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Rubén Pereda / Francisco Rodríguez

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Donostia está a punto de despedirse del centenario Bellas Artes, teatro y durante años cinematógrafo más antiguo de España, que ahora se convertirá en un hotel de lujo de la franquicia Hilton. No es, sin embargo, el único cine o teatro histórico de la capital guipuzcoana que en una segunda —o tercera— vida se ha dedicado a actividades radicalmente diferentes al propósito con el que se idearon y construyeron. Hay pantallas que se apagaron para instalar sucursales de banco y tiendas de juguetes; telones que se bajaron para dejar paso a grandes recintos de congresos y exposiciones, e incluso cines que languidecen olvidados al fondo de un centro comercial, aún con carteles que anuncian los estrenos más recientes, los de 2006.

Donostia ha sido una ciudad rica en teatros y, ya desde finales del siglo XIX, se subió temprano al tren del cinematógrafo que habían propulsado los hermanos Auguste y Louis Lumière. La primera proyección cinematográfica de toda Euskadi se llevó a cabo en la ciudad costera el 6 de agosto de 1896. Teatros, cines y teatro-cines coexistieron en la ciudad a lo largo del siglo XX, en una mezcolanza de actividades propia de la época, en la que la falta de sonido se suplía con orquestas y bailes y el precio de la entrada se justificaba con la reproducción de otras cintas cortas antes o después del plato principal.

Esto hubo y esto queda de los cines y teatros históricos de Donostia:

Teatro Colón

“Teatro Colón: Trabajan actualmente en este café cantante las cancionistas Primorosa y Antoñita Biso y la bailarina Malvaloca”. Así rezaba un anuncio publicado en la madrileña revista taurina 'Toros y torero' el 20 de noviembre de 1917, que hacía un repaso de las “varietès en provincias”. El Colón, sito en un barrio de Gros que a principios del siglo XX no tenía tanta densidad ni de población ni de edificios, fue uno de los destinos de referencia de los aficionados a los espectáculos de variedades.

Cuatro años después de aquel otro anuncio, 'La Voz de Guipúzcoa' anunciaba con antelación que el Teatro Colón iba a acoger un gran festival. “En el salón de espectáculos, amenizado por dos selectas orquestas y el notabilísimo Jazz-Band Vaissieres. Profusión de caprichosos regalos a las señoras, además de un número para el sorteo de un importante regalo. Gran iluminación. Se ruega mandar reservar mesas a fin de evitar aglomeraciones”, recoge el anuncio, tal y como cita la 'Revista San Sebastián'.

Salón Novedades (1912-1979)

La tradición cinematográfica llegó a Donostia de la mano del Salón Novedades, donde se proyectaron algunas de las primeras películas a finales de 1912. También hizo las veces de salón de actos del periódico ‘El Pueblo Vasco’ y, como cuenta la crónica de ‘El Diario Vasco’ —que heredaría el lugar como sede—, la primera proyección, el día de Navidad de aquel 1912, fue la de un documental de la Pathé con imágenes que mostraban la llegada del ferrocarril de Donostia a la frontera con Francia. La Sociedad Cinematográfica Guipuzcoana se hizo con la propiedad del edificio y en 1943 les encomendó a los jóvenes arquitectos donostiarras Eugenio Aguinaga y José Antonio Domínguez Salazar que construyeran uno más amplio, con hasta medio millar de butacas. La obra se concluyó en 1946.

Ya renovado, el lugar perduró como epicentro de la gran pantalla donostiarra hasta su cierre en 1979, con una última película, ‘Siete hombres al amanecer’, que relata la busca y captura de un líder de las SS nazis, unos hechos que sucedieron tres décadas después de la inauguración del Novedades. “El Salón Novedades siempre fue simpático, en sus primeros tiempos y en sus segundos. Nos da pena este cerrojazo”, concluye la última crónica de ‘El Diario Vasco’ sobre el cierre en dos tiempos de un espacio emblemático, ocupado ahora por una sucursal de Bankinter.

