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‘Maricón’ como insulto: Pautas para combatir las homofobia en las aulas

La Unesco ha calificado el acoso homofóbico como un "problema universal"

Jesús Conde

Todos los tipos de acoso son un gesto de violencia. Pero el  ‘bullying’ homofóbico merece un trato especial por la situación que lo rodea. El chico o la chica que lo sufre experimentan un doble silencio como víctima.

Este acoso pone al descubierto en la sociedad su orientación sexual o identidad de género en una etapa vital en la que no disponen de la madurez suficiente para afrontarlo. Es frecuente que la víctima sienta vergüenza a reconocer que es el centro de burlas o agresiones por este motivo.

Es la reflexión de Raúl Fernández y Fran Amaya, dos profesores extremeños que acaban de crear el primer curso online ‘Educar en la diversidad afectivo-sexual’. Se dirige al profesorado de las enseñanzas no universitarias extremeñas de la mano del sindicato PIDE. Su objetivo, cubrir las carencias en los actuales planes formativos del profesorado para abordar la homofobia. 

La palabra 'maricón'

Conviene analizar el sentido de insultos como 'maricón'. Explica Fran Amaya cómo termina por ser una de las máximas expresiones del machismo en edades tempranas.

A la víctima la humillan al atribuirle rasgos femeninos, haciéndole sentir inferior. Se perpetúa que lo femenino es inferior. En este caso, el agresor impone su superioridad ridiculizando aspectos de la víctima: sensibilidad, fragilidad o amaneramiento.

Son insultos que no solo hacen daño a la persona agredida. También perpetúan que gais o lesbianas no amanerados sigan escondidos en la ‘máscara de la heterosexualidad’ por miedo a ser víctimas sociales.

El sufrimiento de la víctima

Como docentes, Raúl y Fran han contemplado muchos casos de homofobia, en diferentes grados. Fran se queda con una situación vivida hace varios cursos. Cuenta cómo el primer día de presentaciones, en segundo de ESO, se acercó a hablar con él una madre para decirle que su hijo era gay. Lo hacía con el siguiente tono:

-Vengo a hablar contigo, porque mi hijo es “especial”

-Señora, lo que me está queriendo decir es que su hijo es homosexual, ¿verdad?

-Sí, quería hablar contigo porque no quiero que mi hijo sufra. Lo ha pasado muy mal.

Este dialogo representa  un gesto generoso de una madre que acude a charlar con el tutor porque ha visto sufrir en exceso a su hijo. Y la realidad, según comentan ambos docentes, es que el acoso homofóbico deja huellas en la víctima. 

Heridas que perduran en el tiempo, en el corazón de 'personitas' tan jóvenes que no llegaban a discernir con claridad si han cometido un error. Que llegan a hacerse preguntas del tipo “por qué a mí, qué hecho yo para merecer esto”.

“Está comprobado que cuando un niño sufre en su infancia, cuando llega a su  vida adulta en el mejor de los casos tendrá problemas de autoestima; y en el peor, otros problemas mayores que afectarán a sus relaciones”. 

Es más, como persona agredida, la víctima se siente avergonzada. Incluso aluden a casos en los que la propia familia lo oculta porque también se avergüenza de reconocerlo ante la sociedad, que actúa como espectadora.

¿Sigue habiendo acoso homófobo?

Raúl Fernández confirma que sí. Las chicas y chicos que lo sufren pueden llegar a tener problemas académicos, falta de integración, rechazo por parte del grupo y discriminación. Situaciones que cada curso se vuelven a repetir, con diferentes etiquetas o contextos, pero que vuelven. Y, a veces, se produce de manera opaca ante el profesor o profesora.

Ambos explican que el motivo del curso formativo es dar esas respuestas que no siempre tiene el maestro para enfrentarse a este tipo de violencia. Está orientado a concretar el protocolo de la Consejería de Educación hacia la homofobia, y en el que se abordan cuestiones como la identidad sexual y aclaran conceptos.

Cuentan la historia del colectivo LGTBI, de las luchas que ha protagonizado hasta conquistar los derechos y las libertades. Cuestiones que pueden ser muy lejanas en el tiempo, pero que no lo son tanto. Por ejemplo, hasta mayo de 1990 la asamblea general de la Organización Mundial de la Salud no eliminó la homosexualidad de su lista de enfermedades psiquiátricas.

Se ha avanzado mucho desde el punto de vista legislativo tras la aprobación de la Ley LGTBI en Extremadura hace casi dos años. Sin embargo, no existía un curso en el que los y las docentes pudieran abordar el caso en toda su extensión en las aulas. Esta norma, en su artículo 21.2, recoge explícitamente que los planes educativos deberán contemplar pedagogías adecuadas para el reconocimiento y respeto de los derechos de lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, transgéneros e intersexuales.

Al final, la realidad muestra que, en muchas ocasiones, depende de la buena voluntad o de la implicación del docente que está al frente de las tutorías. Es decir, a nivel educativo queda todo por hacer todo, comenta Raúl.

Homofobia, en las etapas tempranas

Es justo en las primeras etapas, en Primaria y en el primer ciclo de Secundaria, cuando más puede envolver el ‘bucle’ homofóbico al chaval. Depende, en todo caso, de sus habilidades sociales y de la madurez con  la que lo viva. Lo cierto es que cuando el alumnado cumple años descubre un mundo de libertades que les hace cambiar en muchas ocasiones la perspectiva.

Cada víctima es un mundo y hay personas que lo superan y lo recuerdan con naturalidad. Otras que terminan por tomar antidepresivos. También hay diferencias entre la presión social que se puede inferir a un gay y la que vive una persona transexual.

Por eso es tan importante actuar. Con grandes dosis de pedagogía, abriendo las mentes y rompiendo barreras, y mostrando que hay tantas formas de amarse como personas hay en el mundo, comenta Fran.

Como profesores, confían en la buena voluntad de sus compañeros en las aulas, porque se trata de profesionales que conviven seis horas al día con jóvenes. En contra, otra realidad, la de docentes que prefieren mirar para otro lado, bien por no complicarse la vida o porque no tienen herramientas suficientes para hacerlo.

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