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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Omanís sin oda somos, somos adonis sin amo

Este año se ha celebrado el tercer encuentro anual de la Liga Brasileña de Palindromistas

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Hola, soy Roberto Sánchez (Peramento), y esta es la crónica del viaje que hice del 24 de septiembre al 1 de octubre de 2025 para asistir al tercer encuentro anual de la Liga Brasileña de Palindromistas.

Agarré el avión desde Madrid a São Paulo a las 23:55 del martes 23 de septiembre y, después de otro brinco, llegué a Foz do Iguaçu a eso de las nueve de la mañana (hora local). Subí a un autobús (subí no onibús) al centro y me planté en el hotel enseguida. Después de la ducha, salí a patear la ciudad, muy distinta a las europeas: cuadrada, de calles anchas, sin un centro histórico claro (acaba de cumplir 111 años), mucho arbolado, muchísimas farmacias (con viagra tirada de precio), muchas churrasquerías. Todo muy económico. No gasté más de 300 euros en siete noches de hotel; comer hasta reventar (hay numerosos bufés y restaurantes árabes) sale por no más de cinco euros, y un paquete de tabaco (sí, fumo algo cuando estoy de vacaciones) no valía más de dos eurillos. Esa misma tarde llegué paseando hasta una curiosa catedral dedicada a la Virgen de Guadalupe que tiene tres puertas, una hacia cada país de esa trifrontera: Paraguay, Brasil y Argentina. Un poco hortera.

La primera noche, la del miércoles, Fábio Aristimunho me invitó a cenar en casa de sus suegros, que estaba como a media hora a pie desde mi hotel. Les llamó mucho la atención que apareciera caminando, la costumbre local es tirar de taxi o Úber para cualquier cosa que no sea a la vuelta de la esquina. A la cena vino también Marcelo, palindromista y profesor de filosofía, su señora Katia y Leo Cunha, periodista y escritor, autor de una maravilla gráfica muy chula para niños llamada 'Osso nosso', con dibujos y palíndromos de perretes. 

En la casa de los suegros de Fábio había varias imágenes de Jesucristo y la señora bendijo la mesa y todo. Yo, como buen cobarde, agaché la cabeza fingiendo rezar. 

Casi se desmayan al terminar la cena cuando les comuniqué que me volvía caminando al hotel. No tuve en ningún momento sensación de inseguridad en esa ciudad.

Al día siguiente, jueves, salí a correr, me puse hasta las orejas en el bufé del desayuno y cogí un ónibus hasta Puerto Iguazú para ver las cataratas desde el lado argentino. El parque natural es precioso, es muy paseable y hay monicos, pájaros de todos los colores y unos animalicos muy gorrones y muy jetas, algo así como mapaches con sabrosura, llamados coatís. Las cataratas te dejan sin palabras por su dimensión y su ruido. Algo muy difícil de retratar o describir. La tarde la pasé en Puerto Iguazú porque habíamos quedado para cenar por allí los de la noche anterior y más gente recién llegada. Me encontré un supermercado llamado Capicúa, por cierto. Los recién llegados eran Gilberto y Ulisses de Curitiba (capital del mismo estado de Paraná en el que está Foz do Iguaçu), Fernando Cogan y su novia (de Porto Alegre) y Edson K, de São Paulo (¡había venido en ónibus desde allí, más de un día de viaje!). Edson y Gilberto son de ascendencia japonesa, pero muy distintos, y Ulisses es un señor ingeniero ingenioso y aposentado (así le llaman a la jubilación). Los de Curitiba me llevaron de vuelta en coche hasta el hotel y me hizo mucha gracia que el conductor, Gilberto, fuera tan patoso al volante, siendo como es policía de tráfico. Gente muy simpática y muy agradable.