Salón Miramar (1913-1987)

En el triángulo que conforman las calles Aldámar y Soraluze y el paseo de Salamanca, se erige ahora un edificio residencial que en otra vida fue el Salón Miramar, lugar de cine, música y otros espectáculos artísticos. Se inauguró el último día del agosto de 1913. “A las siete de la tarde, hombres, señoritas y niños del Orfeón Donostiarra interpretaron obras de Esnaola, Busca, Otaño y P. Donostia, proyectándose a continuación una selección de las cintas que formarían la primera programación de cinematógrafo abierta al público, ofreciéndose sesiones a las 6:30, 7:30, 9:30 y 10:30, que serían amenizadas por el violinista Clemente Ibarguren, acompañado de su respetable hijo don Pablo, del reputado cellista señor Ereña y del conocido pianista señor Ugarte”, recuerda ‘El Diario Vasco’ en una crónica de la jornada, en la que cifra en 697 las butacas de las que disponía el patio y un centenar los asientos que se desplegaban en los palcos. En el Salón Miramar hubo música y películas, pero también albergó asambleas políticas, como, por ejemplo, una de liberales el 30 de noviembre de 1915.

El Miramar era obra del célebre arquitecto donostiarra Ramón Cortázar Urruzola, en cuya nómina se cuentan también otros edificios como el Bellas Artes, la Caseta Real de Baños de La Concha o el Convento de las Reparadoras, además de muchos otros edificios residenciales. “Con estas construcciones, demuestra con claridad su conocimiento de las tendencias modernistas del cambio de siglo, tanto en la composición de las fachadas como en los materiales utilizados”, escribe Juan M. de Encío Cortázar en su biografía del arquitecto para el ‘Diccionario biográfico español’ de la Real Academia de la Historia, donde reseña su “uso pionero” del hormigón armado en Donostia y su “interés por las innovaciones arquitectónicas en una época de permanente renovación de los sistemas constructivos”.

‘El Diario Vasco’ recuerda que Sade anunció el 12 de noviembre de 1987 el cierre de este salón, que finalmente se produciría con la proyección de películas como ‘Los Goonies', ‘El nombre de la rosa’ y ‘Alrededor de medianoche’.

Bellas Artes (1915-1982)

El Palacio Bellas Artes ostentaba el título de cine más antiguo de España. Data de 1914 y, si bien la máquina del cinematógrafo la habían patentado los hermanos Lumière, Auguste y Louis, no se empezó a generalizar hasta por lo menos 1907. La prensa ya hablaba por aquel entonces de lo fecunda que podía ser Donostia para albergar salas de cine, que se llegó a tildar de artículo de primera necesidad en algunas crónicas, y el Bellas Artes vino a cumplir con ese cometido. “Por su temprana cronología, este es —con toda probabilidad— el cinematógrafo más antiguo que se conserva en España, y uno de los escasos ejemplos anteriores a la Primera Guerra Mundial que aún subsisten en Europa”, reseñaba el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) en un informe de 2019.

El edificio que ahora va a destinarse a la construcción de un hotel de lujo de la cadena Hilton lo construyeron el arquitecto Ramón Cortázar Urruzola —que ya había dejado su estampa en otros edificios emblemáticos de la Bella Easo como la biblioteca que en la actualidad acoge el Centro Cultural Koldo Mitxelena o el refundado balneario— y el constructor Vicente Mendizábal Urretavizcaya. El Bellas Artes fue pionero antes incluso de empezar a proyectar películas: se construyó a base de hormigón, con el objetivo de hacerlo menos propicio a ser pasto de las llamas, que habían engullido en los años anteriores varios teatros y circos en la ciudad. “Los incendios con trágicas consecuencias se venían multiplicando, dada la inflamabilidad del celuloide y lo rudimentario de los primeros aparatos de proyección”, explica ICOMOS. La pantalla, sin embargo, se apagó para siempre un 11 de abril, el de 1982, y la última cortinilla dio paso a una serie de rifirrafes judiciales.

La “muerte anunciada” del edificio, que se venía denunciando durante meses, se selló finalmente en septiembre de 2021, en pleno Festival, y asociaciones del patrimonio como Áncora denuncian que no quedará ni “un 20%” del histórico palacio una vez se haya rehabilitado para usos turísticos. El nuevo y lujoso Hilton abrirá sus puertas a los clientes en 2024: las negociaciones “han concluido con un modelo de franquicia que permite a Sade asumir la gestión del hostel y mantener su propósito de marca; ofrecer experiencias de disfrute desde su vínculo centenario con la escena cultural donostiarra”, explicó Esteban Barrenetxea, director general del grupo empresarial Sade, propietario de todo el inmueble.

