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Los científicos alertan de que una misteriosa enfermedad ha acabado con el 70% de la población de gaviotas de Galicia en 10 años

Unas gaviotas buscan restos de pescado al término de la faena de descarga de mercancías de los barcos en el muelle del puerto de Vigo. EFE/voo/Archivo

Beatriz Muñoz

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La población de gaviotas ha caído tanto en la última década en Galicia que los criterios aplicados internacionalmente sitúan a esta especie en la categoría de vulnerable, previa a considerarla en peligro de extinción. Científicos que trabajan con aves marinas cifran el desplome en el 70% en ese periodo de tiempo y avisan de que, aunque lo más probable es que las causas sean múltiples, hay una enfermedad que aún no han conseguido desentrañar que está causando estragos en las colonias de estos animales.

Álvaro Barros, doctor en Biología y miembro del Grupo de Ecoloxía Animal de la Universidade de Vigo, recuerda que en 2019, en una única jornada de campo, contaron los cadáveres por centenares en las islas Sisargas, un archipiélago de la Costa da Morte que acoge una de las colonias de gaviotas patiamarillas (Larus michahellis) más importantes del mundo. Es en esta especie en concreto, que cría y vive todo el año en Galicia, en la que se ha constatado el descenso de la población. El censo elaborado de los ejemplares que hay en la costa de la provincia de A Coruña que va desde Malpica a la frontera con Lugo puso números a la caída: contabiliza 2.674 parejas -2.306 de ellas en las Sisargas- en la actualidad, frente a las en torno a 8.900 que había hace una década. En los años 90 eran unas 13.000.

La situación es “preocupante y lleva a la especie a una situación de amenaza”, dice Sergio París, responsable del censo y técnico del Centro de Extensión Universitaria e Divulgación Ambiental de Galicia (CEIDA), una entidad sostenida por el Ayuntamiento de Oleiros, la Universidade de A Coruña y la Xunta. Las cifras de caída de la población que se calculan son extrapolables al resto de Galicia, asegura. En el caso de los terrenos incluidos en el Parque Nacional das Illas Atlánticas, recogen sus propios datos y arrojan el mismo descenso acelerado: entre 2006 y 2019 se redujo en un 70% el número de parejas reproductoras.

Tanto Barros como París piden atención y recursos para averiguar por qué se están muriendo las gaviotas. Y cuando lo hacen son conscientes de que se encuentran con un problema adicional: estas aves tienen “mala fama” y resultan “molestas” para los humanos, en especial los ejemplares que se han instalado en zonas urbanas. “Tenemos que alejarnos de la idea de que son las ratas del aire”, pide París. Barros añade que no es la “simpatía” lo que debe guiar el trabajo de conservación de la naturaleza. En este caso, el primer desafío es entender qué ocurre con estos animales “Los que nos dedicamos a las aves marinas estamos muy mosqueados porque no se sabe realmente qué está pasando. Probablemente inciden varios factores”, expone el experto de la Universidade de Vigo.

Cree que es posible que hubiese una población “sobredimensionada” de gaviotas en el pasado porque la especie “aprovecha muy bien todos los nichos ecológicos”. Está muy asociada a los humanos y se ha beneficiado de la comida que encontraba en vertederos y de los descartes de la pesca. Los primeros se han ido clausurando desde los años 90 y los segundos se han ido reduciendo con nuevas leyes. Eso llevó, continúa Barros, a una bajada en el número de estas aves. Pero cuando lo esperable era que las cifras se estabilizasen, lo que pasó fue que la caída “se acentuó”: “Y eso ya no se explica por la desaparición de los vertederos”, recalca. Las primeras alertas sobre una enfermedad que paralizaba a estas aves se dieron hace diez años.

París coincide en el análisis. El descenso, dice, se hizo “exponencial” y se ha notado sobre todo en los últimos cinco años. Los científicos lo relacionan con este misterioso síndrome paralizante, que les provoca la muerte porque dejan de poder alimentarse. Periódicamente un episodio de esta enfermedad salta a los medios por la aparición de centenares de aves muertas. El más reciente fue a principios de septiembre en el embalse de Vilagudín, en Cerceda (A Coruña). La Xunta prohibió la pesca al temer que se debiese a la presencia de alguna sustancia tóxica en las aguas.