Viernes. Salí a correr siguiendo el curso del río y llegué hasta la frontera paraguaya. Después de desayunar, me topé con Pablo Javier Alsina y señora —de Natal, en la otra punta de Brasil— en el hall de mi mismo hotel (efusivos abrazos). Aproveché la mañana para ir caminando a ver cómo era Ciudad del Este, en Paraguay. Muchísimos brasileños y argentinos haciendo compras, sobre todo de tecnología y productos importados. Trajín, ambiente de mercado en Hong Kong. Compré una botella de vino para llevar a la cena que tendríamos esa noche otra vez en casa de los suegros de Fábio. Pagarla fue toda una odisea de papeleos para que eximieran los impuestos. A la tarde, fui a visitar la trifrontera y me subí a una noria desde la que se ven los tres países. Había más trabajadores que turistas en la atracción. Por la noche, otra vez donde los suegros de Fábio, nuevas apariciones: Silvio Lourenço, el editor del club, y su esposa Carolina, corredora de maratones; André Araujo, logista y palindromista, persona adorable que me tiene en un altar, con su madre y su novia, y la muy dicharachera Jessie Vidal (Cassie J. en redes). Me hizo mucha ilusión desvirtualizarlos, especialmente a Jessie y a André. Les entregué los libros sobre Markos Gimeno ('101 Letrakartel', 'Pamiela') que me habían encargado. Entendieron el concepto del libro en cuanto abrieron y creo sinceramente que les gustó. Les solté algunas de mis pegatinas con bifrontes euskera/inglés para hacerme el guay.

Sábado, día del encuentro, que se celebró en el aula 313 de Uniguaçu, la universidad local (mi habitación de hotel, curiosamente, también era la 313). Compartí Úber con Pablo Alsina y señora (me vi medio obligado a bajarme y usar el Úber por primera vez en mi vida para devolverles el favor a la vuelta). La cosa empezaba alrededor de las ocho y media (dice el tópico que los horarios en esa parte del mundo son orientativos, y así es). Muy protocolario todo, entrega de acreditaciones, un stand de venta de libros, revistas y merchandising (camisetas y tazas), atendido en todo momento por uno u otro miembro de la Liga, y otro stand con material de exposición (libros antiguos, fanzines y revistas de palíndromos, material sobre Foz do Iguaçu...). En este último colocaron cosas de Markos y un ejemplar de 'Abere ba', de Bigara (Pamiela), que les había llevado para su archivo.

El comienzo de la jornada también fue protocolario: presentaciones del presidente de la Liga (Fábio) y de la rectora de la universidad. Inmediatamente después, se procedió a hacer una conexión con el encuentro del Club Palindromista Internacional que se estaba celebrando en Olot. Fue extraño y emotivo a partes iguales, y se apreciaba muy bien que el CPI está de capa caída y la Liga Ágil brasileña en plena eclosión. Después de la conexión, apareció Rommel Girão, otro al que tenía ganas de conocer en persona. Grande, de cara cuadrada, pero guapo. El más serio de todos, aunque de vez en cuando soltaba alguna sonrisa ladera. También conocí entonces a Ana Lia, de la que pienso que es la mejor poeta del grupo. Llevaba una kufiya sobre los hombros; le agradecí que fuera la única que hizo presente en el aula el elefante del genocidio regalándole una chapa con la bandera de Palestina que llevó puesta cada vez que la vi desde ese momento hasta nuestra despedida el lunes. Bueno, ahora que lo pienso, el día anterior Jessie también había aparecido a la cena con una camiseta del CF Palestino de Chile (a ella también le regalé unas pegatinas antisionistas que me agradeció muchísimo). 

Tras cerrar la conexión con Europa, se proyectaron vídeos enviados por los palindromistas ausentes (¡muchos!); me hizo ilusión que O Palindromista, Ricardo Cambraia, me saludara desde el suyo, y me gustó que uno de los que salió en pantalla relacionara los palíndromos con la insubordinación al orden establecido. Lo siguiente fueron dos mesas redondas muy sesudas y —para mi gusto— demasiado largas sobre los tópicos de la palindromía: si existe la autoría y si son arte, artesanato o juego. 

