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Dentro de la iglesia del 3 de marzo de 1976 en Vitoria: balazos en la ventana, belenes dejados de la mano de Dios y goteras

A cuatro meses menos un día para el quincuagésimo aniversario del 3 de marzo de 1976, cuando la Policía Armada todavía franquista asaltó con armas de fuego una asamblea obrera de 4.000 huelguistas en la iglesia de San Francisco de Asís de Zaramaga, en Vitoria, nadie sabe a ciencia cierta cómo se podrá conmemorar la efeméride, un hito trascendental en la Transición española que dejó cinco asesinados y decenas de heridos. El Memorial prometido hace ya un lustro no estará en marcha y una exposición de belenes de Navidad que parecen dejados de la mano de Dios ya que hace años que no se expone a ninguna visita, bloquea el espacio e impide acometer las obras urgentes de un espacio cada vez más comido por la vegetación, con goteras, con tejas que se caen y con basura por kilogramos. Y eso que el Estado lo declaró “lugar de memoria”, como la Gernika bombardeada por los nazis.

De la mano de la asociación de víctimas Martxoak 3, que dispone de una pequeña estancia en el templo —“el 3% de la superficie total”—, este periódico ha podido acceder al recinto este martes. La entidad realiza del orden de 200 visitas anuales, aunque ahora alguien ha tapiado deliberadamente la zona cedida a la asociación y no se puede ver el estado del resto de interior, con piezas de los nacimientos guardadas en cajas, cables pelados, bombillas desnudas, material por los suelos y pinos de Navidad en medio de la bancada donde hace lustros se sentaban los feligreses. Un banco, precisamente, ha sido cruzado para que nadie pueda mover el tablero que ciega la vista desde la zona de Martxoak 3, como si no fuera suficiente con la verja con candado instalada 'ad hoc'.

¿Cómo se ha llegado hasta aquí? ¿Por qué hasta los herederos del arquitecto, Luis Peña Ganchegui, han alzado la voz para alertar del deterioro del lugar? San Francisco de Asís dejó de estar abierto al culto hace ya una década. Antes, se hicieron algunas reformas que modificaron la planta original, como la eliminación del estanque que la rodeaba y muros de hormigón que cegaban el anfiteatro que rodeaba toda la iglesia, que tiene planta cuadrada y no de cruz latina. Se puede leer aquí más sobre la construcción y su relevancia.

El obispado de Vitoria, titular 'sui generis' del templo porque hace poco se descubrió un problema urbanístico de origen, de cuando se construyó en el tardofranquismo, llegó a un acuerdo con una asociación belenista para una exposición “permanente” y no solamente navideña. Ofrecía un gran diorama sobre el altar y luego otras escenas más pequeñas en expositores individuales. La colección tiene una cierta relevancia artística, pero lleva años clausurada, incumpliendo también el compromiso con la familia que está detrás de las piezas.

La puesta en marcha del Memorial, que tiene detrás un patronato con Gogora (el Instituto de la Memoria del Gobierno vasco), la Diputación de Álava y el Ayuntamiento de Vitoria y en el que están también las asociaciones de víctimas, se ha encontrado con uno y otro obstáculo y el último son los pesebres. La Iglesia católica, que llegó a jugar la carta de que tenía al Vaticano detrás, ha venido insistiendo en que se le había prometido una salida alternativa a los belenes y que, hasta que no llegue, no dará las llaves a Gogora para hacer las primeras obras e iniciar la reconversión del espacio en Memorial, que convivirá en Vitoria con el abierto por el Estado para las víctimas de los terrorismos, de ETA, de los GAL, del yihadismo o de los Grapo. Hay quien apunta que en las últimas horas se ha rechazado un nuevo emplazamiento en el barrio de Salburua, aunque la información oficial es muy escasa.

