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La reducción de Europa

Antonio Vélez, ex alcalde socialista de Mérida

Entristece lo de Inglaterra. Muchos no han retomado los consejos de Churchill: “No preguntes qué puede hacer Inglaterra por ti, sino que puedes hacer tú por Inglaterra”. Han funcionado los egoísmos, sobre todo los cortos egoísmos rurales. Esto, sin duda, requerirá un esfuerzo muy contundente y reflexivo para reconducir las cosas a su sitio. Y el sitio donde deben situarse pasa por profundizar en la globalización, aunque no le guste a los reaccionarios, la ultraderecha, los fascistas o los nuevos aprendices de brujo de una teórica izquierda que apoya los postulados Le Pen y sus acólitos neo-nazis.

¿Cómo explicaría Anguita - por cierto, ¿quién es Anguita? - el imperialismo anexionista de Putin en Crimea ? ¿Esa es la herencia de Lenin?. Sí lo es, la diferencia del nuevo zar con Hitler, anexionando Austria o Polonia, es nula. Debemos estar democráticamente preparados para afrontar estas cuestiones de los nuevos tiempos.

Antes, en las viejas sociedades, los ciclos expansivos y las recesiones se resolvían con las guerras: Los conflictos entre naciones, las competencias comerciales, las rutas de navegación, o las pugnas colonialistas, terminaban en enfrentamientos armados. Así, a un proceso de destrucción le seguía otro de reconstrucción y todo se reactivaba, el empleo, el comercio, la industria. Ahora no creo que a nadie se le pueda ocurrir inventar una guerra generalizada para situarnos en el final de la II guerra mundial y empezar otra vez de cero. Eso es lo que irresponsablemente pretenden algunos.

Bastantes problemas están creando los conflictos zonales, con el juego interesado de ciertos trusts  económicos/financieros - petróleo, metales estratégicos, biocarburantes o alimentarios - a los que no es ajena China, el nuevo gigante del ajedrez mundial. Así que cuidado. Podríamos decir, con todo derecho, que el juego de los espías y los contraespías es ya algo viejo. Yo puedo escribir una novela y contar - ¿sería ficción? - que los millones de euros que, a través de Venezuela, llegan a Iglesias y sus acólitos - bajo los pechos del patriarca Anguita, gran pontífice de la conjura - proceden realmente de las grandes multinacionales yanquis.

Y también de China, que a la postre no es más que un modelo capitalista de Estado. El fin no sería otro que desestabilizar Europa, rompiendo la unidad de su sistema. Nada mejor que desunir. Primero el Reino Unido, luego España, porque Grecia está ya al pairo. Qué problemas de conciencia o de respeto puede tener ese bloque si ya lo han hecho en el Norte de África, en Irak, Siria o Afganistán, provocando el terror del Estado Islámico, que a saber.… Esto es lo que hay y conviene estar preparado para lo que viene. A fin de cuentas estamos instalados, analítica, intelectualmente, en el encefalograma plano que ha alcanzado esta postsociedad de la opulencia.

O sea, en la pasividad de los satisfechos. Así es que en este caldo de cultivo, el orden mundial de las finanzas utilizaría a unos activistas de tres al cuarto para impedir que sus intereses se perjudiquen. Y se monta la reacción, en unos países desde la ultraderecha y en otros, más soñadores, utópicos y manejables, como España, con una ultraizquierda que estaba en el desguace, pero que ahora se pone un disfraz de falso progresismo. Repitan ustedes conmigo: ¿Quién es Anguita, quién es Iglesias, quién es Errejón? Bueno sí, Errejón es el malo, convenientemente inventado para ese papel de discusión interna. Menos lobo, Caperucita, que el guión está marcado.

¿Y resulta necesario desactivar Europa? Pues claro que sí, es absolutamente necesario. Europa representa el cómputo acumulado de los mejores valores de la Historia de la Humanidad: La tolerancia, el estado del bienestar, la fiscalidad y la redistribución, el arte, la cultura, el pacifismo, el progreso, la ecología como nueva apuesta. Y también de los peores desastres, con sus guerras eternas, la persecución religiosa, el colonialismo. Todo este lastre es lo que, en gran medida, la escarmienta y le obliga a buscar nuevos caminos de convivencia.

Javier Solana, nada sospechoso de reaccionario, defendía un gran ejército europeo, en misiones de paz y con carácter disuasorio. Hubiera funcionado en Crimea - “ si quieres la paz, prepara la guerra” - sabiendo que las rosas no pueden contra los tanques. Ese ejército sería mucho empleo, tecnología, investigación, paz. ¿A quien no le interesa? Está claro que lo han adivinado. ¿Guarda alguna relación este argumento con el apoyo de Iglesias a la independencia de Cataluña? Pues claro, es más de lo mismo. Ya lo sabrán, a toro pasado, quienes le apoyen el 26-J. Lo de Cataluña es de argumento de Berlanga, si la cosa no fuera tan seria. Que se les ocurra a Córcega dar el paso y verá el mundo lo que tardan los cazas franceses, los Mirages, en estar allí.

A fin de cuentas, como mantiene Josep Fontana, y otros notables historiadores y economistas, la independencia solo se gana en las guerras. Y el Estado que llamamos España tiene cinco siglos de andadura. ¿Mañana pide el desenganche, otra vez, Cartagena?

Siento haberme ido a las nubes y al subsuelo de la historia y de las derivas novelísticas, pero lo de Inglaterra me sigue preocupando. Más que nada, porque las Islas Británicas las poblaron, las configuraron, le dieron su sello, su impronta y su aliento, los celtas, los que elevaron Stonehenge, el gran santuario del Neolítico, los que inventaron la metalurgia y comercializaron el bronce en todo el mundo antiguo, laborioso por productivo, que ellos inventaron. Por eso no comprendo esta actitud tan reduccionista. Como no justifico que haya españoles, mínimamente responsables y reflexivos, que puedan votar al popurrí neocomunista, visto lo visto, este domingo.

 

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