Entre esto y la entrega de premios, un hombre con acento extranjero en portugués (era irlandés) nos presentó, junto a la directora del mismo, el Parque das Aves de Foz y nos anunció que al día siguiente, domingo, ninguno de los presentes pagaríamos entrada. Sonoros vítores. Esto del parque tenía relación con los galardones: los premios eran pájaros mutum (típicos de la zona) impresos en 3D, con una plaquita especificando la categoría. Había múltiples categorías, pero no se hizo tedioso porque Ulisses y su bigotón tenían mucha gracia. A mí me dieron el premio al mejor palíndromo reivindicativo (Aparta,/sorete nuclear,/Sion asnil,/insano Israel,/cunetero sátrapa). Al terminar la ceremonia, Fábio, el presidente, me hizo entrega del diploma de miembro honorario de la Liga.

Antes de bajar a comer, aproveché para comprar todos los libros que había a la venta. Me llamó la atención lo bien editadas que estaban las revistas anuales ('Artsinistra') y los libros publicados por la Liga bajo el sello Palíndromo Popular Brasileño; ya van cinco, de André, Rommel, Edson, Ana Lia y Fábio Cajueiro (que debe ser todo un adonis, pero no pudo ir al encuentro). Todos —menos Fábio Cajueiro, claro— me dedicaron sus obras. Me abrumó ver mi entrevista a cinco páginas en el primer número de 'Artsinistra', quizá la vez que mayor importancia se me haya dado jamás.

Durante la comida —típica de comedor universitario— me senté junto a Silvio Lourenço y señora. Silvio —el editor de la Liga— estaba interesado en traducir y publicar en la revista de la Liga fragmentos de '101 Letrakartel' de Markos Gimeno. Le dije que si su familia y Sarri daban su permiso, yo mismo le ayudaría.

La tarde comenzó con unos minutos musicales. Me tragué mi vergüenza para cantar a coro con Jessie (a la que le encanta) aquel palíndromo que musiqué un día. Pablo Alsina cantó los suyos con más arte que yo, y me permití canturrear una cosilla sobre Palestina que nada tiene que ver con los palíndromos (no me lo afearon). 

La cosa continuó con un desafío palindrómico en directo, que tomó la forma de fase final de Mundial de fútbol, con los palíndromos enfrentándose entre sí para pasar a siguientes fases mediante un sistema de votación con una aplicación muy chula. Estuvo bien (ganó el presi), pero fue demasiado largo, restó tiempo a las presentaciones de libros, que era lo que quedaba. Para esa presentación nos sentaron en la palestra a Rommel, a Edson K. y a mí para hablar de lo nuestro. Ellos lo hicieron con sus respectivos libros en las manos y leyendo alguno de los palíndromos... y yo, que tenía una presentación-explicación-espectáculo de aproximadamente tres cuartos de hora del proyecto de cómic 'Palindrotiras' (Autsaider Cómics), tuve que morderme las ganas porque me cortaron irremediablemente a la media hora: no había más tiempo de ninguna de las maneras, y el personal ya estaba cansado. Pude explicar lo importante que es el dibujante José Pablo García, cómo nos conocimos él, Raúl Ortiz y yo, cómo comenzamos a colaborar y las distintas fases metamórficas del proceso. El PDF del borrador del cómic en sí apenas lo pude enseñar.

Hicieron una rapidísima asamblea anual (están maravillosamente de acuerdo en todo), y a las siete y media de la tarde cada mochuelo se fue yendo a su olivo antes de la quedada para socializar delante de unas cervezas. Estábamos todos tan cansados que en cuanto uno dijo en el chat que se rajaba por cansancio, hubo una reacción en cadena de más gente cansada que hizo que se cancelara la cita.

Al día siguiente, el plan era turístico: visita al Parque de las Aves y a las cataratas por el lado Brasileño. El parque estaba muy bien organizado y, si bien tenía mis reparos ante lo que más o menos era un zoo, he de reconocer que era espacioso y los hábitats no daban sensación de enjaulamiento. Conocimos al mutum en persona, nos hicimos varias fotos de grupo y vimos avecillas, pajarracos y mariposas de colores y tamaños de película. Durante el recorrido aprendí bastante sobre fútbol brasileño y se comentó la posibilidad de refundar/fundar una especie de Internacional Palindromista aprovechando la potente inercia brasileña.

