Con las raquetas, a otra parte

La polémica desatada por la decisión de utilizar el Anfiteatro Romano de Mérida como sede para la celebración del World Pádel Tour, sitúa en primer plano las diferencias esenciales que existen en torno a cuál debe ser el papel que desempeña el patrimonio histórico y arqueológico en el desarrollo de la ciudad de Mérida.
Mientras el gobierno de Monago, el alcalde de Mérida y el propio Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida estiman que la utilización de un yacimiento arqueológico como pista de papel entra dentro de los márgenes de lo razonable, por el contrario, otros consideramos que nuestro patrimonio arqueológico es algo más que un espacio que aporte singularidad a la organización de eventos deportivos y donde poder disfrutar del catering.
Llámenme ingenuo, pero no creo que se nos pueda tildar exagerados a todos los que estamos convencidos que reducir un complejo monumental a la condición de cancha deportiva supone un desprecio a los valores históricos y culturales que ese lugar representa, y de los que muy pocas personas en este mundo pueden disfrutar. Vaya por delante lo que viene a significar como (mal) síntoma de la altura de buena parte de los que han decidido tomar una decisión que al menos podríamos calificar como extravagante. La relevancia mediática que ha adquirido el asunto nos da una buena medida de ello.
A mí, como a la mayoría de mis vecinos nos gustaría que Mérida hubiera sido noticia por el mimo y los recursos que las distintas administraciones públicas dedican al cuidado y la conservación de los vestigios monumentales que se ubican en nuestra ciudad, pero no. Nuestra ciudad ha saltado a la palestra mediática debido a una decisión político-empresarial que en el mejor de los casos sólo produce perplejidad en cualquier persona que no tenga un interés directo en la organización del dichoso evento, y tiene la dudosa virtud presentarnos como una caterva de indocumentados ante el resto del país.
Créanme, no tengo nada en contra de las iniciativas que puedan proyectar la imagen de nuestra ciudad, ampliar su oferta de ocio, o incrementar su actividad económica, más bien todo lo contrario; pero con la misma convicción desde aquí les sugiero que se alejen de todos aquellos que contemplen un conjunto arquitectónico con más de dos mil años de antigüedad y no vean más que una triste cuenta de resultados. Además de pobre, es un mal negocio.
El cometido de cualquier administración pública en materia de patrimonio histórico encuentra su principal expresión en la realización efectiva del deber de conservación, protección y defensa de los valores culturales e históricos que incorporan los bienes que se encuentran bajo su tutela. Cualquiera que no sea capaz de entender algo tan sencillo como esto no está capacitado para desempeñar un cargo público en una ciudad como en la que yo vivo.
El señor alcalde no piensa así, por eso no vale para alcalde; por eso no hace demasiado tiempo propuso que se derrumbara parte del acueducto de San Lázaro para facilitar la circulación de los coches que lo atraviesan bajo uno de sus arcos. El señor Monago decide sumarse al esperpento, y adopta la postura del miope impaciente -y mal negociante- que apuesta por confundir el Anfiteatro Romano con una caja registradora, a costa del propio Anfiteatro, y de la conservación de nuestro legado arqueológico.
El que se dirige a vosotros desde estas líneas no dispone de la capacidad de leer el futuro, ni puede arrogarse la certeza de que el dichoso torneo de pádel vaya a producir daños irreparables en la estructura o la conservación de nuestro monumento, pero sí está en condiciones de afirmar que esa posibilidad existe, que la decisión de los promotores avalada vergonzosamente por los responsables políticos de nuestra ciudad y de nuestra región, puede poner en peligro la integridad del monumento, y que en ningún caso merece la pena correr el riesgo. Comparar un grupo de actores en un escenario, o una procesión de encapuchados, con la instalación de una estructura como la que se plantea es poco menos que un insulto a la inteligencia, y una muestra de la capacidad de la que disponen algunos para negar lo evidente.
Dicho esto, aquellos que quieran disfrutar de un deporte como el pádel, o forrarse organizando eventos para que otros los disfruten, deberán renunciar al capricho, egoísta e infantil, de exponer nuestro conjunto monumental a riesgos innecesarios. Es sencillo, váyanse con sus raquetas a otra parte, a la plaza de toros, o a la isla, instalen su cachivaches y sus pelotas en cualquier otro lugar de nuestra ciudad que pueda adaptarse mejor al interés de todos. Eso sí, del Anfiteatro ya hemos hablado bastante.
Fdo: Álvaro Vázquez Pinheiro.
Concejal en el Ayuntamiento y candidato de Izquierda Unida a la alcaldía de Mérida.