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Alumnos de A Costa da Morte se la juegan cada día para ir a clase de pie en autocares repletos por carreteras sinuosas

Imagen del interior del bus, cedida por la Federación de ANPAS de A Costa da Morte

Paola Obelleiro

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“Mamá, venimos acojonados. En las curvas de Talón, el bus iba a 30 kilómetros por hora pero no se veía nada de nada”. Una pantalla de lluvia torrencial desdibujaba la carretera sinuosa de Fisterra (A Coruña), en A Costa da Morte, aquella tarde-noche de octubre pasado. Los temporales fueron numerosos este otoño, que termina con récord histórico de lluvias en Galicia. Y el adolescente no se acostumbra a pasar miedo en el bus que tiene que coger cada día para ir y venir de su instituto en Cee, la capital comarcal situada a unos 15 kilómetros de su casa. Aquella tarde, el alumno viajaba, como muchos de sus compañeros de aula, de pie, agarrado al maletero superior, en un autocar de línea con aforo completo: 54 personas sentadas, con obligación de llevar cinturón de seguridad, y 21 apiñadas en un estrecho pasillo, sin barra a la que sujetarse. Forma parte de la rutina diaria de los estudiantes de Bachillerato o Formación Profesional (FP) que tienen que desplazarse a uno de los dos institutos de la capital comarcal de A Costa da Morte. Como también marca su día a día escolar entrar en el aula con 10 minutos de retraso y tener que salir un cuarto de hora antes de que suene la campana porque el autobús de línea es ajeno a los horarios lectivos.

Son más de 150 los alumnos de varias localidades de esta esquina de Galicia que viven una odisea para poder estudiar Secundaria más allá de la ESO. Al superar los ciclos de enseñanza obligatoria, no tienen derecho a transporte escolar, por lo que hay “que buscarse la vida” para acudir a clase. “No reclamamos un servicio gratuito, sino un transporte digno y seguro”, precisa Montse Canosa, de la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de A Costa da Morte. Se han puesto en pie de guerra por una situación que tildan de “sangrante”. Y preocupante. Estos últimos días de clase antes del parón navideño las carreteras de la comarca sufrieron fuertes heladas.

Ir de pie en un autocar, un trayecto de al menos media hora de duración por carreteras con mucha curva, no es de recibo, protestan. Por mucho que esté autorizado por la Xunta. Fue la única solución que las autoridades educativas dieron este curso escolar para paliar la falta de plazas en el único transporte colectivo que une Fisterra y Cee, centro neurálgico de la comarca y sede, entre otros, del hospital y los únicos institutos dotados con los ciclos de Bachillerato y FP. Además de escolares y residentes, el bus también es literalmente asaltado entre los meses de marzo y octubre por peregrinos deseosos de rematar el Camino de Santiago con el rito de quemar sus botas ante el faro de lo que los romanos llamaban el fin de mundo.

La Guardia Civil de Tráfico paró varias veces el autocar pero tuvo que dejarlo continuar su ruta tras comprobar que cuenta con toda la documentación necesaria para transportar viajeros de pie, pese a no estar adaptado para eso. Los menores de edad no tienen otra alternativa que viajar en esas condiciones dos veces al día para poder asistir a clase. “Van en el bus como terneritos con mochilas”, lamenta la asociación de madres y padres.

Desde los institutos Agra de Raíces y Fernando Blanco en Cee también hubo quejas a las jefaturas territoriales de Movilidad y de Educación. Pero no hay respuesta de momento. “La situación es tremenda”, alegan desde las direcciones de los centros. A pesar de madrugar para estar en la parada con mucha antelación, a menudo los alumnos de Fisterra se quedan sin plaza en el bus, “tirados en las paradas intermedias”, porque va completo. Y son las familias las que deben ingeniar una alternativa en coches particulares cuando reciben la temida llamada de “ven a buscarme, no conseguí subir al bus”.

Permiso para llegar tarde

Los alumnos de Fisterra tienen permiso de Inspección para llegar tarde y salir antes de las aulas por falta de transporte con horarios adaptados a los del instituto. Una autorización oficial que también afecta a los que vienen de Mazaricos o Carnota, localidades a unos 20-30 kilómetros de Cee. Los lunes hay jornada partida, con clases hasta las 18.30 horas. Pero el último bus sale media hora antes de la estación. No les queda más remedio que salir en tromba del instituto 40 minutos antes que sus compañeros y profesores. Y los miércoles ni siquiera hay transporte para asistir a las clases de la tarde en el Fernando Blanco. A este estrés se añade la paliza de soportar rutas de líneas regulares que dan muchas vueltas por A Costa da Morte. Como los de Mazaricos, los estudiantes que viven en Camariñas, a media hora en coche de su instituto en Cee, tienen 50-60 minutos de trayecto en bus para acudir a las aulas. “Se levantan a las seis de la mañana para coger el bus a las 6.45 horas”.

“Tardan casi una hora en llegar al instituto. Cuando tienen clase por las tardes, los lunes y miércoles, vuelven a casa pasadas las siete y media de la tarde. ¡Son jornadas de más de 12 horas! Y luego pídeles que se pongan a estudiar, hacer deberes, preparar exámenes”, se desespera Montse Canosa. Otro tanto les pasa a los adolescentes de Dumbria, con rutas tan largas para ir y venir que alguno almuerza en la marquesina más cercana a su casa, donde su familia le lleva la comida, para asegurarse de poder montar en el bus de vuelta al instituto y asistir a las clases de tarde.

Las madres y padres se han echado a las calles para protestar por la situación. Tras dos concentraciones semanales con pancartas clamando por ‘seguridad para todos, un transporte digno ya’, han logrado forzar una primera reunión con la Jefatura Territorial de Movilidad de A Coruña. Les pidió “una tregua” en las movilizaciones a cambio de la promesa de buscar soluciones. Pero de momento, sólo para el caso más urgente, el de Fisterra. Hay prevista una cita el próximo 5 de enero con la alcaldesa de la localidad. La propuesta consiste en que las arcas municipales costeen un bus con horarios adaptados a los de los institutos y la Xunta se encargaría de sufragar los billetes de los estudiantes. “Pero un Ayuntamiento tan pequeño no tiene dinero suficiente para afrontar ese coste, no parece una solución viable”, adelanta la coordinadora de la federación de madres y padres de A Costa da Morte. Impotentes, temen que la situación sea igual de temeraria y estresante el próximo trimestre escolar.

Enfrascada en elaborar un informe sobre todos los casos registrados en estos dos institutos de Cee, la federación apuesta por reordenar horarios de las líneas regulares de transporte para ajustarlos a los de los centros educativos. Y sostiene que la rentabilidad está asegurada si en los casos como el de Fisterra, donde la demanda es tan elevada, se obliga a la compañía que tiene la concesión de esa ruta a aumentar la frecuencia de los buses. “Irían llenos, hay alumnado suficiente para crear esas líneas escolares”, destaca Montse Canosa. Los retrasos son continuos en todas las líneas de A Costa da Morte, otro elemento de estrés para alumnos, familias y profesorado que tienen todas las dificultades del mundo para sortear las tensiones y deficiencias que cada día les ocasiona el transporte.

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