Gran Kursaal (1922-1972)

El Gran Kursaal de Donostia nació al calor de una tradición europea que empujaba a los balnearios a rodearse de un edificio todoterreno en el que se pudiesen conjugar música, cine, espectáculos y juegos. Donostia, de hecho, se erigió durante años como capital del juego y tuvo al Kursaal como epicentro de esa afición, que propiciaba la llegada de turistas de diversas procedencias. Cuenta Miguel Pino Abad en ‘El turismo del juego a comienzos del siglo XX en España: el caso de San Sebastián’ que, interpelado en las Cortes por la tolerancia al juego, Práxedes Sagasta, entonces ministro de Gobernación, respondió que en Donostia siempre había existido afición al juego, que era algo que estaba ya enraizado. Como anécdota, el ‘Diario de las Sesiones de Cortes’ recoge que Sagasta citó que, si bien sabía de gente que se trasladaba desde Logroño a Donostia para jugar, no conocía a nadie que hiciese el camino contrario.

El casino, sin embargo, apenas duró abierto tres años: si el 15 de agosto de 1921 abría sus puertas el conjunto del complejo, el 31 de octubre de 1924 Antonio Primo de Rivera decretaba la prohibición del juego. Pero no todo fueron cartas y fichas y apuestas en el Gran Kursaal. El teatro-cine podía dar cabida a 856 espectadores —“308 en el patio de butacas, 108 en los palcos de la planta de butaca, 224 plazas en el primer balcón y 216 en el segundo”, según el blog 'Aquellos cines donostiarras'— y en él se representaron obras de todo tipo y condición. La construcción de lo que se había denominado “salón de fiestas-teatro” corrió a cargo de los arquitectos Víctor Eusa y Saturnino Ulargui, que habían resultado ganadores del concurso internacional que se había organizado para adjudicar el encargo.

“Firmes en el criterio expuesto, y apartándose del gusto que preside el resto del edificio, han dado al laureado proyecto un carácter algo exótico, en armonía con el cosmopolitismo de las fiestas que en este Salón-Teatro se celebren, con reminiscencias de las grandes construcciones españolas de madera en el Siglo de Oro. Es digno de alabanza el empleo de la madera, tan postergada hoy en las importantes decoraciones arquitectónicas. Produce este material, combinado con los demás elementos constructivos, una impresión de suntuosidad y riqueza, que no es menester recordar las obras de los artistas constructores amantes suyos para darse idea de las buenas condiciones ornamentales que posee”, escribe Joaquín Yrizar, académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la revista 'Arquitectura' en 1920.

“Una de las causas que más influyen en el éxito de estos sitios de entretenimiento y exhibición es la luz, que debe entrar sin cortapisas, haciendo resaltar las bellezas proyectadas; este importante problema está resuelto por medio de una gran vidriera en el centro del techo. Hay además otras seis más reducidas en los muros. La iluminación artificial es por grupos de faroles de abolengo español, y con objeto de que al ponerse el Sol no pierdan los artísticos vidrios del techo y muros la nota de color que de día producen, han proyectado un sistema de luces que consigue manifestar siempre su policromía”, explica, para luego alabar la “tendencia muy definida” y la “franqueza grande” con la que se han desenvuelto en la construcción del edificio Eusa y Olargui, de los que augura que se “puede esperar mucho de sus nuevas obras”.

El Kursaal albergó diversas actividades hasta que en 1972 se acordó su derribo. Durante años, hubo un solar a orillas del Urumea, aunque finalmente pasó a manos municipales. “Entre los años 1964 y 1989, se convocaron tres concursos diferentes y se presentaron un total de 135 propuestas de equipos arquitectónicos. El actual palacio propició un intenso debate en San Sebastián, entre quienes defendían una imagen congelada de la Belle Époque y los que apostaban por su vocación de moderna capital cultural”, explicaba el propio Kursaal con motivo de una exposición que celebraba en 2019 los veinte años del triunfo de la candidatura de Rafael Moneo para erigir el nuevo Kursaal, dedicado a albergar congresos, conciertos, exposiciones y otras actividades culturales. La inauguración oficial se celebró el 23 de agosto, con unos conciertos simultáneos de la Orquesta Sinfónica de Euskadi y Ainhoa Arteta.

