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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Hermanos

El rey Felipe y el monarca marroquí Mohamed VI durante la firma de acuerdos en el marco de la visita de los reyes a Marruecos en 2019.

Iñigo Landa

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Por ser algo público y notorio, a nadie se le pueden escapar el sinfín de infidelidades matrimoniales del heredero de Francisco Franco en la jefatura del Estado español, es decir, de Juan Carlos I, el Borbón fugado conocido como el “campechano”. De hecho, en más de una ocasión ha sido reclamado en conatos de procedimientos judiciales con la finalidad de determinar paternidades que podrían ir desde la de un recientemente fallecido camarero de Barcelona a la de una ciudadana belga. En cualquier caso, dichas demandas jamás han podido prosperar a favor de los damnificados por aquello tan moderno y democrático como lo es la famosa inviolabilidad del rey, prebenda a la que sigue acogido debido a su absurda condición de “rey emérito”.

No deja de ser una especie de anacrónica patente de corso que sitúa a esos sujetos por encima de la soberana ciudadanía (del pueblo) por el mero hecho de ser irresponsables ante la ley. Es decir, que hagan lo que hagan, aunque sea de forma ilícita, y pese a que puedan ser denunciados, nunca serían detenidos ni juzgados por lo que, jamás, podrían ser condenados. Cosas de la marca España o, como diría el profesor Tuñón de Lara, “flecos actuales del Medievo”.

Pero lo que desconocía es que la helena emérita, Sofía, también pudiera haber obrado de la misma manera que la de su marido (que aún lo es), y que en dicha canita al aire hubiese intervenido un sátrapa de manual como lo fue el monarca alauita Hasán II.

Y es que, de otra manera, no logro comprender cómo el hijo del heredero del dictador genocida Franco, Felipe VI, llama abiertamente “hermano” al hijo del dictador genocida marroquí, Mohamed VI. Y se lo llama de forma pública. Aunque no se dirija a todos como tales, muchos “hermanos” les salen a Felipe VI, ¿no?

Si analizamos la escueta carta de condolencia por el terremoto, y al margen de parentescos fraternales, también podemos fijarnos en algo que resulta, cuanto menos, curioso. La redacción de la carta, los términos que utilizan y cómo los escriben: “Majestad”, “Rey” o “Reina”, lo escriben con mayúsculas. Por el contrario “pueblo” y “gobierno” (español o marroquí), lo redactan con minúsculas. Es lo que tiene creerse por encima de quiénes ni los han elegido. Ni al soberano de España ni al soberano que, en la actualidad, sigue masacrando y sometiendo al legítimo pueblo saharaui.

Y no es una forma de hablar. Hacer una crítica en su país al rey de Marruecos, que se considera una especie de Dios, conlleva severas sanciones, incluso penas de cárcel, siempre teniendo en cuenta que en el reino más al sur que el de los Borbones los derechos humanos brillan por su ausencia. En la marca España, hasta hace muy pocos años, por eso que (pasándose justamente por ahí mismo el consagrado Derecho a la libertad de expresión), está tipificado como delito el de “injurias a la corona”, y si bien no contempla penas de prisión, lleva aparejadas sanciones económicas tan altas como del todo desproporcionadas. Bien es cierto que, actualmente todo esto ha quedado mucho más relajado debido a que nunca iba a tener aprobación social el hecho de sancionar a las ciudadanas y ciudadanos que hacemos una crítica abierta a una obsoleta monarquía y a los personajes que la representan cuando, al tiempo, su máximo exponente durante más de 40 años reside en Abu Dabi debido a una buena 'colección' de irregularidades, corruptelas y actitudes que, menos ejemplares, pueden llamarse de cualquier manera.