“Que lleguemos al 50 aniversario en estas condiciones es una pena y una tristeza. Es también un 'debe' para la ciudad y una nueva injusticia para las familias de las personas asesinadas”, sostiene Iker Zubia, cicerone de la visita y profundo conocedor del 3 de marzo de 1976. Para los datos que no recuerda, consulta una carpeta azul con fotocopias, fotografías y recortes. “Y lo es también para la memoria de Peña Ganchegui, del arquitecto, al margen de lo que ocurrió hace 50 años”, agrega.

La entrada trasera del templo ya aparece descuidada. Se ven decenas y decenas de latas y botellas de alcohol, prendas abandonadas y envases de plástico abandonados. Sorprende que en los tejados puedan haber crecido árboles de unos cuantos metros de altura. En el espacio de Martxoak 3, a la entrada, hay una multicopista donde se imprimieron pasquines para la huelga del 3 de marzo de 1976. Fue rescatada del abandono en Logroño. Dentro también tienen un futbolín con jugadoras mujeres, un homenaje a un partido de las parejas de los huelguistas para recaudar fondos para la caja de resistencia.

Y recordatorios con imágenes de las víctimas. Muchos. En la otra entrada, la principal, bajo el cartel de la exposición de belenes —de la que se ha desprendido una gran 'a' de 'Francisco' de Asís— están los retratos de grandes dimensiones de los cinco fallecidos en Vitoria, tres ese mismo día y dos en las jornadas siguientes. Luego murieron en cargas policiales por los ecos de la masacre de Vitoria otras tres, una en Basauri, otra en Tarragona y una última incluso en Roma.

En la sala de Martxoak 3 hay una pequeña estancia para proyectar un vídeo y, en lo alto, en los ventanales, se aprecian con nitidez los impactos de las balas. Están a una altura considerable. Los hay por todo el templo. Incluso en zonas bastante alejadas, como la calle de Caracas, en otro barrio de la ciudad donde los 'grises' persiguieron aún a los trabajadores. Dice Zubia que vaciaron “dos camiones” de munición aquel día. “Es como el 11 de septiembre para los vitorianos”, señala sobre la importancia de aquella jornada para la capital, que quedó grabada en la mente de todos los que la vivieron.

Con la inamovible tapia, es imposible ver nada del resto del templo desde las dependencias de Martxoak 3 a salvo de unas rendijas que dejan entrever el caos. En el techo sí se aprecian ya daños en el lucernario central, una gran pieza acristalada en forma de diamante. La peor parte, sin duda, es la exterior. Decenas y decenas de las piezas de pizarra de la cubierta a cuatro aguas están caídas. En algunos casos se ve ya el entramado de madera. La humedad es notoria. La maleza se come casi todo el perímetro. Hay grafitis en algunos muros. En uno, de hecho, pone 'Fuck Police' pero posiblemente por motivos muy diferentes a los que narra ese templo.

“El primer responsable del estado del edificio, evidentemente, es el Obispado. Si hay una gotera, no se va a subir el señor de los belenes a arreglarla”, sostiene Zubia, que recuerda la situación crítica que se vivió tras la gran tormenta de julio de 2023. Añade, además, que tampoco aprecian avances en la musealización del Memorial. “¿Qué se va a poner en las paredes?”, pregunta en voz alta.

Entretanto, la asociación insiste en pedir a la ciudadanía que, si tiene algún recuerdo o testimonio sobre lo vivido en Vitoria el 3 de marzo de 1976, se acerque y lo entregue. Será el patrimonio del futuro Memorial. De esta manera colaborativa una mujer que fue alcaldesa de Salvatierra-Agurain les explicó cómo, en 1979, fue la primera en aprobar una resolución institucional de repulsa por lo ocurrido y en poner el nombre de una calle. Y otro hombre les explicó los balazos, aún visibles, en la calle de Caracas, bastante lejos de Zaramaga. O jubilados de Llodio que a las 48 horas se movilizaron en solidaridad con las víctimas de Vitoria y que sufrieron también cargas de la Policía Armada. O una enfermera que explicó las 'visitas' de los 'grises' a los heridos ingresados en el hospital de Santiago.

elDiario.es/Euskadi

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