Activistas de Israel y Palestina se sientan en Extremadura para buscar nuevos caminos hacia la paz
Shula y Yishai comparten territorio, aunque les separa un muro y el caos de un conflicto que envuelve a sus pueblos.
Una es palestina y el otro israelí, y se sientan esta semana en Extremadura para buscar juntos puntos de encuentro. Para buscar soluciones, cavar cauces que les lleven hacia caminos de la paz y el entendimiento.
Invitados por la Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP), ambos participarán en mesas redondas abiertas a todos los públicos en Plasencia, Cáceres, Mérida y Badajoz. Están acompañados en su visita por la Asociación Extremeña de Comunicación Social.
Este proyecto de ACPP se plantea la necesidad de buscar soluciones y un consenso desde la sociedad civil, donde existen compromisos fuertes para frenar un enfrentamiento que mantiene en vilo a esta zona del planeta desde hace más de 60 años.
Se trata de mostrar a la ciudadanía una realidad desconocida. Por ejemplo, que hay organizaciones israelíes que defienden la educación conjunta de niños y niñas árabes, y judíos en Israel. O grupos musulmanes y judíos que defienden los derechos humanos.
Organizaciones de mujeres que promueven la convivencia pacífica, junto a otras que desde Israel luchan contra la ocupación y el muro y denuncian las injusticias perpetradas por el gobierno israelí contra el pueblo palestino. También colectivos que proporcionan información alternativa en Israel, que dan información veraz sobre el conflicto y que están formadas por personas israelíes y palestinas.
Lucha desde el movimiento asociativo
Shula Abdalhadi forma parte de Comité para el Desarrollo de la Agricultura, presente en proyectos de desarrollo rural y 'empoderamiento' femenino desde los años 70. Mientras, Yishai Ofek forma parte de ‘Paz Ahora’, un movimiento israelí a favor de una resolución pacífica del conflicto.
Desde su creación en 1978, a raíz de las conversaciones de paz entre Israel y Egipto, ha defendido el derecho de Israel a vivir con unas fronteras seguras, y el derecho de su población vecina árabe a lo mismo, incluyendo el derecho de la ciudadanía palestina a la autodeterminación.
La palabra paz
En las mesas redondas aparece la palabra paz como un anhelo. No resulta nada fácil, porque detrás está el miedo, el odio y una lucha contra estereotipos y una maquinaria gubernamental que en el caso de Israel deja pocas concesiones a sus propios ciudadanos.
Defienden, en primer lugar el cumplimiento de las resoluciones de la ONU, pero también la posibilidad de que existan dos estados, el de Israel y Palestina, explica Elisabeth Masero, vicepresidenta de la Asociación Extremeña de Comunicación Social.
Pero también quiere mostrar a ambas sociedades como víctimas de una ocupación (una en menor medida que otra). En este punto explica Masero que la sociedad civil israelí, en muchos casos, se ve envuelta en un halo de estereotipos que son necesarios combatir.
El motivo, que pueden vivir en su burbuja en Tel Aviv, sin enterarse a lo largo de su vida de lo que ocurre a 20 kilómetros suyos, en Cisjordania, y bajo amenaza y un control férreo desde las estructuras gubernamentales. O más aún, los crímenes que se cometen en Gaza.