Petit Casino (1925-1998)

El Petit Casino, homónimo de un teatro con solera del Montmartre parisino, se inauguró el 10 de julio de 1925. “Se verificó ayer, por la noche, la inauguración de este nuevo local, que fue muy elogiado por el numeroso público que llenó las localidades. Es una elegante sala, decorada con sencillez pero con manifiesto buen gusto, profusamente iluminada y con butacas comodísimas”, se puede leer en la crónica que se publicó en ‘El Pueblo Vasco’ al día siguiente. El recinto, sito en la calle Mayor, vivió al calor de los espectáculos de ‘varietés’, y no dedicó un interés exclusivo a las películas hasta años después.

En las entradas que han resistido al paso de los años y que ahora lucen en los portales de coleccionistas han quedado grabadas algunas programaciones que cumplen ahora ya noventa años. ‘Las maniobras del amor’ —no la protagonizada por Gerard Philipe, Michèle Morgan y Brigitte Bardot en 1955, sino la de 1926— pudo verse, por ejemplo, la tarde del 27 de agosto de 1931 por 1,50 pesetas en las butacas, por 1,15 en la delantera del anfiteatro y por 85 céntimos en el propio anfiteatro. Por el mismo precio, el 23 de julio de 1931, jueves, se pudo ver en tres sesiones —17:45, 19:30 y 22:30— el “gran estreno” de ‘La rubia de Singapore’, “producción dramática norteamericana interpretada por la bellísima Philips Haver”, y apenas unos días después, el lunes 27, se estrenó ‘Las pícaras apariencias’, “humorística y divertida creación del conocido cómico Monty Banks”. Como el cine era mudo, algo que no se esconde en las entradas, se incluían también en el espectáculo una sinfonía interpretada por la orquesta y la reproducción de alguna otra cinta con más años, que precedían a la emisión principal. Con el tiempo, se estrenarían películas ya con voz como ‘El libro de la selva’ —“Desde hoy, a las 4,15 de la tarde: ¡Un estreno auténticamente fabuloso! ¡La maravilla de las maravillas! ¡La última gran producción de dibujos animados de largo metraje supervisada personalmente por Walt Disney!”, se vendía en las entradas—, ‘Natalia’ —“Un film de argumento apasionante. Una nueva y magistral creación de los famosos artistas Raimu y Michele Morgan”— y ‘Encontró una estrella’ —una “divertidísima comedia musical” protagonizada por Sarah Churchill, hija del que fuera primer ministro británico de 1940 a 1945 y entre 1951 y 1955—.

Antes, en junio de 1940, la ley de Serrano Suñer, ‘cuñadísimo’ de Francisco Franco, había obligado a renombrar el lugar como Pequeño Casino, libre de galicismos. Y llegó 1984 y la remodelación. “Los multicines contaban en el inicio de la calle Mayor con tres salas, dos de mayor tamaño, dotadas con 173 y 205 butacas, y otra, la sala 2, que algunos espectadores llamaban ‘la salita’, con espacio para 92 espectadores, lo que se hacía muy poco para lo que era costumbre hasta entonces”, recoge Mikel G. Gurpegui en ‘Aquellos cines donostiarras’. De aquel multicine, el primero de la ciudad, ya no queda nada, pero (petit) casino fue y (pequeño) casino sigue siendo, aunque ahora pertenece a una de las grandes franquicias españolas del juego y está dedicado exclusivamente a eso, el juego.

Cine Actualidades (1951-1968)

Entre enero de 1951 y diciembre de 1968, en el número 11 de la calle Hermanos Iturrino —y de la mano de la Cinematográfica Guipuzcoana que años antes había mandado reconstruir el Salón Novedades y que años después también regentaría el Novelty— se vieron películas. La construcción del Actualidades se había proyectado ya en 1946, como parte de un conjunto de acciones en otros números de la calle Hermanos Iturrino, y corrió a cargo del arquitecto municipal de entonces, Luis Jesús Arizmendi Amiel. Este se encargó de reconfigurar la sala de subastas y acomodarla para que pudiera albergar un cine.

