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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

A 300 metros bajo tierra

Isabel Camacho

Hay frases que de tan reales son de película. Es lo que pasa en el inicio de ‘Gangster Squad’. Entre sus primeras y violentas imágenes emerge una voz herrumbrosa para contarnos que “lo único necesario para el triunfo del mal es que los buenos no hagan nada”.

A la mente que es tramposa, se le antoja pensar en el derrumbe moral que nos anega. Entonces, da la sensación de que te has equivocado de enlace y escuchas un disparate de Cospedal o de alguno de sus colegas. Poseedores de una ambición tan desmedida como su estupidez. Dos cualidades que en política a menudo van de la mano, según parece que dejó escrito Cicerón.

La peli está basada en hechos que acontecieron en los años 40 en Los Ángeles. Las palabras las escupe un duro sargento demolido por la corrupción policial, de jueces y políticos embarrados todos hasta el cuello. Hacedores de poder, dinero y placeres a cambio de mirar hacia otro lado.

Al poli protagonista que combate el mal le pasa como a la mayoría de nosotros: está harto de tanto vapuleo, de tanta ignominia. Pero, en la pantalla, como en la vida, la gente tiene miedo y prefiere quedarse como está.

Muchas de las grandes tragedias de la historia de la humanidad han sucedido por esa actitud silente de los buenos, de su mirar hacia otro lado. En Euskadi también sabemos de qué va esto.

Ahora, en estos tiempos turbulentos, dramáticos, donde en cada esquina se protege un fugitivo, aparecen grupos pequeños de valientes, decididos, sabedores de que uno puede sacrificarse por sus propias ideas pero no por las locuras de los demás.

Son los que salen a la calle a protestar. A que les escuchen los responsables de la catástrofe. Muchos sufren en su piel la marca del desahucio; a los otros, simplemente, no les es ajeno el dolor humano. El año pasado, solo en Euskadi hubo una media de ocho desahucios diarios. Más de 39.000 en España durante todo el año.

Pero ocurre que a quienes protestan en los escracher se les llama acosadores, nazis, etarras... ¡cómo le gusta provocar a Antonio Basagoiti! Sin embargo, no actúan con violencia. Usan la voz y la palabra. Y, eso que les han expulsado de sus casas, en muchos casos con sus hijos, y arrebatado su historia y su futuro. Aunque sigan arrastrando sus pocas pertenencias.

Lo han perdido todo y siguen endeudados ¡qué ironía! Deben a esos bancos que han hundido el país en la miseria. Que han engañado y cobrado claúsulas abusivas de hasta un 24%, como ha reconocido recientemente la Audiencia Provincial de Bikaia, y que, como recompensa han sido rescatados con dinero público.

Pero, ¡ay paradoja! Esas plataformas de afectados por la hipoteca o los stop desahucios son acusados de agresión. Y ¿las víctimas? Los políticos. Ellos que aprueban con sus votos medidas terminales. Esos que juegan con las vidas de las personas amparados en la disciplina del partido.

Esos mismos que temen que los gritos frente a sus domicilios puedan lastimar a sus niños, romper la privacidad de su hogar. Pero, y, ¿los otros niños? Los hijos de las víctimas de la usura bancaria y de una legislación aprobada en solitario por el PP? ¿Quién protege los derechos de esos críos a crecer en su hogar con su familia?

Es el mundo al revés. Un universo paralelo en el que las víctimas son los verdugos y los culpables, esas máquinas de acero preparadas para ganar, inocentes.

Pero, no seamos derrotistas que todavía queda espacio para la queja. El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco ha dado la razón a la dirección de la Ertzaintza, y, al menos en Euskadi, los escraches ya pueden protestar a 300 metros bajo tierra.

En qué estaré pensando, quiero decir, a 300 metros de distancia.

De esta forma, se prima la privacidad del político frente a la libertad de expresión.

No parece descabellado pensar que el servidor público se libre pero que sus inocentes vecinos vean turbada su paz por los gritos o caceroladas.

El escracher es democrático y debería ser un derecho frente al empobrecimiento masivo y la corrupción institucional. Pero, no conviene olvidar que es la consecuencia, no el problema. Lo que hay que frenar son los desahucios. Buscar soluciones. El 96% de los firmantes de hipotecas estaban en 2012 al corriente del pago.

Por cierto, en la película Gangster Squad, el jefe mafioso interpretado por Sean Penn acaba en el banquillo de los acusados. Los buenos son quienes eligieron no mirar para otro lado. Claro que es una película y, además, el guion es flojo y abusa de la metralleta. Y, como dice el poli protagonista, los héroes son sólo héroes cuando ganan.

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