Y esto no me lo ha contado ningún amigo ya que he vivido en mis propias carnes las consecuencias de ejercer libremente mi derecho a la libertad de expresión. Recuerdo que sancionaron a los compañeros de 'El Jueves' (e incluso llegaron a secuestrar una publicación) por publicar una portada satírica protagonizada por Felipe VI y Letizia (“con zeta”) Ortiz Rocasolano (sin guion intermedio nobiliar) a cuenta del “cheque bebé”, en su día implementado por el Gobierno español. También sancionaron “ejemplarmente” a los compañeros del suplemento 'Caduca Hoy' del diario 'Deia' (cuando disponía de una dirección comprometida) con una multa de las que hacen pupa de la buena por una viñeta sobre una cacería de osos previamente embriagados en Rumanía. En concreto se trataba de una tira satírica donde se veía a “campechano”, escopeta en mano, cargándose al oso Mitrofan. Eran otros tiempos de sobreprotección real , ya que, desde la cacería de elefantes en Bostwana (ya acompañado de su nueva “amiga especial”, Corinna), se terminaron tanto las denuncias como los secuestros de publicaciones.

En mi caso, romper en directo una foto de Felipe de Borbón en la televisión pública vasca (ETB) me supuso una prolongada estancia en la 'nevera'. Hasta hoy. Incluso el Partido Popular solicitó la intervención de la Fiscalía para que fuese sancionado con dureza. Sí, me refiero al mismo Partido Popular que todos conocemos: el de los sobres, los sobresueldos y la corrupción sistémica. En aquel caso, esa petición de actuación de la Fiscalía contra mí partió de una sede del PP adquirida y reformada con fondos destinados a las víctimas del terrorismo. Tuve que aguantarles unos días, tanto a ellos como a su correa de transmisión nacida tras la requisa de la rotativa a “los rojos separatistas”.

Volviendo a la redacción del comunicado de Zarzuela (ese palacio dónde había una máquina de contar billetes), el caso es que, ciertamente, Felipe heredó el trono, y con él, todo lo más rancio, supremacista y clasista de esa institución a la que llaman “Corona”, y sobre cuya vigencia no se pronuncian ni los jarrones chinos (estos días tan en el “candelabro”), ni tampoco los progresistas hoy mandantes en funciones. Y dentro de esa parte minoritaria del Gobierno en funciones, tampoco se ha visto ni oído decir nada por parte de Yolanda Díaz.

A modo de inciso, también me llama la atención eso de oír a Borja Semper (que no tiene pinta de volver a ser portavoz del Partido Popular), a la empática-simpática Cuca Gamarra, al 'poli malo' Bendodo, al último empadronado en Sotosalbos, o a cualquiera que -por ahora- pulule por Génova, como se refieren a su líder como “presidente Feijóo” y al presidente de Gobierno de verdad le llaman señor Sánchez. Y eso cuando no se refieren a él como “perrosánchez”, eso sí, en la intimidad. Curioso. Tan o más curioso como eso de llegar a solicitar al propio Sánchez que “derogue el sanchismo” (aunque solo sea para un par de años). En verdad, suena todo tan ridículo como lo sería pedir el apoyo de Txapote para esa investidura abocada al fracaso, aunque, por intentarlo que no quede: hasta han probado con una nueva versión del 'tamayazo', induciendo al transfuguismo de esos que llaman “socialistas buenos”.

Pero volvamos a eso de “el hermano”. Bastante tengo yo con ser español por imperativo legal como para que, ahora, sea hermano del reino de Marruecos. Digo yo que si el jefe del Estado es hermano a título personal de sátrapa Mohamed (22 horas después de la catástrofe seguía en París), allá ellos, pero, si lo dice en nombre del pueblo que nunca le ha votado, sus súbditos también serían hermanos, ¿no?

En definitiva: que ni siendo marroquí, ni hermano de marroquíes, ni considerándome español, como no puede ser de otra manera, me uno al dolor del pueblo marroquí ante esta inmensa desgracia que están sufriendo y muestro públicamente tanto mis más sinceras condolencias como mi solidaridad. También, como contribuyente, aplaudo cualquier recurso de ayuda que sea enviado a la zona devastada porque una cosa es apoyarse entre pueblos porque, solidariamente, nos da la gana. Y cuando hablo de ayuda, no hablo de dinero ya que, una vez llegado a su país, el sátrapa ha ordenado que todo el dinero que reciba el país pasará primero por la Fundación Mohamed VI. Así lo ha decretado el “hermano” de Felipe VI (con una fortuna personal calculada en 55,7 billones de dólares, según Forbes). Ya sabía yo que este tipo de gente también quiere ganar más dinero a cuenta de las desgracias de su propio Pueblo, con mayúsculas.

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