Pese a su ‘corta’ vida como cine, el periodista Mikel G. Gurpegui recuerda en un blog en colaboración con Sade que la tradición cinematográfica de este edificio, ahora diluida en una sucursal de Kutxabank, perduró muchos años más. La calle ya ni siquiera se llama como entonces. Sin embargo, el lugar fue, tal y como cuenta, salón de actos y proyecciones de la Caja de Ahorros Municipal, acogió jornadas internacionales y ciclos de cine y albergó el cine-club Kresala, que se encargó durante décadas de organizar proyecciones acompañadas de coloquios.

Cine Rex Avenida (1957-1991)

“El Director del Laboratorio Municipal, informando sobre esta solicitud, manifiesta que siempre que se atengan a lo dispuesto sobre el particular en las ordenanzas municipales, puede accederse a lo solicitado”. Es un documento fechado en Donostia el 27 de agosto de 1957 y firmado por el arquitecto de la Sociedad de Fomento de la ciudad, que concede al cine Avenida-Rex —así figura, no al revés— el permiso para el establecimiento de un cinematógrafo. La solicitud, de unos días antes, la remite Francisco Ferrer, que indica una renta anual del local de los números 18 y 20 de la calle Sancho el Sabio de 60.000 pesetas.

El Rex Avenida se inauguró con la italiana 'El abrigo de visón', dirigida por Glauco Pellegrini y protagonizada por, entre otros, Gioanna Rali y Roberto Risso. “Nuestra ciudad cuenta con un nuevo cine, el Rex-Avenida, acorde con la categoría urbana de San Sebastián y, concretamente, del emplazamiento elegido, que es el Ensanchde de Amara, zona residencial hacia donde se va desplazando el núcleo oficial y vital donostiarra”, asegura un texto del periódico 'La Voz de España' recogido por Mikel G. Gurpegui en 'Aquellos cines donostiarras'. Señala 'La Voz de España' que la conjunción de mármol, madera y terciopelo hace posible que la iluminación cause “agradables efectos de luz y sombra”. El cine podía, según las cuentas de ese periódico, dar asiento a 497 espectadores. El Rex Avenida fue cine entre agosto de 1957 y agosto de 1991; ahora, su lugar lo ocupa una sucursal de la Kutxa.

Cine Novelty (1959-1976)

Durante nueve años, en la calle Hermanos Iturrino —en la actualidad, calle Arrasate— coexistieron dos cines: en el número 11, el Actualidades, que emitió películas entre enero de 1951 y diciembre de 1968, y en el 48 el Novelty, que haría lo propio entre julio de 1959 y diciembre de 1976. El Archivo Municipal de Donostia guarda las memorias firmadas en 1956 en las que ya se prevé la construcción “de un local destinado exclusivamente a la proyección de películas”, lo que sería el Novelty. “Se proyecta para una capacidad de 496 espectadores de los cuales corresponden 325 al patio de butacas y 171 al piso de entresuelo con un volumen de 4,420 metros cúbicos por localidad y con 220 metros cuadrados de superficie en vestíbulos”, se recoge en esas memorias, firmadas por el arquitecto Antonio Zaldua y con un presupuesto estimado de 947.000 pesetas. Al cine se entrará, según esos planes, por un porche, que da paso “al vestíbulo principal, que separa la circulación de los espectadores según su localidad, dando tranquilidad a este vestíbulo”. Se plantea también la necesidad de contar con bar y guardarropa y se dispone “calefacción por agua caliente y ventilación directa al exterior a través de los paneles decorativos del techo en el que igualmente se monta la iluminación alta”. “El tono general del cine se dispone en gris, beige y negro en los suelos, verde en mármol de muro en vestíbulo y corcho en su color natural en la sala con el beige como color dominante en techo de fondo y blanco en el resto, contrastando en el verde de plástico de las butacas y en tono más claro de alfombras y cortinas”, se añade.

