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Crónica parlamentaria con picatostes (Sobre los comedores escolares en Extremadura)

Chema Álvarez

Hubo un tiempo en el que en los comedores escolares de Extremadura se comía mejor de lo que se come ahora. Uno, que es un trotacolegios, recuerda el suculento aroma que invadía las aulas a eso del mediodía, tras el recreo, cuando todavía se cocinaba en los mismos centros. Llevado por el olor seguía su rastro hasta la cocina, donde se afanaban pinches y otros empleados entre fogones y calderos, preparando los platos que después, acabado ya lo lectivo, habrían de degustar –o devorar- los hambrientos escolares, entre cuyas filas de comensales solía transitar la cocinera o cocinero de turno, preguntando si la comida estaba fría o caliente, si les gustaba lo que ese día les había hecho con tanto afán y esmero, reconviniendo a este de aquí porque dejaba algo en el plato o a aquel de allá porque hacía mohines al guiso de la jornada.

Una reciente noticia aparecida en este diario me evoca tales recuerdos. En uno de los últimos plenos del pasado mes de mayo se trató en la Asamblea de Extremadura la cuestión de los comedores escolares, con motivo de la presentación a cargo de Podemos de una propuesta de impulso para cambiar el modelo de licitación en la gestión de los comedores de nuestra región. Salvo la intervención del Partido Popular, hecha porque el argumentario les obliga a mezclar a Venezuela hasta en la sopa, el debate se centró en la necesidad y conveniencia de recuperar un modelo de comedor escolar ya casi perdido, conocido como de cocina “in situ”, frente al modelo cada vez más extendido, de línea fría, en el que los platos son elaborados en vaya usted a saber dónde y transportados hasta el centro escolar.

Recuerdo en su tiempo a más de un secretario o secretaria de escuela devanándose los sesos porque, entre clase y clase, tenía que ocuparse de echar cuentas y hacer los pedidos del comedor, ya fueran cientos de yogures de sabores muy determinados, ya la compra de docenas y docenas de huevos frescos. Los encargos se hacían a los comercios y supermercados cercanos, ubicados en el mismo pueblo donde estaba el colegio, y se solía consumir productos de temporada, con incursiones del personal de cocina a las carnicerías del lugar, paseos hasta los puestos de fruta y hortalizas del mercadillo o mercado de abastos y visitas a las pescaderías en los días en que llegaba el género.

Todo aquello cambió. Se pasó de un modelo que primaba la alimentación sana y equilibrada a otro donde únicamente se pretende llenar barrigas. Los comedores se convirtieron en comederos. Dos grandes multinacionales, una de ellas con sede en París, se reparten el cotarro alimenticio entre Badajoz y Cáceres por un valor de 17 millones de euros licitado para los dos próximos cursos. El modelo de licitación ofertado por la Junta de Extremadura, dividido en 11 lotes -en el que el valor mínimo es de medio millón de euros-, imposibilita que pequeñas o medianas empresas de carácter local puedan acceder al concurso de este servicio, perjudicando el concepto de soberanía alimentaria.

Ahora ya no sabemos qué comen nuestros hijos. La multinacional nos da un menú mensual que a veces falla más que una escopeta de feria, y en el que nada se nos dice del origen y elaboración de los alimentos que se consumen. Por lo general, estas multinacionales suelen adquirir la materia prima en sus centrales de compra o a grandes proveedores, y elaboran los productos en cocinas centrales que están muy lejos del comedor en el que se van a servir. El coste ecológico que acarrea tanto la producción como la distribución (uso de petróleo para la conservación en frío, transporte desde cientos o miles de kilómetros, etc.), se une a la más que cuestionable calidad del producto final: pescado a base de panga o perca cuyo origen tal vez está en Vietnam o Tailandia, fruta procedente de Chile, pimientos de Marruecos, patatas de Israel, etc. Es lo que tiene licitar atendiendo a la cuestión del precio obviando los modelos de producción y distribución.

Lástima que el PSOE, en un ejercicio más de esa praxis antidemocrática a la que está acostumbrado, no esperara a debatir como se debe todo esto en el pleno de la Asamblea: se debatió, sí, pero ya la decisión por parte del Gobierno estaba tomada pues, a pesar de saber que había una propuesta de impulso por medio, sacó apenas un día o dos antes de dicho debate los pliegos de contratación de las empresas que habrán de gestionar los comedores... en los mismos o muy similares términos a los que ya había licitado anteriormente el gobierno del PP, dejando en manos de las multinacionales tan suculento negocio.

Hubo un tiempo en el que en los comedores escolares de Extremadura se usaban servilletas de tela. Después de cada servicio, cuando estaban sucias, se echaban a lavar y se volvían a utilizar en perfectas condiciones higiénicas. Ahora las servilletas ya no son de tela, sino de papel, de usar y tirar, y suelen llevar impreso el sello de la multinacional que llena la barriga de nuestros hijos.

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