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Feijóo y sus cosas “sorprendentes”

Alberto Núñez Feijóo, a su llegada a una Conferencia de Presidentes en julio de 2021

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Váyanse acostumbrando a la palabra “sorprendente”. Es el latiguillo que Alberto Núñez Feijóo usa sin parar para casi cualquier cosa. Si el PSOE gana una votación acompañada de los votos de Bildu, el político gallego afirmará que “es sorprendente que el Gobierno esté en manos de los socios de ETA”. Si el tema son los fondos Next Generation dirá que “es sorprendente que las familias azotadas por la pandemia todavía no hayan visto un euro”. Y así hasta el infinito. Son 13 años presidiendo un gobierno autonómico sin ir al fondo de las cosas y sorprendiéndose todo el tiempo. Para un dirigente que alardea de ser previsible como principal valor moral, el sobresalto es el peor de sus enemigos.

Pero resulta que la sorpresa acabó por llegar al seno de su propio partido con la escalada de tensión que se disparó por el liderazgo de Isabel Díaz Ayuso y la amenaza al poder establecido en la cúpula del PP. Feijóo acudió a la toma de posesión de Ayuso a finales del pasado mes de junio y hasta encontró tiempo para tomar café con Miguel Ángel Rodríguez, quien fuera el asesor de cabecera de José María Aznar y ahora lo es de la presidenta madrileña.

La crisis interna ya asomaba por entonces y se acrecentaría en los meses sucesivos. Pero el barón gallego tenía su palabra mágica. El pasado 4 de noviembre dijo que le parecería “sorprendente” que Ayuso no quisiera optar a liderar el Partido Popular de Madrid. Cuatro meses después, el 17 de febrero, aseguró que el espionaje al que había sido sometida la presidenta madrileña también lo consideraba “sorprendente”.

En Galicia estamos muy acostumbrados a esa dialéctica de quien lleva al frente de la Xunta más de una década. Supera cualquier tópico gallego y dificulta hasta límites, a veces ridículos, entender qué piensa Feijóo sobre cosas que, a veces, ni siquiera son muy importantes. Al barón gallego del PP le gusta que lo interpreten y en sus manifestaciones públicas acostumbra a dejar una línea de puntos para que seamos los periodistas los que completemos su mensaje en las crónicas. La estrategia le ha funcionado en todos estos años en los que solo iba a Madrid de visita. Moderado para alguna prensa de izquierdas, estadista y buen gestor para la de derechas. E Incluso nacionalista para el oriente más radical del mapa ideológico.

Uno de los periódicos de cabecera del político gallego, La Voz de Galicia, se preguntaba estos días en el titular de uno de sus artículos: “¿Cuál es realmente el perfil ideológico de Feijóo?”. La cuestión tiene mérito si uno piensa que ese diario tiene 140 años y lleva más de una década siguiendo cada una de las intervenciones del todavía presidente gallego para alabar, en un amplio porcentaje de ocasiones, cada cosa que hace o dice.

Pero Alberto Núñez Feijóo tendrá que manejarse ahora en la jungla madrileña, donde carecer de una ideología definida no siempre es bien recibido. Este jueves Isabel Diaz Ayuso ya le ha dejado un primer recado cuando le animó a dar “la batalla de las ideas si no queremos que terminen de cambiar España por la puerta de atrás”. Además está el fuego amigo. De eso Feijóo sabe poco, tras tantos años acostumbrado a que todos le den siempre la razón.

El pasado jueves tuvo el primer encontronazo con el ecosistema madrileño cuando durante la reunión de Casado y los barones se filtró que el gallego estaba exigiendo salir elegido presidente del PP aquella misma noche. La noticia no era cierta y, advertidos de la repercusión que estaba cobrando el asunto, sus asesores tuvieron que bajar a desmentirlo de viva voz en la sala donde esperaban los periodistas. “Fue una filtración muy malintencionada”, confiesa a esta redacción uno de los miembros de su equipo.

Este mismo martes Isabel Díaz Ayuso ha pedido a la nueva dirección que expulse del partido a quienes airearon los manejos de su hermano y la Comunidad de Madrid. Para muchos es un mensaje claro a Feijóo, a quien no le gusta aplicarse esa receta del mindfulness que recomienda abandonar las zonas de confort para crecer a nivel personal. Está por ver cómo responde el gallego y si a su contraparte madrileña le vale un “estoy muy sorprendido por lo que me pides, Isabel” en vez de la cabeza de Pablo Casado servida en una bandeja de plata.

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