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Soplan buenos vientos para la energía eólica: Euskadi apuesta por ella tres lustros después

Euskadi prevé instalar 577 megavatios de energía antes de 2030

Rubén Pereda

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Han pasado tres lustros desde la inauguración del último parque eólico en Euskadi. Desde 2005, bien por la contestación social o bien arguyendo falta de subvenciones, la eólica ha sido una energía parada, pese a las optimistas promesas del Gobierno. Ahora, soplan nuevos vientos que prevén darle un empujón, ya que el Ejecutivo se ha comprometido a casi quintuplicar la potencia antes de 2030 para intentar seguir a rebufo de las directrices impuestas desde Bruselas. Para ello, como se anunció este martes, ya se están llevando a cabo pruebas en ocho emplazamientos: los resultados que estas arrojen servirán para conocer el “potencial real” de la región para la generación de energía a partir del viento.

En 2005 echó a volar el último parque eólico en Euskadi hasta la fecha, en la sierra alavesa de Badaia. Las idas y venidas entre la Diputación foral y el Gobierno central no fueron más que la antesala de las disputas que acompañarían a todas las decisiones relacionadas con la energía eólica. Tan solo un año después, cuando la construcción de un nuevo parque en la sierra vizcaína de Ordunte estaba prácticamente en marcha, el departamento de Medio Ambiente del Ejecutivo vasco reculó y frenó en seco los planes oficiales.

La declaración de impacto ambiental que emitió este departamento fue la primera de esas características: nunca antes se había frenado por esta vía un proyecto industrial tan avanzado. Se alegó una “pérdida irreparable para la naturalidad de la parte alta de la sierra de Ordunte”, así como unas consecuencias que serían “irreversibles”, tal y como recogen las crónicas publicada por 'El País' en esos días. La ciudadanía, con su oposición activa, también desempeñó un papel fundamental en la suspensión del plan, que no se retomó hasta 2010.

Julen Rekondo, ganador del Premio Nacional de Medioambiente, destaca la oposición que hubo en aquel entonces y advierte de que no se puede pasar por alto ni ocultar ahora. “Todo entronca con los montes, una seña de identidad de los vascos que se veía amenazada”, explica, y recalca la naturaleza variada de los que conformaron la resistencia a la instalación de los molinos: ecologistas, montañeros, amantes de las aves... 

Pese a ello, el plan eólico vasco se retomó en 2010, lo que coincidió, sin embargo, con el cierre del grifo a las subvenciones a esta energía, que hasta entonces habían sido de hasta el 40%. El socialista José Luis Rodríguez Zapatero limitó en 2011 el acceso a estas bonificaciones, mientras que el 'popular' Mariano Rajoy, un año después, decretó la moratoria sobre ellas. Pese a todo ello, el Gobierno vasco no se desmarcó de su plan: actualizó el de 2010 y lo amplió hasta 2020, con la intención de llegar a los 630 megavatios de potencia. La realidad es que, desde 2005, no se ha incrementado ni en un solo megavatio: la cifra de 153 (un tímido 0,65 % del conjunto de la producción eólica estatal) no ha variado un ápice.

“Un paso por detrás de Europa”

Ahora, el Gobierno vasco ha anunciado que está trabajando en el análisis de ocho emplazamientos para impulsar la energía eólica y ajustarse a las directrices europeas instalando 577 nuevos megavatios antes de 2030. José Ramón Becerra, parlamentario de Elkarrekin Podemos, se muestra sorprendido por una apuesta centrada en la energía eólica, “cuando lo que en realidad pide Europa es que se desarrollen las renovables en su conjunto”. Esto se explica por el hecho de que la eólica es la única renovable que permite tener centralizada la producción, con grandes instalaciones. “Este anuncio nos mantiene un paso por detrás del futuro de la energía”, sostiene. Cree, en cambio, que ha de apostarse por pequeñas instalaciones a nivel particular, y no por grandes proyectos como este.

Rekondo, aun así, cree que el contexto es ahora mucho más favorable que hace tres lustros, cuando la oposición se abalanzó contra el proyecto de Ordunte. “Los parques eólicos de ahora son mucho más eficientes y, si bien es cierto que el impacto existe, especialmente el paisajístico, son una alternativa que parece la indicada en el camino hacia la descarbonización”, señala. Pese a ello, pide que se hagan los estudios pertinentes y que se tenga en cuenta a la ciudadanía en su conjunto, “dando voz a todos”, más allá incluso de los mínimos que establece la ley en materia participativa.

La inversión eólica para la próxima década en Euskadi, que se estima en cerca de 600 millones de euros, correrá a cargo de la sociedad Aixeindar, participada por Iberdrola en un 60 % y el Ente Vasco de la Energía, dependiente del Gobierno, en el otro 40. Esto es también motivo de crítica por parte de Becerra, que considera que Iberdrola, una empresa privada, “seguirá teniendo los resortes de decisión en lo relativo a la producción de energía”. La apuesta, en su opinión, habría de estar encaminada hacia “la descentralización y la democratización de la energía”, que tendría que estar “en manos de la ciudadanía”.

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