Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Es tiempo de autocrítica y honestidad
Como presidenta de la Fundación Fernando Buesa Blanco, entidad abierta y plural que lleva más de 18 años trabajando por la conveniencia, la memoria y la deslegitimación de la violencia, consideramos necesario hablar alto y claro ante el anuncio de ETA de poner punto y final a su trayectoria terrorista. Un anuncio que llega dolorosamente tarde y mal. Lo hace después de más de 850 asesinados y millares de heridos, extorsionados y amenazados, algo que nunca debió suceder y del que la única responsable es ETA.
En su comunicado, reconocen el daño causado, algo que no es nuevo ya que lo hacían de forma sistemática al reivindicar sus atentados. La alusión que hacen “entendemos que muchos consideren que nuestra actuación ha sido inaceptable e injusta y lo respetamos”, no es suficiente. ¿Cómo lo asumen y lo consideran ellos? Deberían decir claramente que fue injusto, y que recurrir a la violencia para obtener fines políticos es éticamente insostenible y no tiene ninguna justificación.
Piden perdón a las víctimas que no tenían participación en el conflicto pero no a otras que a su juicio sí la tenían, es decir, piden perdón por las víctimas de Hipercor pero consideran que Fernando Buesa, Gregorio Ordoñez, José María Lidón y tantos otros estuvieron bien asesinados como participantes en el conflicto. Alberto Jiménez-Becerril estuvo bien asesinado, pero piden perdón por el asesinato de su mujer, Ascensión García. ¿Puede haber mayor crueldad? ¿Es esta la empatía que dicen querer mostrar por el sufrimiento generado? Es una actitud de cinismo insoportable.
Justifican sus crímenes por la existencia de un conflicto anterior a su aparición y que aún continúa. Pero conflictos en la sociedad vasca ha habido y hay muchos, como en toda sociedad. Sin embargo, en una democracia los conflictos no se resuelven asesinando al oponente sino a través del diálogo, del acuerdo, y cuando este no es posible ante los tribunales. Es decir, aceptando las reglas de la democracia y del Estado de derecho.
Pretenden construir un relato que adolece de una tremenda falta de responsabilidad: expresiones como “ojalá nada de esto hubiera sucedido. Ojalá la libertad y la paz hubieran echado raíces en Euskal Herria”, “nadie puede cambiar el pasado” o “reconozcamos todos la responsabilidad contraída y el daño causado”, constituyen una retórica que envuelve y diluye la responsabilidad de ETA dando a entender que todos hemos sido responsables de tanta atrocidad. Fue la banda terrorista quien decidió libre y voluntariamente asesinar, extorsionar y amenazar para imponer su proyecto político, totalitario y excluyente. Y si ha terminado no ha sido por la voluntad de ETA, sino por la actuación del Estado de derecho que ha conseguido derrotarla junto con el rechazo creciente de la sociedad vasca.
Desde la Fundación Fernando Buesa Blanco siempre hemos condenado los contraterrorismos ilícitos o los abusos policiales cometidos, pidiendo para sus víctimas reconocimiento y reparación. Pero vemos que ETA no lo hace con las víctimas que su propia violencia ha originado. Esa es la diferencia fundamental entre los demócratas y los totalitarios, que legitiman y justifican la violencia que ejercieron por una motivación política. No podemos olvidar que las víctimas de ETA tienen un significado político, que viene dado por la pretensión de los victimarios de imponer su proyecto.
En todo caso, reconocemos que el comunicado tiene elementos positivos, como el anuncio de su final y el compromiso de no repetición, así como su redacción, tan diferente a otras anteriores. Sin embargo, las palabras como “empatía” y “perdón” pierden su sentido con el uso restrictivo y matizado que se hace de las mismas, quedan huecas si no van acompañadas de una reflexión ética en profundidad por parte de ETA de lo que ha supuesto toda su actividad. Es tiempo de autocrítica y honestidad.
Intuimos que ETA ha buscado contentar a todos: a las víctimas con el perdón a unas y el respeto a otras, a su mundo justificando su actuación por la existencia del conflicto, a la sociedad vasca con su final y el compromiso de no repetición y, no lo olvidemos, a sus presos y huidos, pretendiendo dar a la vez una justificación a sus delitos y proporcionar argumentos para la obtención de beneficios penitenciarios. En la tragedia que hemos vivido no puede haber medias tintas, hay que posicionarse con claridad.
En este momento en el que parece van a declarar su fin, queremos enviar a ETA un mensaje. Si piensan sinceramente en una convivencia futura en paz y libertad, aún están a tiempo de proclamar que es ilegítimo el uso de la violencia para conseguir objetivos políticos. Que recurrir a ella fue un error que causó un daño injusto e irreparable, y que requiere la petición de perdón a todas las víctimas sin distinciones. Ese sería el verdadero final y la garantía de no repetición, existan los conflictos que existan.
Nuestra Fundación ha defendido siempre que la desaparición de ETA era condición necesaria pero no suficiente para la construcción de la convivencia en paz y libertad en Euskadi. A su desaparición debe unirse la deslegitimación clara del terrorismo y la autocrítica, a la que instamos tanto a ETA como a quienes apoyaron su actuación. Junto a ello, es imprescindible la construcción de una memoria justa y veraz de lo ocurrido. Una memoria basada en la centralidad de las víctimas. Y todo ello es tanto tarea de las instituciones como del conjunto de la sociedad vasca.
Por último, nos gustaría que la cobertura de la disolución de la banda haga hincapié en la derrota de ETA sin caer en el objetivo propagandístico que la banda pretende dar a este hecho. Su desaparición certifica la victoria del Estado de derecho en su lucha contra el terror, contra quienes quisieron imponer su proyecto sobre la sangre inocente de sus víctimas. ETA tiene contraída una inmensa deuda con la sociedad vasca y española.
*Natividad Rodríguez Lajo es la presidenta de la Fundación Fernando Buesa Blanco
Sobre este blog
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