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La memoria de la masacre del 3 de marzo sigue viva 45 años después: “Cayó un tiro a mi lado, me puse de sangre como un Cristo”

La iglesia de San Francisco, de Vitoria

Iker Rioja Andueza

2 de marzo de 2021 21:29 h

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“Cayó uno de un tiro a mi lado. Lo cogí y lo metí con otro chico en un [Seat] 850 que estaba aparcado en frente. Me puse de sangre como un cristo. No sé ni quién era el del 850. Nos metimos por dirección prohibida. Nos pararon a golpes un montón de 'grises' y eso que llevábamos un pañuelo blanco avisando de que teníamos un herido. Estaba muy nervioso. Al final nos dejaron pasar y llegamos al hospital de Santiago. Allí también había un autobús lleno de 'grises'. El padre de Romualdo [Barroso] me dijo que había ayudado a su hijo. Pero no puedo decir si era Romualdo. Me pegaron la paliza de turno, perdí el conocimiento y a las doce de la noche aparecí en el barrio de Txagorritxu, en casa de mi hermano”.

Quien habla es Paco Lekuona, veterano de CCOO. A sus 87 años recuerda el 3 de marzo de 1976 en Vitoria, del que este miércoles se cumplen 45 años y que coincide con el anuncio de un memorial, “como si fuera ahora”. “¡Todavía tengo la mente clara!”, insiste al otro lado del teléfono. En aquella jornada, la Policía Armada franquista –solamente habían pasado tres meses desde la muerte del dictador– irrumpió con botes de humo y balazos en una asamblea de trabajadores en huelga que se celebraba en la iglesia de San Francisco del barrio obrero de Zaramaga. El templo estaba a rebosar y mucha gente se amontonaba fuera en una más de las movilizaciones laborales que se sucedían por la ciudad desde enero de ese año inicial de la Transición. La masacre se saldó con tres fallecidos esa jornada, Francisco Aznar (17 años), Pedro María Martínez Ocio (27 años) y el citado Romualdo Barroso, un joven extremeño de 19 años que residía en Errekaleor y falleció en el hospital. Días después murieron José Castillo y Bienvenido Pereda en Vitoria. En protestas en otros lugares la Policía mató a Vicente Antón (Basauri), Juan Gabriel Rodrigo (Tarragona) y Mario Marotta (Roma).

Lekuona ya había asistido por la mañana a otros encontronazos con la Policía Armada en la entonces conocida como Avenida del Generalísimo, ahora de Gasteiz. Estuvo en una asamblea en la iglesia de Los Ángeles –sí, los templos eran puntos de encuentro habituales de las movilizaciones obreras– y, “sobre las 10.30 horas, empezaron a llegar 'grises'”. Dejaron “heridos de bala” y, a falta de democracia para denunciar los excesos de las fuerzas del orden, el sindicalista buscó un notario que atestiguara lo ocurrido, José María Segura Zurbano, a quien conocía por un antiguo religioso, Félix Ormazabal, que luego sería diputado general de Álava y consejero vasco de Agricultura.

Si Lekuona estaba fuera de la iglesia de San Francisco, Vicente de Bustos, entonces “simpatizante” de UGT a sus 25 años y más tarde dirigente de la central en Álava, estaba en el interior. “Fue una actuación policial totalmente exagerada. Nos pilló a un gran número de personas dentro. Aquello... duró una eternidad. Estábamos tumbados en el suelo. Cuando salimos parecía que habían pasado horas y horas. Fue una masacre”, relata. Justamente así se hizo constar en la emisora policial: “Hemos contribuido a la paliza más grande de la historia. Ha sido una masacre”.

Santi Bengoa era algo más joven (20 años) y militaba en CCOO desde la clandestinidad y pone contexto a lo que sucedía en Vitoria en aquel arranque de 1976. “En toda España había un nivel de movilización muy importante. Renfe y Correos estaban militarizados y estaba la huelga del transporte público de Sevilla, la de los mineros de Asturias y la del textil de Barcelona. En Vitoria todo empezó el 9 de enero en Forjas Alavesas [que ocupaba el actual solar del centro comercial El Boulevard] y luego vinieron Mevosa [Mercedes–Benz], Aranzabal, UGO, etcétera. Todo empujaba a la lucha. Las condiciones de trabajo... en Michelin teníamos 48 horas semanales y 15 días de vacaciones. La inflación estaba desbocada y perdíamos poder adquisitivo. Eso fue la espoleta inicial. Luego se incorporó también la exigencia de libertad. No teníamos el oxígeno necesario. Pero las fuerzas del régimen eran entonces las mismas”, explica. Y sigue: “El 2 de febrero hicimos la primera manifestación y fue duramente reprimida. La reunión posterior parecía una reunión de mutilados”. Bengoa estaba en otro punto de la ciudad en aquella tarde de tiros en Zaramaga, aunque no duda en definirlo como “un reguero de sangre”. La convulsión fue tal que “Vitoria quedó paralizada el 4 de marzo y Euskadi entera el 10 de marzo”.

En lo que sí coinciden De Bustos y Bengoa es en denunciar que la izquierda abertzale haya “capitalizado” la memoria del 3 de marzo en la actualidad, cuando aquella era una lucha obrera “unitaria” y en un contexto de predominio de fuerzas de oposición a la dictadura no nacionalistas y sí de izquierdas, según defienden. Zaramaga, como el resto de barrios obreros de Vitoria, se forjó con miles de trabajadores procedentes de Castilla y León, Galicia, Extremadura o Andalucía.

La “esperanza” viene de Argentina

Andoni Txasko es portavoz de la Asociación de Víctimas del 3 de Marzo y perdió un ojo en la jornada posterior. Sufre desde entonces “gran invalidez”. Afronta el cuadragésimo quinto aniversario tras haber conocido la noticia “positiva” de la puesta en marcha de un memorial específico para estos sucesos y que, además, se ubicará en la propia iglesia de San Francisco, que ya lleva más de un lustro sin culto y que solamente acogía una exposición de belenes navideños. “Nos parece muy positivo ese primer paso dado. Y sobre todo cuando las instituciones reconocen que tienen que participar las víctimas”, explica Txasko. El proyecto ha salido adelante después de que el obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde, haya cedido el templo al Gobierno vasco, a la Diputación de Álava y el Ayuntamiento de Vitoria.

La asociación, en todo caso, denuncia que hay otro memorial “excluyente” a punto de ser inaugurado en Vitoria, el que ocupa el antiguo Banco de España y que impulsa el Ministerio del Interior. Está consagrado a las víctimas del terrorismo, sean de ETA, del GAL o de otras organizaciones o del más reciente yihadismo. En Euskadi hay un tercer proyecto con sede en Bilbao. Es el Instituto de la Memoria (Gogora) del Gobierno autonómico y abarca el terrorismo, la Guerra Civil, la dictadura y las víctimas policiales. Txasko insiste en que estas víctimas merecen “verdad, justicia, reparación y garantía de no reparación” como todas las demás y lamenta que España “se empeña en aplicar la prescripción a crímenes de lesa humanidad”.

“La esperanza que nos queda es la querella argentina”, explica este portavoz y víctima sobre el proceso abierto por la magistrada María Romilda Servini de Cubría en aplicación del principio de jurisdicción universal. En 2020 tomó declaración a uno de los pocos altos cargos del régimen aún vivos, Rodolfo Martín Villa, que en 1976 era ministro de Relaciones Sindicales, y Txasko confía en que de ese interrogatorio salga algo en claro. “Estamos personados, porque en el Estado español hay una falta de Justicia. Impera el modelo de impunidad”, sentencia.

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