En ‘El Diario Vasco’, la Cinematográfica Guipuzcoana, que por aquel entonces apadrinaba también el Salón Novedades y el cine Actualidades, presentaba “a la sociedad donostiarra, colonia veraniega y público en general” el cine, “dotado de los más modernos adelantos en instalaciones, confortable, elegante y digno de la categoría de San Sebastián”. En dos sesiones, una vespertina a las 19:30 y otra nocturna a las 23:00, se emitió ‘Yo y el coronel’, de 1958, con la “genial interpretación” de Danny Kaye, Curd Jürgens y Nicole Maurey.

Las fotografías han plasmado para la posteridad unos pasillos elegantes y unas salas amplias, con anfiteatro incluido, obra de los renombrados arquitectos donostiarras Eugenio María Aguinaga y José Antonio Domínguez, que ya se habían sumergido antes en empresas similares, como, por ejemplo, el Salón Novedades. El cine se despidió con el año 1976: el 30 de diciembre de ese año se proyectó, según recoge ‘El Diario Vasco’, ‘El Corsario Escarlata’, estrenada ese mismo año. “El cine Novelty cierra sus puertas y no cabe duda que la noticia, ya conocida, entristece a muchos donostiarras. La sala ha acogido a un público de diversas edades que guarda un entrañable recuerdo de un cine de pequeñas dimensiones, pero que ofrecía un ‘algo’ especial. Las grandes capitales europeas plantean las salas de exhibición cinematográfica como locales reducidos que ofrecen sesiones casi continuas, pero el rumbo que ha tomado la industria del cine en los últimos años no coincidía con las metas que la Empresa Cinematográfica Guipuzcoana, S. A. había trazado”, recoge ese periódico.

Siendo ya excine, entre 1977 y 1996 el Orfeón donostiarra hizo del Novelty su casa. Ahora, en lo que antes fue Hermanos Iturrino y después Arrasate, una tienda de Juguettos ocupa el espacio que durante diecisiete años se encargó de acercar al público donostiarra las ‘novelties’ del cine.

Cine Astoria (1961-2004)

Cines Astoria hay (o hubo) en Vitoria, en Barcelona, en Málaga y en Madrid, en Jerez de la Frontera, en Las Palmas de Gran Canaria y en muchas ciudades españolas más. El de Donostia, sito hasta su cierre en 2004 en el primer número de la calle de la Sagrada Familia, en el barrio de Amara, se inauguró en abril de 1961 con la proyección de ‘Ben-Hur’. Ese fue el primer nacimiento de esta sala, que resurgió en 1989 ya como multicine. En el cartel del renacimiento de ese 22 de junio estaban, como recuerda Mikel G. Gurpegui, ‘Baton Rouge’, ‘Un grito en la oscuridad’, ‘Arde Mississippi’ y ‘Amanece, que no es poco’, entre otras. Estas salas fueron el buque señero del cine en Donostia a lo largo de la década de 1990.

Pero, tras muchos años y muchas películas, llegó noviembre de 2004. En su blog, Sade, empresa dueña de este cine, recuerda que aquella noche del 14 no se cobró entrada a los espectadores. “La taquillera Mari Jose Rodríguez informó a quienes pasaban por taquilla que la empresa Sade invitaba, que no debían pagar para entrar en aquella sesión. Los porteros y acomodadores Xabier Sertutxa, Jon Sarriegi y Eva Rivas cortaron las últimas entradas. Javier Iturbe subió las grandes bobinas de celuloide por última vez a través de la estrecha escalera que conducía a la cabina de proyección del Astoria, donde Juan Luque Pozo accionó la proyección de ‘Conociendo a Julia’, ‘Crimen ferpecto’, ‘Roma’, ‘Collateral’... Algunos tomaron una copa de cava de despedida en la cafetería de José Antonio Nieto y Charo Andrés. Los espectadores se alejaron melancólicamente del cine echando acaso una mirada final a aquellas letras de neón que destacaban en vertical las letras A, S, T, O, R, I, A. Era el cierre de una época”. Desde la calle, se otea ahora la ‘Bistroteka’ del hotel Zinema7 —durante años fue el Astoria7—, que tanto con el nombre como con la disposición de sus espacios honra a un cine cuyas pantallas se fundieron a negro por última vez hace diecisiete años.