Comimos en un bar cercano al parque (un pescado más bien malo en mi caso) y se despidieron los de Curitiba (Ulisses y Gilberto) y Fernando Cogan y su pareja, antes de que el resto fueramos a la entrada del complejo de las cataratas, que está al ladito del Parque das Aves. 

El lado argentino de las cataratas te “mete” en ellas y el brasileño te enseña una vista panorámica, aunque es menos salvaje. Merecen la pena ambos, acabas aturdido por tanta agua y semejantes dimensiones. Al terminar el recorrido, nos hicimos una foto colectiva con la estatua de Santos Dumont, pionero de la aviación y héroe nacional. Se despidieron todos, menos Silvio y su señora Carolina y Ana Lia y su hija Taís, que se quedaban dos días más por la zona. De Pablo Alsina y su mujer me despedí en el taxi de vuelta a nuestro hotel; su avión de vuelta salía el lunes de madrugada. Antes de meterme en el hotel, fui a cenar unas empanadas y a tomar dos cervezas (¡de litro!) a un restaurante cercano llamado Vitoria (me hice una foto con el cartel, por supuesto).

El día siguiente, lunes, me monté en un mototaxi para ir a una especie de parque temático muy comercial y de mal gusto en el que había varias zonas: un museo de cera —bizarro—, una exposición de motos — casi todo Harleys y réplicas sin carteles explicativos—, un “ecoparque” —cabras, vacas y cosas de esas—, un dinoparque —patético—... y lo mejor de todo: un bar metido en un congelador, que era una especie de reto: tenías media hora de barra libre (mojito, mangaroca, caipirinha y amarula) en vaso de hielo si aguantabas el frío; era exactamente lo que se siente al potear por Gasteiz en enero. Me hice amigo de una pareja de moteros y nos agarramos una tremenda merluza congelada en media hora delante de los ojos de pasmo del camarero, que iba abrigado como para subir al Himalaya. A la salida, después de exaltar mi amistad con los moteros, me volví paseando al hotel (casi dos horas de camino) para bajar la castaña.

Ese día lunes a la noche quedé a cenar con Silvio, Carolina y Ana Lia en un restaurante árabe (hay muchísimos en Foz, hay abundante población de origen libanés y sirio). Los tres —como todos los palindromistas brasileños— son antibolsonaristas, pero me enteré durante la sobremesa de que Silvio es cura presbiteriano. Dios está muy vivo en Brasil, por lo que parece. Me contó que ha tenido problemas con correligionarios por ser de izquierdas. Es muy buen tipo.

El martes 30 de septiembre fue mi último día en Foz. Había quedado el día anterior con Antonio, mi mototaxista de cabecera, para que me llevara a la presa binacional de Itaipú para hacer la visita larga. Es una obra de ingeniería que te deja tan boquiabierto como las cataratas: tiene veinte turbinas gigantescas y un tamaño de punta a punta que solo se aprecia desde bien lejos, y es un territorio que no pertenece ni a Paraguay ni a Brasil y tiene una legislación y una policía propias. El personal es escrupulosamente al cincuenta por ciento de cada nacionalidad, y los carteles están en portugués y castellano en la mitad más próxima a Brasil y en castellano y portugués en la otra. Esto y las cataratas son los imprescindibles de Foz do Iguaçu, a mi entender.

La última noche, la del martes, la reservé para invitar a cenar a Fábio Aristimunho y a su familia (eligieron también un restaurante árabe, con el miedo que le tengo yo al sésamo). Ana Júlia, la hija adolescente de Fábio, es una chavala muy inquieta intelectualmente y nos retamos a haber aprendido español y portugués respectivamente para cuando nos volvamos a ver en Río de Janeiro (el lugar del encuentro de 2026). Aproveché para que Fábio me firmara dos ejemplares de su libro 'Arara Rara', para mí y para Joseba Sarrionaindia. Firmó para él también un librillo con traducciones que había hecho en su día de poesías vascas de antes de la Guerra Civil. 

Fabio me ha incluido en el grupo oficial de WhatsApp de la Liga Ágil. En su descripción pone “GRUPO DE PALINDROMISTAS ANTIFASCISTAS”. Mola.

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