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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¡Gocemos de la diversidad, probando nuevos menús!

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Jone Bengoetxea

Mujer-hombre. Blanco-negro. Heterosexual-homosexual. Rica-pobre. Enfermo-sano. Extranjera-de aquí. Viejo-joven. Privilegiada-marginada…

Podríamos seguir jugando con esta enumeración dicotómica que parece un menú cerrado, engrosando este rígido menú que solo ofrece dos posibilidades. ¡No es fácil salirse de los esquemas trillados! Nos cuesta imaginar realidades diversas, y en lugar de partir de los rasgos característicos propios de las personas individuales, suele ser habitual homogeneizar realidades diferentes, como si todo fuera lo mismo. La tentación de hacer una lectura única es enorme.

Esa tentación también nos afecta a nosotros y nosotras. De hecho, cuando desde el sindicalismo y, por tanto, desde ELA, se habla de la clase trabajadora, solemos referirnos a una clase trabajadora oprimida homogénea. Está claro que la lucha de clases que parte de la identidad colectiva se basa en la dicotomía “nosotras-nosotros” (trabajadoras y trabajadores) y “los demás” (el poder), pero no podemos olvidar que al hacer esa distinción corremos el riesgo de excluir a determinadas personas y colectivos. ¿O es que una supuesta clase trabajadora que lo abarca todo puede integrar todas las situaciones de desigualdad y discriminación que sufren las diferentes personas y colectivos? ¿Es lo mismo ser trabajadora blanca o negra; trabajador o trabajadora; discapacitada o no; transexual o no?

No nos llevemos a confusión; un sindicato no renunciará a la lucha de clases, porque es de ahí de donde se deriva su identidad y fundamento. Pero a su vez no puede negar la heterogeneidad y diversidad que existe en el seno de la clase trabajadora: también entre las personas oprimidas hay diferencias.

Este 28 de junio, día de reivindicación LGBTBIQ, el sindicato ELA quiere hacer una mención especial de la diversidad. Queremos reivindicar la convivencia en una mezcla multicolor con las personas que normalmente se salen de la centralidad basada en la opción sexual y afectiva y la identidad de género: mujeres con pene u hombres con vagina; personas que no se definen ni como mujeres ni como hombres; que tienen relaciones sexuales y afectivas con cualquier género; que ponen en cuestión la masculinidad y feminidad tradicional…

Nos marca la cultura heteropatriarcal, y más allá de nuestra vida personal, influye directamente en los valores, funcionamiento, normas y creencias de instituciones, agentes o de cualquier colectivo; por supuesto, también en ELA, en cuanto que forma parte de la sociedad.

La diversidad es un término que da buen rollo: ¿Quién se opone a la diversidad? Sin embargo, más allá del discurso, es difícil llevar a la práctica la diversidad de manera colectiva.

Convivir o tratar de convivir en diversidad nos lleva a ponernos en el lugar de la otra persona, y esto puede generar incomodidad. De hecho, solemos considerar que estamos oprimidos u oprimidas, sin darnos cuenta que en determinadas situaciones somos quienes oprimimos. Y es que cualquier persona asalariada puede ser oprimida, pero ¿no supone tener privilegios el hecho de ser blanco, hombre, castellanohablante y heterosexual? Esa es la aportación de la diversidad: nos obliga a preguntarnos si estamos dispuestos a construir y deconstruir nuestra personalidad.

Por ello, el sindicato que aspira a ser contrapoder también tiene alguna responsabilidad política a este respecto; por un lado, tiene que revisar su cultura, funcionamiento y creencias, y por otro, siempre debe tener presente que también entre las personas oprimidas hay desigualdades: en todo momento tenemos necesidad de las miradas diversas.

¡Queremos probar nuevos imaginarios y menús!

¡Disfrutemos de la diversidad!

Jone Bengoetxea es representante de ELA

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