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La sucesión de borrascas revive una laguna desecada por las autoridades franquistas en Ourense

La acumulación de lluvias hace 'revivir' por unos días la laguna de Antela

Marcos Pérez Pena

Una de las consecuencias que dejó la sucesión de borrascas que en las últimas semanas afectaron a Galicia -y que también provocaron la muerte de un hombre en Santiago y cortes de luz en 80.000 hogares- fue el renacimiento temporal de la laguna de Antela, en Ourense, 61 años después de su desecación.

Las aguas volvieron a ocupar el lugar que durante siglos habían ocupado, y así amplias zonas de la comarca de A Limia quedaron inundadas. Las consecuencias fueron graves, con carreteras cortadas y personas que tuvieron que ser auxiliadas por los bomberos al quedar sus casas totalmente anegadas e incomunicadas. Además, el sindicato Unións Agrarias incluso dio por perdida la cosecha de cereal de invierno, estimando unas pérdidas totales de más de un millón de euros. La central responsabilizó a la Xunta de la gravedad de las inundaciones, acusando a la Consellería de Medio Rural de la falta de limpieza de los canales de drenaje de la antigua laguna.

En todo caso, las imágenes de amplias zonas de la llanura limiana cubiertas por las aguas (alrededor de 2.000 hectáreas) trajeron de vuelta el recuerdo de la vieja laguna, justo cuando acaban de cumplirse 60 años del inicio de los trabajos de desecación, que comenzaron el 8 de septiembre de 1958 por impulso de las autoridades franquistas. Unos años más tarde ya no quedaba nada de la mayor extensión de agua del interior de Galicia y el tercer mayor espacio lacustre de toda la Península Ibérica, sólo después de Doñana y de la Albufera de Valencia.

El humedal ocupaba unas cuatro mil hectáreas de terreno (más un espacio de crecida, en función de las lluvias) en la intersección de los actuales ayuntamientos de Sandiás, Xunqueira de Ambía, Vilar de Barrio, Sarreaus y Xinzo de Limia. La laguna variaba su forma y dimensión, de forma estacional, llegando a medir siete por seis kilómetros en invierno, con una profundidad que iba desde el medio metro hasta los dos metros en algunas zonas.

La obra y sus consecuencias

En 1956 el Instituto Nacional de Colonización impulsó el inicio del proceso. En ese año la dictadura franquista publicó una ley que declaraba de 'alto interés nacional' las obras de desecación y la posterior concentración parcelaria. Antes de 1958 fueron varios los proyectos de desecado de la laguna, todos fracasados. El primero de ellos data de 1827, retomado en 1848 y de nuevo en 1854 por los hermanos Mugártegui.

En este caso fue la fuerte oposición vecinal la que detuvo las obras antes de comenzar, a través de una carta firmada por 300 cabezas de familia de Porqueira, Rairiz de Veiga, Sandiás, Sarreaus, Vilar de Barrio y Vilar de Santos, preocupados por el efecto negativo que para la ganadería tendría la desaparición de la laguna. Hubo nuevos intentos en 1868, 1874 y de nuevo en 1937 y 1949, pero no pasaron de simples proyectos sobre el papel.

Con su desaparición no se consiguieron buena parte de los objetivos perseguidos, pues tuvo efectos muy negativos sobre la calidad de los suelos, que además comenzaron a sufrir de una paradójica ausencia de agua, y tuvo que ser implementado un complejo sistema de riego. Y, además, los efectos perjudiciales sobre el medio ambiente fueron importantes y diversos, desapareciendo una parte muy importante de la rica diversidad animal y vegetal del humedal.

“En la comarca de A Limia el peso del sector agrario siempre fue muy importante, y se vendió la moto de que actuaciones en la laguna iban a ser muy útiles. Pero los resultados quedaron muy lejos de lo esperado y la realidad es que los peores rendimientos agrarios por hectárea de toda la comarca se dan precisamente en el espacio que ocupaba la laguna”, explica el historiador André Taboada Casteleiro, vicepresidente del Patronato del Museo de A Limia.

La desecación vino acompañada, a partir de los años sesenta, de actuaciones de parcelación muy agresivas, en las que se echaron abajo masas muy grandes de robledales. “Era una enorme masa de agua que ayudaba a regular el clima de A Limia: teníamos veranos menos calientes e inviernos menos duros”, señala Taboada Casteleiro, que concluye que “la pérdida medioambiental no se vio compensada en una mejora en la producción agropecuaria”.

El pasado año, coincidiendo con el 60 aniversario del inicio de las obras de desecación, se organizaron distintas actividades para recordar a la laguna y a los propios trabajos para hacerla desaparecer, organizando el Ayuntamiento de Xinzo un homenaje a los trabajadores que actuaron sobre el terreno para borrar a Antela de los mapas del futuro.

Desde el Museo de A Limia, que organizó por su parte una jornada de debate sobre el presente y el futuro de la laguna, se pedía “impulsar una reflexión colectiva sobre las consecuencias de aquella decisión de los gobernantes franquistas”, alertando de que “el franquismo llevó a cabo una política de tierra quemada y de desmovilización de la población, y en A Limia sucedió lo mismo con respecto a la laguna: hubo una especie de amnesia colectiva, la idea de que el tema no se podía tocar”.

Los humedales, hoy

En la actualidad, la comarca de A Limia sí cuenta de forma permanente con zonas húmedas en las que Antela sobrevive de alguna manera. Zonas, además, que en los últimos años están experimentando un crecimiento gracias al trabajo activo de entidades como la Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN). La entidad lleva casi una década luchando para recuperar las zonas húmedas en la comarca, que hoy en día tienen continuidad en lugares como Poza dos Arrieiros, Veiga de Vilaseca, el humedal Antonio Villarino o la Veiga de Gomareite.

Delmar Blasco, secretario general de la Convención de Ramsar entre 1994 y 2001, afirmó hace años que “sólo falta que alguien con capacidad de liderazgo y aglutinación de voluntades lance el proceso que devuelva a Galicia y a los gallegos, aunque sea en parte, los valores y funciones que se perdieron cuando se desecó la laguna de Antela”.

En este sentido, la SGHN apuesta por la recuperación de las vegas y llanuras de inundación que desaparecieron (y que reaparecen en cada temporada de lluvias) así como de la actividad de pastoreo ligada a ellas. Especialmente importante es el trabajo desarrollado en la Veiga de Gomareite (Vilar de Barrio), una antigua vega anegada por las aguas de la Laguna de Antela y que en las últimas décadas había quedado convertida en un vertedero de basura y escombros. Ahora en parte de esa vega se está desarrollando un proyecto de ganadería en extensivo y se intenta la recuperación de la flora y fauna preexistente.

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