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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¿Relanzamiento de la energía nuclear?

Vista exterior de Santa María de Garoña

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Diez años después del desastre de la central nuclear de Fukushima, el porcentaje de electricidad generado a nivel mundial a partir de la energía nuclear prosigue un lento declive. Sin embargo, en la cumbre climática de Glasgow celebrada en la primera quincena de noviembre, la energía nuclear ha vuelto al centro del debate al marcarse los nuevos objetivos de reducción de emisiones de CO2.

En este contexto, el presidente francés Emmanuel Macron, ha anunciado la construcción de nuevas centrales nucleares, incumpliendo así sus promesas electorales, según ha declarado para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y preservar su autonomía ante las importaciones. Francia es el gran fabricante de reactores nucleares en Europa y uno de los principales del mundo, y está invirtiendo en el desarrollo de pequeños reactores nucleares (SMR, por sus siglas en inglés). Unos cuantos países del Este también usan energía nuclear, mientras, Alemania, no es partidaria. La futura coalición del Gobierno de Alemania con el partido socialdemócrata, el partido verde y los liberales se ha reafirmado en la posición contra el aval a la energía atómica.

Por su parte, España, donde la energía nuclear genera una quinta parte de la electricidad, está hoy por hoy del lado antinuclear, y en 1994, con la presidencia de Felipe González, fue decretada una moratoria nuclear que se mantiene. Actualmente funcionan siete reactores nucleares, y la última central nuclear que dejó de funcionar fue la de Santa María de Garoña. El cese definitivo de la explotación de la citada central, que se encuentra en el valle de Tobalina, en el norte de Burgos, a escasamente 43 kilómetros de Vitoria, se publicó en la orden de 5 de julio de 2013 del BOE. El 1 de agosto de 2017, el ministro de energía anunció la decisión del Gobierno español de denegar la autorización de continuidad del reactor nuclear de Garoña, cerrándose definitiva e irrevocablemente.

Antes de fin de año, la Comisión Europea debe presentar una propuesta de reglamento que debe servir de guía para dirigir las inversiones en los próximos años, lo que se ha venido a llamar la Taxonomía verde europea, para dirigir las inversiones en las próximas décadas y hacerlo hacia proyectos que ayuden a cumplir con los acuerdos de Paris. Uno de los problemas centrales en esta cuestión, es que se incluyan actividades económicas como sostenibles sin serlo. Es lo que se denomina: el greenwashing, un lavado de cara para parecer menos contaminante.

Francia abandera esta opción, pero se ha encontrado con una inesperada reacción de un grupo de países. Concretamente, cinco naciones de la Unión Europea -Austria, Dinamarca, Alemania, Luxemburgo y Portugal- han rechazado las propuestas para incorporar la energía nuclear como una opción elegible susceptible de recibir recursos económicos de los fondos europeos en consonancia con los planes de acción climática.

Los cinco países sostienen que incorporar la energía nuclear a la lista de la UE de tecnologías no perjudiciales para el clima comportaría el riesgo de desviar fondos de las fuentes renovables, como la eólica y la solar, para esta finalidad. Por su parte, el Gobierno español, en declaraciones de la vicepresidenta de Transición Ecológica y del Reto Demográfico, Teresa Ribera, no quiere que sean elegibles para las ayudas “ni las nucleares ni el gas”.

Pero ¿la energía nuclear puede servir para frenar el cambio climático? Todo lo contrario. La energía nuclear es un obstáculo para la lucha contra el cambio climático.

En primer lugar, porque la nuclear no es neutra respecto a las emisiones de gases de efecto invernadero. Considerando el ciclo completo de las tecnologías de generación eléctrica no-fósiles (es decir, la nuclear y las renovables), la energía nuclear emite más CO2 que cualquiera de las energías renovables por cada kWh producido. Esto se debe a que en todas las etapas del ciclo nuclear-la minería del uranio, la fabricación del concentrado, el enriquecimiento, la fabricación del combustible, la construcción de las centrales nucleares, su mantenimiento y posterior desmantelamiento, la gestión de los residuos radiactivos, etc.- se consumen grandes cantidades de combustibles fósiles.

Si es cierto que, si se incluye todo el ciclo de vida de una central nuclear, la energía atómica está en mejor posición que los combustibles fósiles como el carbón o el gas. Pero la diferencia con las energías renovables en este aspecto es considerable.

En segundo lugar, la seguridad de las plantas también consume electricidad, esta es una de las paradojas de la industria nuclear, con el fin de generar electricidad de forma segura las plantas necesitan un suministro significativo y constante de electricidad, que emite CO2.

Otro aspecto es que las nucleares consumen en grandes cantidades agua, lo que es poco adecuado en un contexto de un clima más cálido. Tanto los reactores para refrigeran núcleos y condensadores, como sus piscinas de combustible gastado, necesitan agua en abundancia. Durante la última década, y precisamente debido al calentamiento global, las centrales nucleares han experimentado numerosas paradas.

Pero, además, la energía nuclear es cara y lenta. Mycle Schneider, autora del Informe sobre la Situación de la Industria Nuclear Mundial (WNISR), señala: “Los nuevos cálculos muestran que la energía nuclear es aproximadamente cuatro veces más cara que la eólica o la solar, y su construcción es cinco veces más larga. Si se tiene en cuenta todo esto, se puede pensar en unos 25 años para construir una central nuclear”.

Sin embargo, el mundo tiene que controlar los gases de efecto invernadero en los próximos diez años. Y en los próximos diez años, la energía atómica no podrá hacer una contribución significativa. A lo que habría que añadir, los riesgos de seguridad y gestión de residuos.

Los reactores nucleares producen desechos radiactivos de larga duración que representan una amenaza directa para los seres humanos y el medio ambiente durante muchos miles de años. La gestión de residuos radiactivos es costosa, compleja, controvertida y sin resolver. La energía nuclear no puede considerarse una fuente de energía limpia dado el legado intratable e intergeneracional de los desechos nucleares. Los costos humanos, ambientales y económicos de accidentes como Chernóbil y Fukushima son enormes y continuos. El desmantelamiento y la limpieza de reactores y emplazamientos nucleares antiguos, incluso en ausencia de accidentes, es un desafío técnico y extremadamente costoso.

Otra cuestión muy importante a reseñar es que, los países que siguen apostando por la energía nuclear son en su mayoría países con armas atómicas, como el Reino Unido, Estados Unidos y Francia. Deben mantener su sector nuclear, por tanto, sin energía nuclear civil, no hay energía nuclear militar y sin energía nuclear militar, no hay energía nuclear civil.

Las opciones más claras y seguras para reducir emisiones, son disminuir de forma radical el consumo energético, sustituir el uso directo de combustibles fósiles por electricidad descarbonizada y y empoderamiento de la ciudadanía en la generación de electricidad a través del autoconsumo y comunidades energéticas.

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