Cine Savoy (1962-1996)

Como recuerda Mikel G. Gurpegui, en el blog de la empresa Sade, el cine Savoy se inauguró el 6 de octubre de 1962 con películas como ‘Paraguay, corazón de América’, un corto de animación con el pato Donald de protagonista y ‘Escala en Tokio’, filme de Jack Arnold protagonizado por Lana Turner, que años antes había figurado también en ‘El cartero siempre llama dos veces’.

“Tiene una sala magnífica, amplia, acogedora, que consta de 500 localidades, distribuidas en 24 filas de butacas. Es de una sola planta y posee todos los adelantos modernos, con equipos de proyección ‘Westrex’, aptos para todos los sistemas técnicos conocidos: cinemascope, vistavisión y normal. La pantalla tiene una anchura de ocho metros; el suelo del vestíbulo es de mármol y el de la sala, de sintasol gris, alfombras azules y las butacas tapizadas de rojo, y las paredes son de caoba, con techo escalonado impecablemente para que el sonido sea de la mayor pureza”, se vendía el cine en un anuncio publicado en ‘El Diario Vasco’ el 6 de octubre de 1962. En 1977, la Asociación de Familias de Personas Sordas de Gipuzkoa instaló en el cine Savoy un bucle magnético, que permite a las personas con problemas de audición percibir un sonido nítido, libre de reverberaciones y ruido ambiente.

En los últimos años de recorrido, este cine proyectó también películas que caían dentro de la clasificación X, destinadas exclusivamente a un público adulto. Ahora, los números 42 y 44 de la calle San Francisco los ocupan la entrada de un aparcamiento y un centro de estética.

Cine Amaya (1966-1994)

El cine Amaya del número 15 de la calle Getaria abrió en noviembre de 1966. Se había construido promovido por el vitoriano Antonio Ochoa, que ya tenía otros teatros y otros cines en su localidad natal, incluido uno del mismo nombre que había echado a andar once años antes. “Los cines, como los grandes amores, me han hecho sufrir y disfrutar mucho”, contaba el empresario en una entrevista concedida ante los micrófonos de Radio Vitoria. El cine, que cerró en 1994 y cuyo espacio ocupa ahora una sucursal de Mapfre, podía albergar un aforo de 249 espectadores. En los últimos años, se especializó en la reposición de películas.

Cine Dunixi (1967-1977)

Tras unos contenedores, se ven una sucursal de la Laboral Kutxa y una tienda, Drunkat, en la que se venden instrumentos de música. No se intuye que allí, desde la segunda mitad de la década de 1960 hasta la segunda mitad de la de 1970, hubo unas salas de cine con hasta novecientas butacas. Y es que la vida del Dunixi —así se escribe en euskera el nombre de Dionisio— fue efímera. Como se recuerda en sadecine.com, las proyecciones de este cine, situado en el barrio de Eguía, las inauguró el 23 de septiembre de 1967 ‘Rebelión a bordo’, con Marlon Brando y Trevor Howard al timón de una película que llegó a los Oscar con siete candidaturas pero naufragó frente a la gran triunfadora de esa edición, ‘Lawrence de Arabia’. Para hacerse con una butaca en el número 9 de la calle Virgen del Carmen para la sesión de aquella tarde, la de las 18:00, los espectadores hubieron de pagar quince pesetas; para la de noche, que empezaba a las 22:00, una más, dieciséis.

Menos de diez años después, ‘El nuevo caso del inspector Clouseau’ fue una de las últimas películas que se proyectó en estas salas, con capacidad para albergar cerca del millar de espectadores. “Desde el primer día resultó un mal negocio, posiblemente por su emplazamiento en un barrio, Eguía, que no necesitaba de tal, ya que las cortas distancias que existen en San Sebastián hacen que el público habitante en dicho barrio tenga muy a mano cualquier otro local donde se ofrecen programaciones de mayor calidad”, se decía de este cine en unas críticas líneas escritas en ‘La Voz de España’. 

