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Manuel, de Badajoz a Ecuador volcado en los damnificados del terremoto: “La situación es dramática”

Manuel (en el centro) junto a más compañeros participa en las labores humanitarias tras el terremoto de Ecuador / Foto: Óscar Arias Osorio

Jesús Conde

El terremoto le pilló en casa, en Quito. Se asustó porque vive en el octavo piso de un edificio viejo y el terremoto duró un minuto y medio. “Se nos caían las cosas de las estanterías y el edificio crujía”. 

Aquella noche se fue a dormir con la noticia de que habían fallecido 28 personas, “y no parecía que fue mucho más grave”, pero al día siguiente, cuando despertó, fue consciente de la  gravedad de la situación. Con más de 600 muertos, decenas de desaparecidos y el tiempo que corre en contra de los supervivientes.

Manuel Mateos Fernández se fue a ayudar a las personas damnificadas de inmediato. Este joven de 28 años de Badajoz se ha volcado en cuerpo y alma en las labores. Se unió a un equipo de 250 voluntarios, de los primeros en pisar el epicentro de la catástrofe. No habían pasado ni 24 horas ya estaban sumergidos en plena tarea. 

El equipo montó un dispositivo con sus propios recursos para abrir camino hacia los pueblos devastados por el temblor aún incomunicados. Ayudando a heridos, aportando agua, víveres. Cualquier ayuda es urgente allí y la tarea continúa. 

En ocasiones resulta complicado contactar con Manuel, Manu para los amigos. Está dedicado en cuerpo y alma a la ayuda a las víctimas y a las poblaciones afectadas. Pendiente del teléfono, atento a cualquier detalle para actuar de inmediato. 

De Badajoz de toda la vida, gran amante de su equipo, el Club Deportivo Badajoz, lleva tres años trabajando como director de Fotografía en este país. Allí ha hecho documentales, anuncios de televisión y ficción. Comenta que se ve obligado a echar una mano en agradecimiento a la excelente acogida que le dio Ecuador desde el minuto cero. “Un país que me ha tratado tan bien, y me ha enseñado tanto, que ahora es el momento de devolver todo lo recibido”. “Me toca darlo todo por ellos”. 

Una filosofía que mantiene junto al resto del equipo, la mayoría técnicos cinematográficos, productores, directores, cámaras, fotógrafos… Al grupo solidario también se unieron las empresas de catering para rodajes con las que trabajan, que pusieron sus camiones a disposición de la población para preparar miles de raciones diarias de alimentos. 

Relata cómo la gente está aterrada, teniendo en cuenta por ejemplo que ha habido más de 600 replicas, algunas de ellas superiores a los 6 grados de la escala Ritchter. De todas las experiencias que está viviendo, mantiene en la retina la que vivió en una de las poblaciones cercanas al epicentro, Jama, donde se encontró a la gente subida a la loma del cementerio. Asustados por las replicas y por la posibilidad de un tsunami.

Reconoce que la estampa le impactó. Entre centenares de tumbas habían montado de manera improvisada sus tiendas con palos y telas. Familias enteras, con niños ancianos y heridos incluidos, todos al resguardo del camposanto. 

El contingente de voluntarios llegó hasta Pedernales, en la provincia de Manabi, el pueblo más cercano al epicentro completamente devastado, como comenta este pacense. “La gran mayoría de casas se convirtieron en escombros y las que se mantuvieron en pie tienen tantos daños en su estructura que igualmente van a tener que demolerlas”.

Piensa que situaciones como esta sacan lo mejor y lo peor de la gente. El motivo es que muchos pueblos se unen y solidarizan con sus vecinos y ayudan a limpiar escombros y carreteras, pero también ha visto cómo en otros casos salen los ladrones que roban los camiones con donaciones, para luego vender los víveres a los damnificados. “Oímos historias de que están vendiendo las garrafas de agua en 5 dólares cuando en quito se compran por uno”. 

Desde allí se trasladaron hasta otros puntos a los que el agua y comida no habían llegado aún, como Jama y Canoa. Hasta allí se desplazaron hasta otras tantas poblaciones. Manta, Salinas, San Vicente o Matal entre otras.

Ahora están enviando cocinas portátiles de gas para que las poblaciones puedan cocinar. Su idea es que los comedores que han montado los lleven los propios damnificados, para que sean ‘autosostenibles’ y cada vez se requiera menos ayuda de voluntarios. Al mismo tiempo colaboran en las labores de construcción de miles de refugios para quienes han perdido las casas. 

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