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Angel Monroy. En Memoria

Antonio Rosa Plaza @AntonioRosaP

“Ayer [por el lunes] se agotó la prórroga que hace 15 años le concedió la vida a Ángel, cuando el corazón le reventó de tanto usarlo. Prórroga que, como el resto de su vida, vivió intensamente, como solo él sabía y podía hacerlo, a pesar de los problemas de salud que tuvo que afrontar y de los disgustos que esto generaba a su mujer Luci y a sus hijos. Ahora tenía por delante una tanda de penaltis que su corazón, y tal vez su cabeza, se han negado a jugar.

Su corazón era tan grande que cuando se quedó con la mitad del mismo siguió adelante, hasta ayer.

Ángel ha sido, sin lugar a dudas, uno de los sindicalistas más relevantes, reconocidos y respetado de Extremadura en los últimos 40 años. Respetado por sus adversarios, pero sobre todo por los trabajadores a los que defendía con el ardor de su carácter, y con la inteligencia y experiencia que atesoraba.

Ángel era un sindicalista de raza, a la vieja usanza, duro como el pedernal; incansable; incombustible.

Tuve la fortuna de abrirle, al final de los 70 del siglo pasado, -después de años de activismo en la Dictadura-, las puertas de la UGT, y de compartir con él la lucha sindical en múltiples frentes, cuando esta lucha era otra cosa muy distinta a la acción sindical actual, que tanto le encendía y desesperaba.

Desde su militancia sindical, desde su ideología socialista, su compromiso con la clase trabajadora fue inquebrantable, como lo fue con la UGT, a la que contribuyó a hacer un referente para los trabajadores extremeños en los últimos 20 años del siglo pasado.

Compartimos lucha sindical y otras muchas cosas que hoy aquí no conviene recordar, que quedan en su memoria y en la mía, aunque de vez en cuando, cuando nos juntábamos, nos gustaba rememorar, para escándalo de Lourdes y de Luci. La última vez que recordamos nuestras batallitas fue hace escasos días compartiendo con Luci vino, pulpo, recuerdos y cariño.

Ángel era un tipo duro, muy duro, tal vez con aristas para quienes no lo conocían a fondo, pero cuando terminaba la acción sindical aparecía ese otro Ángel burlón, libertino, provocador, que amaba la vida y a las mujeres, a todas las mujeres que cruzaban por delante de él. Algunos le recordaréis saltando la barra de la caseta de UGT en la feria de Badajoz, cuando comenzaba a sonar la música, y marcándose un pasodoble con la primera compañera o parroquiana que se ponía a su alcance.

Cuando tuvo que dejar la actividad sindical, por las secuelas de su grave lesión de corazón, decidió que aquello era una batalla perdida, que le hizo mucho daño, pero no tiró la toalla. Se reinventó como parcelero y siguió disfrutando de los placeres de la vida que la razón le negaba y que la familia intentaba que dejara. Obviamente, no lo consiguieron. Ha muerto como vivió, como quiso vivir y, seguramente, como quiso morir“.

Adiós Ángel, amigo, Tigre hasta siempre.

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