Traigo esto a cuento del tratado de libre comercio (más conocido por el acrónimo TIPP), actualmente negociándose entre la Unión Europea y Estados Unidos, y que está siendo debatido profundamente. El Parlamento Europeo, en Junio de este año, acordó unas recomendaciones dirigida a la Comisión Europea, encargada de la negociación, para recordarle algunos aspectos a tener en cuenta..
Esta Institución europea, partiendo de que algunos productos, como vino, frutas y hortalizas y aquellos con alto valor añadido, puedan tener alguna ventaja y oportunidad con este acuerdo comercial (en 2014 los EEUU fueron el primer destino de las exportaciones agroalimentarias europeas con un 13% del total), sí le recuerda al Ejecutivo comunitario que hay que preservar el modelo agrario europeo y asegurar su viabilidad económica y social. y no poner en peligro la salud del consumidor europeo, o relajar los estándares de calidad y seguridad de los productos norteamericanos puestos en los mercados europeos.
La agricultura europea tiene más que suficientes experiencias de cómo ha influenciado en nuestras políticas los acuerdos de comercio a nivel mundial, de cómo se ha servido ella para ayudar a países o directamente se ha usado como moneda de curso legal.
Solo hay que recordar la ronda Uruguay del GATT (antiguo Organización Mundial del Comercio) y su influencia en la reforma del 92. Primer escalón de una retahíla, cada vez más negativa, de sucesivas fases de la política agraria común. En aquella, se pusieron las bases dirigidas a reducir los apoyos internos y hacia la liberalización de mercados. Pero hay más: en el arroz, la iniciativa todo menos armas; en los ajos (y otros productos) los acuerdos preferencias con terceros países (habitualmente superados y por tanto incumplidos); ahora, al importación de aceite tunecino; y, por último es el sector agrario, quien ha pagado, y está pagando las consecuencias del embargo ruso (recordemos en respuesta a las sanciones contra Rusia por sus actuaciones en Ucrania). Por esto hay que estar atentos, vigilantes y precavidos ante esta negociación comercial con EEUU.
Debemos estar de acuerdo con el Parlamento europeo sobre las llamadas de atención dirigidas a mantener nuestro nivel de protección al medioambiente y al bienestar animal, de preservar nuestros modelos de seguridad alimentaria, y por supuesto, preservar nuestros niveles de garantía social y laboral.
Que los Estados Unidos es una potencia agrícola no hay duda, solo hay que echar un vistazo a sus cifras relativas a producciones y exportaciones. Por lo que por ahí vendría el primer peligro: su ventaja competitiva en algunos productos. Pero, ¿y si miramos a hacia las exportaciones agroalimentarias?. Podrá España competir con los líderes europeos (Italia, Francia, Alemania, etc); y dentro de nuestro país, seremos competitivos ante otras regiones como Andalucía, Valencia, Navarra o La Rioja. Pues en algunos productos sí; pero en la mayoría probablemente no
Ante la que se nos viene encima, habrá que empezar a utilizar, o crear, algunas herramientas, para diluir los efectos negativos que este acuerdo pueda generar nos; y aprovechar, cuando se creen, los nuevos escenarios comerciales.
En primer lugar: con los commodities tenemos poca capacidad de influencia en los mercados (y por tanto favorecer la rentabilidad de nuestras explotaciones), habrá, por tanto, que incrementar los valores añadidos, o encontrar singularidades que hagan destacar a nuestros productos.
Hay que seguir avanzando en la concentración de la oferta, en la apuesta por las cooperativas, como medio para generar economías de escala que permitan desarrollar adecuadamente procesos de I+D+i, transformación (sobre todo en las segundas) y comercialización.
Y por ultimo hay que convencer a los consumidores, y preferiblemente a los que están más cerca, de que consuman nuestros productos. Para conseguir esto hay dos caminos: uno es la publicidad pura y dura que intente convencer de la compra (es cuestión de tener un presupuesto adecuado); y otro es la divulgación de las cualidades de nuestros productos.
Naturalmente que para este último hay muchas opciones; pero una de ellas es hacer que los consumidores se sientan participes de la cadena alimentaria y la conozcan en detalle, integrándolos en las interprofesionales agroalimentarias. En Extremadura estamos a tiempo de ser los primeros en España en diseñar una Ley de interprofesionales que permita participar a los consumidores. Pudiendo, de esta forma, conocer las singularidades y cualidades de nuestros productos agroalimentarios; del cumplimiento estricto de las normativas de protección al medioambiente y la seguridad alimentaria; y de las complicaciones, problemas y competencias desleales que sufren nuestros productores y transformadores.