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Sí, también es machismo

Una ceremonia de entierro del patriarcado

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En esta primavera del hemisferio norte, con semanas de diferencia, han sido asesinadas dos niñas en Tenerife y una niña en Barcelona. Y sí, los tres asesinatos son violencia patriarcal ejercida desde la misma ideología cosificante. Las niñas han sido asesinadas porque quienes les dieron la vida, no las consideraban personas, las consideraban “algo” de su propiedad. Algo no alguien. Algo que se puede usar de mil maneras. Se puede usar para agradar, para agasajar, para chantajear, para castigar. Usar a las personas como cosas, a los animales como cosas, a la naturaleza como cosa, es la base del sistema violento que llamamos Patriarcado y es contra esa violencia contra la que lucha el feminismo. 

Pero el feminismo nace, crece y se desarrolla en un marco patriarcal, y por eso el trabajo es doble, porque no se trata solo de proponer un nuevo modelo, es que además debemos desaprender a ser machistas dentro del sistema machista en que nos hemos construido como personas. Y aunque las nuevas generaciones pueden tener algunas ventajas en su acceso a la educación, a la tecnología, a la propiedad de la tierra, o a la posibilidad de sus sueños profesionales, debemos reconocer que hemos cambiado muy poco en el esquema de nuestras relaciones afectivas. Y seguimos sintiendo, erróneamente, que “sin ti no soy nada”. 

Y es que todo el engranaje cultural está en contra del respeto a la Persona per se. Del respeto que nos debemos cada una de las personas del planeta a nosotras mismas y a las demás, desde el momento de nacer. 

Escribo como mujer que se reconoce machista en deconstrucción, que es otra forma de decir feminista. Vivo vigilándome, vivo a veces sobreponiéndome a mis propias cadenas, a mis contradicciones y contra mis propios impulsos aprendidos. 

Los celos son un sentimiento de inseguridad propiciado por el Patriarcado que es un sistema cultural aberrante, que hemos creado y que sostenemos desde hace miles de años. 

Dice Coral Herrera en su blog, en una entrada de 2017: 

En todo el mundo, las mujeres colaboran con el patriarcado: hay mujeres que tratan mal a otras mujeres que van a dar a luz un bebé, hay madres que mutilan los genitales a sus hijas, o que permiten que sus maridos las violen. Hay mujeres que colaboran en la captación de niñas para la trata de esclavas sexuales, dirigen puticlubs, hay mujeres que se enriquecen explotando a otras mujeres.“

Cuando idealizamos la maternidad, y a la madre, también estamos siendo machistas y estamos cosificando a la persona reduciéndola a una sola parte de su vida, mientras la obligamos a ser “perfecta” en su amor sacrificado hacia esa persona o personas que le dan el estatus al que la destina la sociedad patriarcal. 

El machismo dejará de existir cuando desde el momento en que nace una persona, sea cual sea su sexo la dejemos crecer libre, sin género asignado, la respetemos y entendamos que es alguien independiente, y que le corresponde una vida digna por derecho propio.

Cuando la justicia se niega a escuchar las razones de las personas menores de edad, sus gustos, sus preferencias, sus denuncias, está enraizando sus formas en la cultura patriarcal dominante. La cultura de la violencia que cosifica la vida. 

Cuando como personas adultas, unidas por la biología, la ley o las tareas profesionales, al cuidado de personas en crecimiento, las humillamos, menospreciamos o ridiculizamos, estamos siendo parte de la cultura patriarcal, responsables de la violencia que comienza en un parto no respetado y que puede terminar en el asesinato por venganza. 

Cuando leí sobre la muerte de Yaiza en Barcelona, pensé en Medea. Pero en realidad el mito no tiene relación con su asesinato. La madre de Yaiza, como el padre de Olivia y Anna, son racionalmente sabedores de que sus actos son punibles, pero no pueden reprimir con la razón sus deseos de venganza hacia sus ex parejas, ni su interiorización de que la vida de sus hijas (podrían haber sido hijos también) les pertenecen porque en realidad nunca han tenido relaciones sanas de persona a persona. 

Nadie mata a nadie cuando una amistad se rompe, porque la amistad es una relación entre iguales. Hasta que las relaciones de pareja no sean como las relaciones de amistad, seguirán siendo violentas. 

Mientras sigamos siendo una sociedad violenta seguiremos creciendo entre traumas, baja autoestima y otros dolores que de llevar más de cinco mil años siendo nuestra realidad se han hecho universales. 

Espero que más pronto que tarde entendamos que el Patriarcado es violencia, y por fin le demos la espalda como sociedad.  

* Carmen Ibarlucea es ecofeminista y antiespecista

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