El experto del CEIDA explica que, pese a que se han realizado algunos análisis, no se sabe cuál es la causa. Se han planteado varias hipótesis: que sea botulismo -una enfermedad provocada por una bacteria, de la que algunas cepas afectan a los humanos-, que haya una toxina o que se deba a contaminación química. Álvaro Barros asegura que el caso tiene a los ornitólogos “medio locos”. Se han encontrado aves afectadas en Galicia, pero también en Portugal, en la zona del Cantábrico, en las islas británicas e incluso en el Mediterráneo, pero no se han obtenido resultados claros sobre el origen. “Estamos desconcertados y ansiosos por que alguien encuentre una explicación”, señala. Lamenta que, si la especie fuese “más emblemática”, se habrían puesto “todas las cartas sobre la mesa”.

Sobre los efectos de esta caída del número de gaviotas en el ecosistema, los científicos coinciden en que son “difíciles de prever”. París lo compara con el impacto de retirar de una cadena de montaje a un operario que pone una pieza: “Es solo un tornillo, pero pero igual se descontrola toda la cadena”.

“No es el coronavirus de las gaviotas”

Uno de los técnicos del Parque Nacional das Illas Atlánticas, Vicente Piorno, explica que en la isla de Sálvora están llevando a cabo una experiencia para salvar a las gaviotas que encuentran enfermas y para identificar la causa. En sus análisis han quedado descartados inicialmente el botulismo y las biotoxinas de las mareas rojas. También “bastantes virus y algunas bacterias”, pero los resultados siguen sin ser “concluyentes”. Apunta otra hipótesis que se ha planteado en el ámbito científico: que la parálisis se relacione con un déficit de vitamina B, que las gaviotas obtienen a través del fitoplancton. El próximo año, dice Piorno, volverán a hacer pruebas teniendo en cuenta esta posibilidad, pero por ahora el síndrome “sigue siendo un misterio”. Él dice tener la impresión de que “hay algo en el ecosistema”: “No es simplemente un virus. Esto no es el coronavirus de las gaviotas”.

Sobre la recuperación, indica que entre el 50% y el 60% de los animales que recogen débiles, con signos de parálisis y con diarrea se recupera con una terapia de hidratación.

Una especie “aparentemente indestructible”

Sergio París reclama que se haga un estudio completo de la población de gaviotas. El último censo es uno de toda España que no se actualiza desde 2009, dice. Pide también que se hagan esfuerzos para investigar la enfermedad y recuerda que es la Xunta la que tiene las competencias en materia de conservación de la naturaleza.

El técnico del CEIDA relata que los datos sobre el descenso de ejemplares han sido recibidos con escepticismo en algunos ámbitos porque el animal es muy común, cría en los tejados de los edificios y se ve a diario. “Puede parecer imposible, pero de seguir así la tendencia, en pocos años pasará a ser una especie considerada amenazada”, expone. Los criterios científicos ya la sitúan como vulnerable, aunque eso no tenga por ahora un reflejo en las listas de especies protegidas de las administraciones.

Barros, por su parte, recuerda “caras de asombro” entre colegas ornitólogos cuando empezó a hablarles del descenso tan acusado en las colonias. “La gaviota patiamarilla es un todoterreno; se alimenta de los residuos de las terrazas, de mosquitos, de gusanos, de percebes, de pescado... come hierba si le hace falta. Es aparentemente indestructible. Si a esta especie le va mal, tiene que saltar la voz de alarma”, defiende. La Sociedade Galega de Ornitoloxía, de la que él es miembro, envió una carta a la Consellería de Medio Ambiente, pero “no ha habido respuesta de ningún tipo”. La categoría de vulnerable, remarca, supone que hay tiempo para revertir el problema, pero “hay que actuar ya”.

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