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Mujeres nuevas

Manifestación 8M (1)

Alicia Díaz

Mucho se ha escrito acerca del papel de la mujer en relación a la maternidad, la reproducción y las relaciones sexuales frente a un sistema patriarcal que se ha aprovechado de la división sexual del trabajo y de las condiciones económicas de las féminas a lo largo de la historia. La incorporación de las mujeres al mundo laboral supuso la liberación ya que el trabajo asalariado les permitiría acceder a la misma cadena de producción que sus compañeros varones. Pero las condiciones laborales en las fábricas y el exceso de horas en los puestos de trabajo terminó subyugando a las mujeres a una triple explotación: laboral, doméstica y reproductiva.

Las condiciones laborales obligaron a que las mujeres vieran triplicada su fuerza de trabajo. Llegaban a casa agotadas, teniendo que dedicar el poco tiempo que les quedaba a las labores domésticas y a la crianza de los hijos sumándose a ello el cuidado de las relaciones matrimoniales con la evidente pérdida en la calidad de vida. Las mujeres trabajadoras morían a edades muy tempranas, también lo hacían sus hijos a los que no podían alimentar y eran prácticamente abandonados y dejados a su suerte. Llegados a este punto, era necesaria una revolución. Siempre digo que el feminismo - como la izquierda en general - ha olvidado sus raíces suprimiendo la génesis ideológica e identitaria favoreciendo así que los sectores más conservadores pudieran alterar términos asociados a movimientos progresistas. Pasa con la palabra “radical” ligada popularmente en la actualidad a acciones violentas, extremistas y totalitarias, transformando de manera negativa su etimología. No es el único ejemplo, también lo vemos con el término “ liberal” cuya definición, en lugar de ser aplicada en el sentido de un sistema político y filosófico contrario al despotismo y afín a las libertades civiles, la democracia y los principios republicanos, es utilizado uniformemente sin mención alguna a los distintos tipos de liberalismos emergentes del inicial.

Es indisociable hablar de revolución sin hacer mención a la sucedida en Rusia en los años 20 y es imposible desligar el movimiento feminista de Alexandra Kolóntai como figura destacada y determinante en la revuelta de las mujeres en plena agitación política y social soviética. Kolóntai fue una importante figura que no ha recibido atención historiográfica pese a ser muy destacable su incansable trabajo por aunar la lucha socialista con la igualdad de las mujeres. La revolucionaria redactó los primeros decretos de asistencia maternal y protección a la infancia, habilitó infinidad de comedores públicos y creó las primeras guarderías públicas. Kolóntai supo ver las enormes dificultades que afectaban a la mujer aún con su incorporación al mundo laboral, por lo que defendía un modelo social basado, más allá de las transformaciones económicas, en el cambio social a través de las relaciones personales.

Fue tachada de agitadora, buscó el exilio para evitar ser asesinada y volvió a la militancia política siendo encarcelada. Gracias al trabajo de la revolucionaria se facilitó el derecho al aborto y desapareció el concepto de hijo ilegítimo, se pudo acceder al divorcio en un solo trámite y se abolieron las trabas que impedían el acceso a la mujer al trabajo haciendo un llamamiento a una revolución cultural. Lo que se pretendía era liberar a las mujeres de las opresiones que sufrían debido al lugar que la sociedad les había dado dentro del ámbito doméstico beneficiándose de las capacidades reproductivas ligadas a la crianza y al papel de eternas cuidadoras. Pero toda revolución tiene su contrarrevolución. Los bolcheviques estaban construyendo su propia política respecto a la idea de familia desde las líneas más progresistas de la época, pero esta libertad era demasiado transgresora para una sociedad por entonces apenas urbanizada cuya principal vía de desarrollo económico seguía siendo la agricultura.

Era de vital importancia la formación de las mujeres analfabetas y las labores de concienciación para llevar a cabo la revolución de las mujeres; pero los cambios fueron tan brutales que la sociedad no pudo soportarlo, lo que dio lugar a restricciones y prohibiciones negando de nuevo a las mujeres todos los derechos conseguidos durante la revolución. Kolóntai formuló la teoría del “vaso de agua” como método que permitiría la liberación sexual de la mujer contra la doble moral de la burguesía y el viejo orden establecido. El concepto “vaso de agua” fue interpretado de forma burda entendiendo que el sexo debía ser tomado con la misma facilidad que bebemos cuando tenemos sed. Este intento de mujer nueva marcó un antes y un después en la sociedad soviética y el concepto “vaso de agua” un escándalo mundial puesto que Alexandra Kolontai se atrevió a replantear las relaciones amorosas basándose en la idea de camaradería, en el compromiso social e ideológico y en el compañerismo; pero no podía obviar que las tensiones sexuales entre hombres y mujeres existían y era hipócrita no hablar de ellas. “Vaso de agua” nos decía que la sexualidad es tan natural como el hombre a la sed.

Durante los años 20 las violaciones se convirtieron en una epidemia sobre todo contra las mujeres que pertenecían a la nobleza y a la burguesía en lo que fue denominado “justicia de clase”. La prostitución fue creciendo y el 20 % de los varones sufrieron enfermedades de transmisión sexual fomentando una conducta antiética ligada al consumo. La mitad de niños nacidos en Moscú - según algunas estadísticas - fueron abandonados tras ser concebidos fuera del matrimonio y otra gran parte de ellos sobrevivían solos en sus hogares con terribles consecuencias durante la infancia y serios inconvenientes en la edad adulta. Esta problemática tuvo que ser abordada con restricciones volviendo a la represión inicial.

No estamos en la Rusia de los años 20, y el avance social ha permitido mejoras indiscutibles para las mujeres trabajadoras en los países desarrollados, esto no quiere decir que se haya llegado a la utópica idea de igualdad real. Las mujeres en España siguen dejando sus puestos de trabajos cuando tienen un hijo o para el cuidado de personas mayores y/o dependientes. Siguen siendo las que más dificultades tienen a la hora de acceder a un puesto de trabajo, también las más empobrecidas y las que mayor índice de paro soportan; no digamos si estas mujeres además pertenecen al área rural.

De la misma manera que Alexandra Kolóntai abordó la sexualidad en los años 20 con el concepto “vaso de agua” hoy no podemos ocultar de la política ni del debate público que, para muchas mujeres, el rechazo a la lactancia es tan natural como la mujer a la sed. De no ser que nuestra sociedad no esté preparada en 2018 para una revolución cultural, no vaya a ser que se nos vaya de las manos y seamos incapaces de reconocer conceptos como libertad, responsabilidad y ética desde su raíz.

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