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Paola Obelleiro

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“¿Quién eres?”. Hace un año, el 2 de mayo de 2020, España seguía enclaustrada en un confinamiento casi total y hacía pocos días que María Elena Pérez, tras superar la COVID-19, había regresado a la que es su casa desde hace una década, la residencia de la tercera edad San Carlos de Celanova (Ourense). “¿Quién eres?”, repetía la anciana. No acertaba a entender por qué, de repente, se veía rodeada de personas irreconocibles tras sus mascarillas, enfundadas en buzos blancos. Le traían un pastelito de chocolate, su gran pasión, coronado con velas en forma de número, el 9 y el 8. Querían cantarle el 'cumpleaños feliz’, le explicaban sin éxito. María Elena bajó entonces la mascarilla de quien le hablaba y se le iluminó la cara al reconocer a Sonia, una de sus cuidadoras. En una esquina, Brais Lorenzo, fotógrafo de prensa que llevaba tres días tratando de captar la tragedia de la pandemia en una residencia de mayores duramente golpeada, disparó con su cámara. La fotografía de esa celebración de la vida en medio de la guerra contra el “bicho” que llegó a infectar a tres cuartas partes de los residentes y trabajadoras de ese pequeño centro de mayores de Ourense recorre desde entonces el mundo, cosechando múltiples premios internacionales. Un año después, María Elena acaba de celebrar los 99 con otro pastelito y la vacuna ya puesta. Esta vez tuvo también la compañía de algunos familiares. El fotoperiodista volvió para retratarlo.

La premiada es una imagen “de esperanza”, dice su autor. Simboliza “la luz al final del túnel”, afirma Sonia Opazo, trabajadora social de la residencia. Nunca pensaron que aquella foto, captada casi por casualidad, iba a tener tanta repercusión mundial ni que se convertiría en un símbolo de la lucha titánica contra el coronavirus que se cebó de forma especialmente cruel con los centros de mayores. Aquel 2 de mayo aún quedaba acotada una “zona sucia” con pacientes infectados y las visitas de los familiares estaban totalmente prohibidas. En este centro privado con plazas concertadas, 46 de los 54 residentes -la mitad con más de 85 años, muchos de ellos dependientes- “pillaron el bicho”. Nueve fallecieron. Y los pocos que ya habían regresado tras vencer la enfermedad seguían en régimen de aislamiento en sus habitaciones, privados de actividades sociales, partidas de cartas o abrazos. “Quisimos celebrar el cumpleaños de María Elena para demostrarle que seguíamos luchando por ella. Queríamos retomar la rutina de una vida normal dentro de lo malo”, recuerda Sonia. Mientras la población salía cada día a las ocho de la tarde a sus ventanas y balcones para ovacionar a los sanitarios, en la foto son los cuidadores los que aparecen aplaudiendo a la anciana por soplar las velas de su 98 cumpleaños tras superar la COVID.

“Para nosotros es un orgullo que se escogiera ese momento” para reflejar la lucha contra la pandemia en las residencias de mayores, cuenta Opazo. “Nos enorgullece que se dé visibilidad a cómo nos comportamos con nuestros mayores, que se vea que hacemos un trabajo bonito, que lo hacemos lo mejor que podemos para que vivan bien. No somos su familia de sangre, pero sí su segunda familia, les tenemos cariño, pasamos muchos días y horas de nuestra vida con ellos”. La residencia San Carlos de Celanova se convirtió en “zona cero” de la COVID en Ourense cuando, a la semana de declararse el estado de alarma y el confinamiento de la población, lanzaron el 23 de marzo de 2020 una llamada de socorro ante el primer gran brote de la provincia. Solo quedaban cinco de una treintena de trabajadoras para atender a 54 residentes, muchos también ya contagiados. “No damos abasto, necesitamos ayuda. Si no, va a morir mucha gente”, denunciaron entonces las únicas cuidadoras aún en servicio, que luchaban sin medios, ni descanso, en turnos de hasta 14 horas seguidas, contra una pandemia especialmente mortífera con los ancianos. Era un “infierno”. Residentes y trabajadoras estaban “aterrorizados”.

Mes y medio después, la sencilla y breve celebración del cumpleaños de María Elena fue la ocasión para mostrar “que en una situación mala hay que seguir adelante”, relata Sonia Opazo. “Era nuestra manera de demostrarles que seguíamos tirando por ellos, atendiéndoles, que se podían curar del bicho, y que íbamos a salir de esta de alguna forma”.

De Estados Unidos y Sudamérica hasta Rusia, pasando por Europa y Corea del Sur, la foto del cariñoso homenaje de las cuidadoras a María Elena en su 98 cumpleaños, tras vencer el coronavirus, fue destacada en exposiciones y certámenes. Obtuvo el premio POY Internacional a la mejor fotografía 2021, en la categoría dedicada a la 'Vida diaria'. También en Estados Unidos, obtuvo el tercer puesto en la selección del mejor fotoperiodismo que convoca cada año la asociación nacional de prensa. Ganó, entre 4.000 imágenes, el concurso internacional News Photo Arwards que organizó Rusia con el lema 'Superando la COVID'. Se llevó el segundo premio POY Latam, en América Latina, en la categoría 'Vida cotidiana'.

“Abrumado”, Brais Lorenzo (Ourense, 1986), colaborador de la Agencia EFE y del periódico 'Faro de Vigo', reconoce que presentó “sin mucho convencimiento” esa foto, realizada casi por casualidad tras tres días “duros y maratonianos” en la residencia buscando “mostrar el drama” de la pandemia. “No le daba valor, me parecía demasiado positiva”. Pero viendo que otros, como una exposición internacional en Seúl, sí la destacaban por encima de otras miles, el fotógrafo fue poco a poco valorando su instantánea. Lorenzo, que está terminando su grado universitario en Geografía e Historia, ve ahora la foto “con perspectiva, como un documento histórico”. Reconoce que cambió tras la cobertura gráfica que realizó de la pandemia, especialmente esos días dedicados a reflejar lo duro que fue en una residencia de ancianos especialmente golpeada, “luchando sin medios ni ayuda”. Hubo que sortear mucha censura y complicaciones para captar las imágenes de la tragedia. Lorenzo volvió este domingo, 2 de mayo de 2021, a la residencia San Carlos de Celanova para la pequeña celebración, esta vez al aire libre y arropada por sus familiares directos y cuidadoras, del 99 cumpleaños de María Elena. Brais le regaló la fotografía enmarcada que está recorriendo el mundo.

La anciana, inmunizada ya con la vacuna, le hizo más caso al pastel del chocolate que llevaba las velas. Su hermana, su cuñado y su sobrino agradecieron, emocionados, el homenaje gráfico. “Que a ellos les guste es lo más importante”, asegura el fotógrafo. María Elena, a petición de su cuidadora, finalmente también mostró su agrado: lanzó un aturuxo, ese grito tribal agudo, fuerte y prolongado con el que acaban, para marcar el espíritu festivo y guerrero, las canciones populares del folclore gallego.

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