiestas con la necesaria adaptación a los nuevos tiempos de los viejos rituales. No es nada fácil, desde luego, mucho menos aún en una sociedad que, parafraseando a Entrena Durán, “se está caracterizando por su estado de crisis e incertidumbre generalizado y por el agotamiento de las potencialidades utópico-subversivas del cambio”. Aun así me niego a pensar que las fiestas de mi ciudad no puedan encontrar ese necesario equilibrio entre tradición y progreso, entre expresión de religiosidad y sociedad secularizada, entre espectáculo taurino y respeto animal, entre erotismo y condena del sexismo.
Repito que no es tarea fácil y no sé si propuestas como toros o rejoneadores pero sin la muerte o sufrimiento del animal podrían ser atractivas. Torneos de recortadores o espectáculos de vaquillas quizás pudieran ser de nuevo un elemento a tener en cuenta para llenar la plaza de cuadrillas de blusas y neskas, además de público, en la que ese espacio central de la fiesta pudiera llenarse de nuevo de música de las txarangas, de meriendas suculentas en las cazuelas y de jarana y bullicio festivo. Quizás este año es ya tarde para plantearlo y debamos contentarnos con que, yo así lo deseo, simplemente las fiestas discurran en paz y armonía.
Un conocido estudioso de nuestras fiestas, Eduardo Valle Pinedo, me decía hace pocos días que a pesar del ambiente mediático generado por la división entre Comisión y Federación de blusas y neskas, lo cierto es que los blusas seguiremos tomando vinos con nuestros amigos de uno u otro sector. ¡Que así sea!
Sobre este blog
Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