Multicines Garbera (1997-2004)

Las escaleras mecánicas —en su momento no eran mecánicas, había que hacer el esfuerzo de subirlas andando— conducen ahora a un MediaMarkt, pero hasta hace dieciocho años, en el centro comercial de Garbera, en el alto de Ametzagaña, había un multicine, el primero de Donostia situado en un recinto de esas características. “Apenas alcanzaron los siete años de vida. El descenso general registrado entonces en la taquilla y una renta alta de los amplios locales acabaron en febrero de 2004 con el primer multicine ubicado en un centro comercial que hubo en Gipuzkoa”, señala la empresa Sade, que fue dueña de las salas. Desde el cierre de estos multicines el 15 de febrero de 2004 hasta el 31 de marzo de 2022, fecha en que se abrieron siete salas de unos cines de lujo de la empresa Cinesa con asientos reclinables y hasta dos metros de separación entre butacas, el centro comercial estuvo huérfano de salas.

Cines Warner Lusomundo (1998-2006)

Hay un lugar en el que ‘Devuélveme mi suerte’ (comedia romántica de Donald Petrie), ‘Ultravioleta’ (una mezcla de acción y ciencia ficción) y ‘Vecinos invasores’ (unos dibujos animados a los que ponen voz, entre otros, Bruce Willis) son los últimos estrenos, las películas por las que el público se acerca a la taquilla a comprar una entrada. Ese singular lugar, cercano a lo que fue la plaza de toros de Illunbe, está anclado en el 2006. Allí, la primera de las películas todavía no sabe que la crítica la machacará, la segunda desconoce que recaudará apenas un millón más de lo que tuvo que presupuestar y la tercera es aún una incógnita a la que le quedan unos meses para granjearse el calor de público y crítica a partes iguales. En pleno 2022, de las paredes de los cines Warner Lusomundo aún cuelgan los carteles que publicitan estos ‘estrenos’, como si los dueños se hubiesen visto forzados a salir corriendo y a dejar a sus espaldas todo cuanto hubiera.

En junio se van a cumplir dieciséis años desde que en aquellas salas se detuvo el tiempo, desde que los estrenos, lo último de lo último del cine, quedó congelado. Las diez salas del Warner Lusomundo se habían abierto en 1998, cuando, como cuenta una crónica de la época de ‘El País’, todavía se encontraban sumidas en un limbo legal: la empresa Sade argüía que los terrenos no se habían cedido con ese propósito comercial, y llevó el litigio hasta los tribunales. No prosperó, y, tras una presentación en sociedad en el Festival de aquel año, fueron Michael Douglas y su versión del ‘Crimen perfecto’ de Alfred Hitchcock los que inauguraron unas salas con capacidad para más de dos millares de personas.

Oscar La Bretxa (2000-2015)

“Pasaporte COVID no”, se puede leer en unas tablas de madera que impiden subir las escaleras que conducen a lo que en su día fue el centro comercial La Bretxa. El nombre se remonta a las guerras europeas dieciochescas. A comienzos del siglo XVIII, en plena guerra de la Cuádruple Alianza, el duque de Berwick invadió las provincias vascas y, con ellas, Donostia. En el asalto a la ciudad, las tropas consiguieron abrir dos brechas en la muralla. Un siglo después, el 31 de agosto de 1813, fuerzas portuguesas y británicas sitiaron, saquearon e incendiaron la ciudad, y cuenta la leyenda que el ataque se desencadenó por las mismas brechas que se habían abierto cien años antes.

El mercado que se erigió en el lugar setenta años después, famoso más tarde por su edificio de la Pescadería, rememoraba con su nombre este hecho a caballo entre la historia y la leyenda. En el año 2000, el edificio de la Pescadería se aprovechó para abrir varios negocios, entre los que se contaban varios restaurantes… y unos cines: los Óscar La Bretxa, dotados de nueve salas. Los cines, de la empresa Ocine, se inauguraron con suma puntualidad, el mismo 1 de enero de 2000. Tras tres lustros de proyecciones, se vieron arrastrados por la decadencia del centro comercial y, abocados al cierre, proyectaron su última película en 2015. Donostia perdió ese 31 de mayo 1.400 butacas.

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*Algunas de las imágenes de la colección que encabeza el artículo pertenecen a Kutxa Fundazioa y otras a Áncora San Sebastián.

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