Teatro LGTBI para abrir los armarios de par en par: cuando el arte desmonta los discursos del odio
El teatro es una herramienta de transformación social en el más amplio sentido de la palabra. Es un acto efímero en el que la historia de los personajes adquiere vida. La magia llega cuando el público empatiza y los mensajes llegan directamente al corazón.
Esta es la idea que lleva a la compañía Createatro a hacer montajes bajo una perspectiva LGTBI. Varias de sus obras han recorrido buena parte del mundo rural extremeño con el objetivo de profundizar en el origen de las desigualdades. Analizan el sufrimiento y las situaciones a las que se enfrentan algunas personas por su orientación sexual o identidad de género no normativa.
Joserra Rodríguez y Juanjo Calamonte, las almas de esta compañía, entienden el teatro como un acto motivador que genera cambio. Les gusta hablar de que las artes escénicas agitan conciencias desde la emoción.
En los últimos tiempos han proliferado en la sociedad diferentes discursos homófobos que incitan al odio. Se han multiplicado las denuncias de personas que han sido víctimas de agresiones. Frente a estas situaciones entienden que hoy resulta más necesario que nunca abrir armarios de par en par y visibilizar al colectivo en un acto de ‘empoderamiento’.
Animan con especial ímpetu a ver una de sus obras a aquellas personas homófobas o que sienten odio hacia el colectivo LGTBI. “Le animamos a que se sienten a escuchar, porque en algún momento encontrarán la chispa, la palabra que le abrirá la mente”.
No quiere decir que al salir del teatro hayan abandonado su homofobia. Pero sí puede que se hagan preguntas que antes no estaban en su mente. Cuestiones que empujan hacia la transformación interior. “Siempre decimos que cuando se llega emocionalmente al espectador se produce esa conciencia de cambio, esa empatía”.
‘La memoria de los cuerpos’
El último de sus montajes es ‘La memoria de los cuerpos’, que narra la vida y la lucha de activistas LGTBI que han perdido la vida o la libertad sólo por mostrarse tal como son. La obra se incluye en un proyecto de Fundación Triángulo financiado por la Agencia Extremeña de Cooperación al Desarrollo (Aexcid).
Con el anterior montaje, ‘La ley del deseo’, ya fueron galardonados con el Premio Fancinegay por su labor en defensa de los derechos de las personas gais, lesbianas, bisexuales o trans en Extremadura.
Con su nueva obra recorren hasta mediados de diciembre numerosos municipios para reconocer y visibilizar la labor que las personas activistas realizan a diario en defensa de los derechos humanos de la población LGBTI, “sufriendo muchas de ellas amenazas, agresiones e incluso siendo asesinadas por su labor como activistas”.
Su título, la memoria de los cuerpos, va perfilando una especie de caja que contiene en su interior muchos recuerdos. Son todas aquellas vivencias y sentimientos que han marcado a los protagonistas y que se graban físicamente en ellos.
Hablan en primera persona de las historias de Marielle Franco, activista brasileña, asesinada por su labor como defensora de los derechos humanos; Lohana Berkins, activista trans argentina, defensora e impulsora de la Ley de respeto a la identidad transgénero; y Antoni Ruiz, activista homosexual apresado en la cárcel de Badajoz por la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social en 1976.
Con texto y dirección de Joserra Rodríguez, y coreografía y ayuda de dirección de Juanjo Calamonte, las actrices Rita Levato y María José Mangas se ponen en la piel de Lohana Berkins y Marielle Franco respectivamente; mientras que Juanjo Calamonte realiza el papel de Antoni Ruiz.
Las historias
Una de las historias está muy ligada al pasado reciente de Extremadura y la represión franquista. Antoni Ruiz estuvo preso en el penal de Badajoz, que tuvo cautivas a personas LGBTI hasta después de la muerte de Franco.
Cerca de un millar de homosexuales pasaron en este país por prisión entre 1970 y 1979 por la ley de Peligrosidad Social. El régimen había marcado dos centros, el de Huelva (para los que consideraba “activos”) y Badajoz (para “pasivos”). La historia de Antoni habla de una España no muy lejana donde el odio a lo diferente podía subyugar a las personas a perder su libertad.
Las paredes de aquella prisión, el actual Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC), traspasan el espacio para contar al espectador una historia desconocida para mucha gente. “Cuando cuentas que en Badajoz estaba el módulo de homosexuales pasivos la gente alucina. No lo sabe”.
Juanjo Calamonte interpreta a Antoni, el joven que salió de la cárcel en mismo día que cumplía 18 años, el 5 de junio de 1976. Cuenta que en el proceso de investigación le ha llamado la atención la valentía de un chaval que en aquella época se atrevió a confesarle a su madre su homosexualidad.
La respuesta a su sinceridad fue la represión y el sufrimiento. Tras contárselo a su madre ésta no lo entendió y pidió ayuda. Fue una monja cercana la que lo denunció y provocó la detención que le llevó a los penales de Valencia y Carabanchel inicialmente, y más tarde a Badajoz.
Las otras protagonistas
Otra de las personas que adquieren vida en esta obra es Marielle Franco, concejala y defensora de los derechos humanos asesinada brutalmente a tiros recientemente en Río de Janeiro. Franco (1979-2018) era una mujer negra, lesbiana, procedente de una favela, militante del izquierdista Partido Socialismo y Libertad (PSOL) y defensora de los derechos de las minorías.
Se trataba de una activista incansable, que defendió con ímpetu los derechos de todas las personas y que como mujer lesbiana recibió insultos y reprimendas por su condición sexual.
Después de que miles de personas pidieran el esclarecimiento de su muerte, por ser muy querida y respetada, sobre todo en las favelas, las investigaciones apuntan a que pueden estar implicados sectores de la ultra derecha. De hecho señalan a Jair Bolsonaro y a su hijo.
La tercera de las historias es la de Lohana Berkins. Es una mujer argentina que sufrió abusos por parte de la policía y en la calle. Una mujer muy comprometida con el colectivo travesti y trans en el país latinoamericano.
Estuvo ejerciendo la prostitución hasta que decide desarrollarse más como persona y lucha por los derechos desde las instituciones. De hecho fue la primera activista travesti que en el Parlamento argentino, no transexual.
Su grito de guerra era ‘furia travesti siempre’, que lanzaba siempre después de un mitin o en diferentes actos políticos.